Imagen de perfilEnajenación mental

Lorenzo David Rubio Martínez 

Lo reconocí nada más verle caminar con los otros presos hacia el paredón. Era Hershel Yakubowicz. Sin duda. El abogado judío que, a principios de los años 30, me había salvado de la pena capital por asesinato, con una defensa digna de manuales de abogacía.

Ningún letrado ario quiso llevar mi caso. Yo era culpable, pero nunca lo supo Hershel. No me hubiera ayudado revelándole en la intimidad que maté a un hombre porque me dio la gana. Él era así, elegante en sus valores. Sólo defendía a quienes le juraban su inocencia.

Ya estaba apuntando a Hershel con mi Mauser K98, cuando seguí sus pasos y defendí a los inocentes fusilando a los soldados nazis, que como yo estaban encargados de la matanza; mientras, los judíos huían.

Ejecuté así mi traición. Mi castigo no sería un expediente disciplinario; Hitler pagaba la alta felonía con la muerte.

 

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