VII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilEl acusado

PAOLA ANDREA ROCCA TARGARONA 

Cuando estudiaba derecho pensaba que esto sería pan comido. Sin embargo, tras el hallazgo del extenso informe médico acerca del trastorno de identidad disociativo que sufre el acusado, la sola idea de que pudiese verse mermada su condena por un eximente derivado de su enfermedad me atormenta. He pasado horas navegando en cuantas academias de medicina virtuales pude encontrar, esperando que ello me pudiese ayudar a comprender cómo funciona su mente. Puede que mañana renuncie a defenderle, nunca lo descarto; pero la realidad es que esto comenzó hace demasiados días y demasiadas noches y cada mañana vuelvo a levantarme y leo el informe como quien estudia un programa electoral, como si pretendiese rebelarme contra mi propia figura de abogado defensor y suplicar al juez una sentencia condenatoria para mi cliente. Lo que no entiendo, su señoría, y ruego se me explique, es qué hago sentado en el sitio del acusado.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilDESEOS

Manuel de la Peña Garrido 

El abogado pensaba contundentes alegatos mientras bruñía una lámpara traída del Gran Bazar. De su interior surgió un genio que, reverenciándole, le dijo: - Te concederé tres deseos, amo. ¿Cómo te puedo ayudar? El abogado, recuperada el habla, formuló su pedido: - Desearía tener la mejor clientela. - Hecho. No te faltará el pan. Incluso defenderás a presentadoras de programas estrella y pibones hollywoodenses. - Segundo: quiero ser elocuente en mis informes orales, cual miembro de la Academia. - Concedido. Serás Cicerón reencarnado. - Tercero: que en todos mis casos se haga justicia... El genio se derrumbó. Apenas balbucía. - Uff… Eso… no puedo conseguirlo. Lo siento. Por ti y por mí, que me voy al paro. Y espero me aceptes como cliente y, con tus dotes oratorias recién adquiridas, convenzas al juez de que mi despido es manifiestamente improcedente, dado que tu noble deseo resulta de imposible cumplimiento.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilEl maestro, el alumno y viceversa

    ROBERTO MORENO ANGUITA 

    Aquella promoción de la academia había dado grandes alumnos, que acabaron siendo jueces principalmente. Su éxito se debía al programa de enseñanza creado por el profesor, al que le gustaba poder ayudar a los chavales, dedicándose a su trabajo durante el día, y dilapidando su éxito empresarial por las noches. La academia, con la crisis, quebró, y aquel profesor no tenía ni para comprar pan, cuando el dinero fácil llamó a su puerta, arruinando con ello la vida de otros tantos chavales y sus familias. No hay dinero fácil sin tener que enfrentarse a la justicia. El fiscal, en su informe, fue contundente con la pena solicitada. El caso quedó visto para sentencia. En un gesto compasivo, del alumno que tuvo que juzgar a su maestro, no dejó el hecho impune, aunque eso sí, rebajó la pena todo cuanto pudo en agradecimiento al hombre que le convirtió en su verdugo.

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  • Imagen de perfilESTRÉS

    Benedicto Torres Caballer 

    El mes pasado me matriculé en una academia que por un módico precio ofrecía un curso muy sugerente cuyo programa llevaba como título: “Para ayudar a otros primero ayúdate a ti mismo”. Oratoria, inteligencia emocional, procedimiento administrativo sin estrés, Civil con optimismo, Penal con alegría y unos cuantos más formaban el temario, pero el que más me impresionó fue el de “cómo ser abogado Zen”. Los fundamentos de este se basaban en lo siguiente: por cada jefe o compañero que te increpe escribir una hojita con tus logros o virtudes; por cada caso o cliente complicado, quince minutos de yoga y si toca un juez hueso, roer un rosco de pan como símbolo de superación. Hoy he seguido las enseñanzas académicas: después de una hora de yoga he preparado un informe de varias páginas con mis bondades y en sala he devorado un pan de cuarto antes de ser expulsado.

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  • Imagen de perfilCIUDADANO CERO

    Armando Cuevas Calderón 

    Nunca dejó de ayudar a sus padres, ni siquiera mientras preparaba las oposiciones. Por las mañanas vendía pan y leche en la pequeña tienda familiar, y por las noches iba a la academia. Hasta que por fin llegó el esperado momento y se convirtió en juez de primera instancia.
    "Sé justo, hijo", le dijo su padre antes de abrazarle orgulloso.
    Y eso trató siempre, incluso aquel día.
    Primero estudió el informe antes de aprobar el programa de actuación, y luego dictó la orden de desahucio ajustándose a derecho, por supuesto.
    A la mañana siguiente no fue a su despacho. Callejeó hasta que descubrió el tumulto. Entonces, con paso firme y haciéndose sitio entre los policías y los vecinos que allí se encontraban, sacó una cadena y se amarró a la reja de una ventana, junto a la pareja de ancianos a medio vestir que lo miraban agradecidos.

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  • Imagen de perfilGracias, señores de la Academia

    Salvador Soler Campos 

    Mis informes forenses eran envidiables, tanto como el prestigio de mi bufete; pero me sorprendió la invitación. Era excepcional, a mi edad, ser invitado a la celebérrima Academia, institución integrada por letrados eméritos. Su programa incluía una tertulia semanal, y la tradición exigía que cada neófito reconociera un error en el ejercicio de la profesión.
    Tomé el micro algo nervioso:
    - Mi cliente, narco arrepentido, recibía constantes amenazas de muerte de un compinche al que se negó a ayudar. Una noche disparó a la persona que trepaba el cerco del chalé. Resultó ser su hijo, que había olvidado las llaves. El fiscal pidió treinta años, y yo…
    - Usted debió alegar legítima defensa putativa –interrumpió un eminente jurisconsulto-, el Supremo la estima en estos casos. Pero ya es tarde.
    - O no –repliqué consultando el reloj.
    Me dirigí raudo al juzgado. Mi cliente no probó el pan de la prisión.

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  • Imagen de perfilEN EL PLATÓ

    MERCHE BOVÉ BARBERÁ 

    Su gran sueño era convertirse en director de cine y ganar un Óscar de la academia de Hollywood. Se lo contó a su padre creyendo que le podía ayudar, pero no fue así. Estudia alguna carrera que te permita ganarte el pan de cada día –le dijo-. Siguiendo la tradición familiar, se matriculó en Derecho. Los primeros cursos no le entusiasmaron demasiado, pero el programa del tercero le pareció más interesante. Terminó la carrera, continuó estudiando y a los 25 años aprobó la oposición de juez. Años más tarde, magistrado en un Juzgado de Familia, estaba convencido de que no se había alejado demasiado de los platós. Aunque no podía gritar “corten” a los abogados que hablaban demasiado en la fase de informe, en la sala de vistas él era el único director, y todos los demás, actores obligados a acatar sus órdenes.

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  • Imagen de perfil¿Casualidad o causalidad?

    Marta Trutxuelo García 

    Ella cierra la puerta de la academia y con ella años de estudio cuyo fruto atesora en su carpeta. Él da carpetazo al informe de cuentas de su bufete y cruza la calle para dirigirse a su otra actividad, ayudar en una ONG. Ella camina cabizbaja, él corre sin mirar al frente. Dibujos y documentos forman un mosaico sobre la acera. Disculpas y papeles, papeles y disculpas. En su casa, ella encuentra una oferta de empleo de un bufete entre un diseño publicitario para una marca de pan y un paisaje marino. En el bufete, él reordena el informe y descubre el programa de una exposición de arte. Ella llama y él abre la puerta. Ella le entrega el documento en el que se solicita un “retratista de la verdad” para juicios y él le pregunta cómo puede colaborar su ONG en la exposición de “Retratos verdaderos”. ¿Casualidad o causalidad?

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  • Imagen de perfilABOGADO SIN TECHO

    Enrique Barbero Rodríguez 

    ¿Ayudar? ¿Qué significaba esa palabra? Lo mío era ganar dinero. Había estudiado derecho, me había hecho abogado, no trabajador social. Yo no hacía informes, demandaba gente. Mis reclamaciones caían con todo el peso de la ley por un buen puñado de euros. Tan importante me creí q monté una academia para abogados triunfadores y tan vanidoso fui q su fracaso arrastró toda mi fortuna.
    Ahora, en un albergue de la campaña del frío, después de cenar y antes de dormir me convierto en el abogado de mis compañeros sin techo. No tengo nada, pero no les admito ni un trozo de pan y no es orgullo, es corazón.
    Mañana, tengo entrevista con el trabajador social para entrar en un programa de vivienda. Dos años en la calle enseñan mucho, nunca me he sentido más rico, más abogado.

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  • Imagen de perfilEn un juzgado de La Mancha

    Gema Fanjul Fanjul 

    Me lo encontré envejecido y enjuto, 20 años después de dejar la academia de judicatura, canoso, con bigote y perilla. Se rumoreaba que las horas de estudio del programa de oposiciones le habían dejado secuelas, pero conservaba su vehemencia en la defensa de las causas injustas, el afán de ayudar a los que el llamó “menesterosos”, su punto de locura, su carácter soñador. “Me voy al juzgado, tengo un informe final ¿me acompañas?” me preguntó “Será pan comido. Defiendo al dueño de una venta en Montiel, expropiada para instalar unos aerogeneradores”. Mis dudas se disiparon cuando, tras tomar la palabra, se caló en la cabeza una bacía de barbero, se abalanzó contra el estrado contrario y mientras con el escudo sacudía al abogado de la empresa de aerogeneración, cortó las puñetas del Abogado del Estado al tercer mandoble de la espada, al grito de “NO A LOS MOLINOS GIGANTES”.

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  • Imagen de perfilNo es lo mismo….

    Carmen Julián Maorad 

    No es lo mismo, para “ti” 8,50€ es una ronda del vermut de un domingo, una hora de zumba en una buena academia de baile, para “ella” es el pan de sus hijos, y llega un Ayuntamiento cualquiera, y por expedirle un informe que “ella” necesita para poder solicitar el beneficio de Justicia Gratuita, le pide 8,50€, y se le viene el mundo encima, se queja.. ¡es la Ordenanza!, le contestan, mira a sus hijos, saca sus únicos 10€, y se va con las vueltas y con un sabor amargo; ¿es justo?, recordando a Montesquieu “ Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa.”. ¿Que tal si modificamos la Ordenanza y contemplamos alguna exención?, tomen nota los Alcaldes/as y los candidatos/as, vamos a mirarlo en su programa. Esto no es un cuento, ¿quieres ayudar a difundirlo? RT.

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  • Imagen de perfilGorgias

    MERCEDES JIMENEZ JIMENEZ 

    Coincidimos hace años en la academia donde preparábamos judicatura. Era un tipo brillante que tuvo a bien apodarme Gorgias.
    Una mañana apareció en el despacho solicitando mis servicios. Ayudar a aquel sujeto estimulaba mi ego. Por supuesto conseguí demostrar que no había cometido el delito de estafa que se le imputaba. A partir de entonces acometimos algunos negocios en común que me proporcionaron suculentos beneficios.
    Tras meses sin noticias, apareció en el despacho con un informe bajo el brazo. Emocionado me aseguró que este negocio nos aseguraría el pan de por vida y parsimoniosamente me relató el programa a seguir. Su canto de sirenas me sedujo hasta el punto de invertir en aquella bicoca todo mi patrimonio.
    Dos años después ansío entrar en sala y demostrar al juez que este tipo me estafó.
    Gorgias : “Nada es ni cierto ni falso pero se puede demostrar que lo es”.

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  • Imagen de perfilLOCADEMIA DE ABOGACÍA

    Eduardo Martín Zurita 

    La crisis me apartó del bufete y decidí abrir una academia para ayudar a futuros picapleitos, complementando el programa de la facultad; mi pan, la Secundum Legem. Mi experiencia como abogado y un brillante expediente académico me ayudaron con el temario. El informe de los alumnos matriculados resultaba alentador: soñaban con ser Perry Mason. Hoy era el primer día del curso.
    Llegó el primero y dijo:
    - En interés general pido que se suspenda la clase: abajo hay obras. Vaya, repuse, un fiscal.
    - Es tarde, profesor, y acuso al mundo del colapso en que se encuentra el tráfico- dijo el que entró al aula a continuación.
    Pensé: esto se tuerce, el fiscal jefe.
    Y cuando me subía por las paredes, apareció el tercero, con hora y media de retraso y la foto que le solicité hace más de una semana. «Pase, señoría...» le dije entre esperpénticas reverencias y cuchufletas.

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  • Imagen de perfilSe

    Diego Solloa Yustes · La Rioja 

    Es la noticia del día en los programas de debate televisivo, y el amarillismo brilla ya en los titulares: “Un mendigo sentenciado a año y medio de cárcel por robar una baguette”. Un tertuliano defiende que no debe juzgarse a un hombre por procurar su mínimo sustento, obviando que el condenado blandía una navaja. A otro, en cambio, la pena se le queda corta: "No se puede consentir que la gente campe a sus anchas por mucha hambre que se pase". Un obispo recita el séptimo mandamiento y, con su anillo refulgiendo ante la cámara, recuerda que para eso está la iglesia: para ayudar al necesitado. Un miembro de la Real Academia de la Lengua se enreda en una disquisición etimológica sobre los términos "robar" y “pan”.

    Mientras, un colegio de abogados presenta un preocupante informe sobre la violación de Derechos Humanos en España. Nadie habla de ello.

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  • Imagen de perfilDESEOS

    Manuel de la Peña Garrido 

    El abogado pensaba contundentes alegatos mientras bruñía una lámpara traída del Gran Bazar. De su interior surgió un genio que, reverenciándole, le dijo:
    - Te concederé tres deseos, amo. ¿Cómo te puedo ayudar?
    El abogado, recuperada el habla, formuló su pedido:
    - Desearía tener la mejor clientela.
    - Hecho. No te faltará el pan. Incluso defenderás a presentadoras de programas estrella y pibones hollywoodenses.
    - Segundo: quiero ser elocuente en mis informes orales, cual miembro de la Academia.
    - Concedido. Serás Cicerón reencarnado.
    - Tercero: que en todos mis casos se haga justicia...
    El genio se derrumbó. Apenas balbucía.
    - Uff… Eso… no puedo conseguirlo. Lo siento. Por ti y por mí, que me voy al paro. Y espero me aceptes como cliente y, con tus dotes oratorias recién adquiridas, convenzas al juez de que mi despido es manifiestamente improcedente, dado que tu noble deseo resulta de imposible cumplimiento.

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  • Imagen de perfilEVIDENCIAS

    RAFAEL OLIVARES SEGUÍ 

    Atendiendo a su carácter emprendedor, Eutimio Cifuentes abrió aquella academia. En ella impartía el curso "Cómo triunfar en la vida. Claves para el éxito", con el que pretendía ayudar a forjarse un futuro a cualquiera que se matriculara. Después de meses de onerosos honorarios, cientos de sus alumnos le demandaron por estafa al comprobar que ninguna enseñanza práctica obtenían. Durante la vista, el juez emplazó a su abogado defensor a que citara un caso, solo uno, en el que el método hubiera resultado de utilidad. En su informe de conclusiones y como prueba irrefutable, el letrado arguyó que gracias al programa, ni a Eutimio, ni a su esposa, ni a sus cuatro hijos les había faltado el pan durante todo el tiempo que duró.

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  • Imagen de perfilAbracadabra

    Teresa Álvarez 

    Amontonaba siete casos perdidos. El número cabalístico. Mi vecina, que se buscaba la vida como pitonisa en la televisión local, también despachaba consulta quiromántica junto a la academia de peluquería, donde yo, desmoralizado, acudí. Cleo me advirtió que los abogados que perdíamos juicios terminábamos perdiendo “el juicio”. Ella me podía ayudar.
    -Tendré que acompañarte a las sesiones del proceso, leer informes, conocer a demandantes y demandados, al juez, a los que escriben tan rápido. Estenotipistas, apunté con miedo a ofenderla.
    Fieles al programa batallamos meses compartiendo el pan y la sal. Con sus dotes adivinatorias y su percepción extrasensorial ganábamos juicios. Mi intervención en un sumario conllevaba el triunfo. Me convertí en el letrado de las estrellas mediáticas. Nos casamos. Hoy, ordenando el desván he descubierto, apergaminado y mohoso, el titulo de licenciada en derecho de mi mujer, fechado tres años antes de que yo terminase la carrera.

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  • Imagen de perfilLA ÚLTIMA PRUEBA

    Ferran Varela Navarro 

    El joven contuvo un suspiro al escuchar las condiciones del trabajo. Ya había estado en un millón de entrevistas similares y siempre sucedía lo mismo. No solo pedían unas notas excelentes en la universidad, un par de cursos en una prestigiosa academia de idiomas y un máster en el extranjero, sino que, además, debía tener experiencia laboral. El puesto, por supuesto, era de becario. Eso significaba que, con suerte, le permitirían ayudar a redactar algún informe jurídico sin importancia después de llevarle el café a los jefes.
    —Entrarías como parte de nuestro programa de formación —explicó el entrevistador—. Harás currículo y aprenderás mucho, pero no tendrás salario hasta dentro de dos años.
    —Entonces volveré en dos años —replicó el joven—. Tengo que ganarme el pan.
    —Un negociador, ¿eh? Bien. Los conformistas no son buenos abogados. —El hombre estrechó la mano del chico—. Cobrarás desde el primer día. Bienvenido a bordo.

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