Imagen de perfilLa toga por el hábito

JUAN LOZANO GARROTE 

Agotado del mucho litigar y del poco descansar, el joven abogado decidió encerrarse en un monasterio, a vivir vida contemplativa. Allí la paz vencía a la premura, y el tiempo se paralizaba en un delicioso ángulo de reposo.
Sin embargo, pronto se dejó llevar por los viejos vicios de siempre. El padre prior quedó escandalizado cuando, al explicarle las reglas de San Benito, aquel mentecato que había dejado la toga por la cogulla, le replicabla con un «disconforme con el correlativo» a cada una de las máximas que le enseñaba.
Sin embargo, el desacato mayor fue cuando, en medio de aquel confiteor cantado, justo en la parte del «por mi culpa, por mi gran culpa», el picapleitos quiso formular recurso. Violación de la presunción de inocencia, decía en su argumentario. Algunos le miraron con ojos desencajados. Al echarle de la celebración, él, por supuesto, formuló respetuosa protesta.

 

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