Imagen de perfilY para mí la luna

Felipe Alcalá-Santaella Llorens 

Recordaba perfectamente cuando su abuelo le compró un telescopio, y todas las noches observaban el cielo estrellado, buscando los planetas del sistema solar. Cuando miraban la luna, su abuelo le susurraba: ahí ya hemos estado.
Si estudió Derecho y no astrofísica fue porque era un poco mentecato con los números, pero siempre fue su pasión secreta. Quién le hubiera dicho a su abuelo que se iba a encargar del derecho espacial, y que su trabajo sería litigar por las nuevas tierras. Los tratados se sucedían a un ritmo vertiginoso, y el argumentario cambiaba constantemente. La premura de los estados en cubrirse las espaldas era casi obsceno; había mucho dinero en juego y la tecnología estaba al alcance. Las empresas ya le ofrecían propiedades, además del correlativo sueldo, en Ceres, en Marte o incluso en Titán. Pero él sólo quería una cosa: la luna. Tenía las mejores vistas a la Tierra.

 

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