VI Concurso de Microrrelatos sobre abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

Vocación

Teresa Álvarez González · Córdoba 

La pasión de mi padre por el derecho y su frustrada carrera como abogado hicieron que pusiera todas sus esperanzas en mí. Así, como el que mete un trozo de barro en un horno esperando que salga un ladrillo, me regaló el día que cumplí diez años, en vez de un libro de Salgari, el Código Penal, con sus apéndices y todo. Si hago inventario de mi biblioteca de adolescente, excepto una decena de libros de cuentos que me trajeron mis abuelos, todos eran de editoriales jurídicas. Con quince años estrené la cédula de socio de Abogados sin fronteras. Mi padre, que carece por completo de sentido del humor, me echó de casa el día que me matriculé en la Escuela de Arte Dramático, a pesar de que le juré que me especializaría en interpretar papeles de abogado.

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Relatos seleccionados

  • Un cliente difícil

    Eva María Cardona Guasch · Ibiza (Islas Baleares) 

    Nunca tuve cliente más peculiar. Era un tipo campechano, con un particular sentido del humor. Parecía vivir en una fiesta continua en la que él era el único invitado. Todo eran bromas. No se tomaba nada en serio. Durante años estampó su firma donde le indicaba su socio que, al final, se largó y le dejó sin dinero, sin esposa y con un extenso inventario de imputaciones. Igual vendía casas en las que nadie iba a colocar un ladrillo, que emitía cédulas de propiedad falsificadas. Inconscientemente, seguro. No aprecié en él pasión o querencia por el dinero ni el lujo. Sin una sola conversación coherente, la preparación de su defensa resultó caótica. Me decía: Sabrás qué hacer, eres muy bueno. Debía burlarse. En el juicio, aprovechó el último turno de palabra para contar un chascarrillo. Fue directo a prisión y allí falleció no hace mucho. Muerto de risa.

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  • DILEMA

    Maribel Romero Soler · Elche (Alicante) 

    Desde que el constructor puso el primer ladrillo de mi casa hasta que conseguí la cédula de habitabilidad transcurrieron cinco años. «Todo por la calidad —solía decir él—, hay que hacer las cosas con esmero, con pasión», aseguraba. Hoy se me ha caído el techo encima mientras dormía. Menos mal que el nórdico ha resultado ser tan eficaz como un airbag y no tengo que lamentar daños personales. «Tú haz inventario de todos los desperfectos —me ha dicho mi abogado—, que lo vamos a demandar y le vamos a sacar una pasta gansa», ha añadido con ese humor que lo caracteriza. Y yo no sé qué hacer, me encuentro en un verdadero dilema, y no solo porque el constructor sea mi padre, es que, además, el abogado es mi hijo.

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  • UN LEGADO MUY ESPECIAL

    Guillermo Sancho Hernández · Piles (Valencia) 

    Mi difunto padre, un abogado que vivía con pasión su trabajo, era además un cinéfilo extraordinario. Jurista ejemplar, me inculcó el amor a la profesión, que también ejerzo en el que fue su bufete. Por eso, hallar algún recuerdo suyo es casi el único aliciente del tedioso inventario del despacho. Hoy, bajo una carpeta llena de antiguas copias de cédulas y oficios judiciales, he encontrado un curioso papel, titulado “Mapa del tesoro”, que he atribuido al proverbial sentido del humor de mi padre. Siguiendo ese croquis he llegado hasta un minúsculo interruptor, casi invisible en la pared de ladrillo rojo en la que reposa su inmensa biblioteca. Tras accionar el dispositivo, ha aparecido ante mí una magnífica colección de fotos en blanco y negro de bellísimas estrellas de cine (Paulette Goddard, Rita Hayworth, Ava Gardner, Marilyn Monroe, Sophia Loren…) perfectamente conservadas, y con dedicatorias de su puño y letra.

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  • NO ES PARA TANTO

    CANDI TORRES MORENO · PALAFRUGELL 

    El Sr. Ramírez, dejó caer, con mucha pasión, la cédula que había recibido del Juzgado, junto a la copia de la demanda de divorcio interpuesta por su esposa, ante la mesa de su abogado. Según él, ella quería vengarse, porque se había enterado que tenía una amante desde hacía veinticinco años; y no se lo había tomado bien. Durante los veinticinco años de infidelidad, siempre había sido con la misma, así que tampoco era para tanto, afirmaba. ¿Y por qué había que hacer un inventario para que ella se quedase la mitad de sus bienes? Todo le pertenecía a él, ella nunca había trabajado. El letrado no sabía si su cliente tenía un exceso de sentido del humor, muy ácido; o un alto grado de estupidez provocado por un golpe en la cabeza, quizás con un ladrillo. O, si simplemente, era un claro ejemplo de elevado machismo.

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  • El coleccionista

    Diego Marín Galisteo · Córdoba 

    Me gusta coleccionar abogados. Es una pasión como otra cualquiera. Los tengo de todas las especialidades: laboralistas, penalistas, financieros… Están ordenados en una estantería que mandé fabricar expresamente para colocarlos allí, cada uno con su cédula de identificación en la que además aparece una breve biografía que incluye anécdotas personales, despacho de procedencia, número de casos ganados, hasta un código QR con un enlace a una página web que he creado para ponerme en contacto con otras personas que compartan mi debilidad. Mi familia lo ve raro, aunque lo han aceptado como algo más asociado a mi particular sentido del humor. Mejor esto que volver al ladrillo, les repito yo. En septiembre, cuando comienza el año judicial, hago inventario porque sé que cualquier día lo de conseguir cabezas de abogados dejara de ser una afición minoritaria y yo quiero ser el primero que tenga la colección completa.

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  • REFRANERO

    Paloma Hidalgo Díez · Alcalá de Henares. Madrid 

    Mi abuela, siempre que de niñas íbamos a verla, nos decía a mis hermanas y a mí: —Hijas, cuando tengáis que escoger marido, recordad lo que os digo: “Más vale humor en inventario que ladrillos y asientos bancarios. Une más la risa, que la pasión sumisa. En la cédula de una pareja, mejor las bromas que las quejas. Y si además es abogado, tendréis el sustento asegurado." Menos mal que yo no le hice caso, y me casé con el hijo del dueño de la panadería. Gracias a eso, mis hermanas, que sí siguieron sus consejos, comen pan reciente a diario.

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  • GREGUERÍAS JURÍDICAS

    JUAN CARLOS MONTERDE GARCíA · BADAJOZ 

    Aún recuerdo en mis años de letrado a D. Ramón Gómez de la Serna paseando con pipa y pajarita por los pasillos de la Audiencia de Madrid. Lo ví una vez desayunando en la tertulia del Pombo, y decían que era el creador de las greguerías. Estaba esperando un día con mi cliente a una vista, cuando le escuché en el despacho del Juez: La pasión es la constancia viva de los abogados en su trabajo. La cédula es el mueble de cedro que perdió la ‘’r’’ en el transporte, y que la Letrada Dª. Úrsula llamó en su nombre para ponerlo en su despacho. El humor es el buen trato que los Letrados dan al cliente. El inventario es el resumen de los abogados a final de mes sobre sus pleitos. El ladrillo es la primera piedra puesta para construir un juzgado.

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  • RELACIÓN DETALLADA DE BIENES

    Antonio Ortuño Casas · Lorca (Murcia) 

    Tenía un humor de perros, el inventario no le cuadraba, sobraban cosas y faltaban otras. Al enterarme de ello le conferí que lo hiciera con la pasión con la que se hacía antes, revisando uno a uno todos los bienes del patrimonio generado tras casi ya un siglo, cuando mi bisabuelo, un reputado abogado, abrió el gabinete que después los hijos y los hijos de esos hijos hemos venido cada vez haciendo más ilustre. La cédula original de apertura del establecimiento todavía cuelga del mismo lugar donde la colocó mi bisabuelo, sobresaliendo tras ella el ladrillo que tiene el honor de sostenerla. Le recordé entonces al contable que ambos, cédula y ladrillo, siguieran ocupando el lugar que se merecen, los primeros, en el inventario.

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  • ABSOLUCIÓN Y CONDENA

    Eugenio Arribas López · COLLADO-VILLALBA (Madrid) 

    El objetivo era ahora que María volviese a sonreír. Utilizaría la fórmula que nunca le fallaba, mezcla de pasión y humor. Recordó su desconcertante reacción cuando le enseñó la cédula con un señalamiento que les impedía emprender el viaje que a ella le hacía tantísima ilusión. No hubo reproches, ni inventario de las veces que había sido postergado, sólo silencio; un espeso silencio prolongado durante semanas que, no sin cierto sentimiento de culpa, agradeció para volcarse en el caso. Crecido por la absolución de su cliente, estaba seguro de saber hacerse perdonar. Cuando llegó, María no estaba; era raro, desde que sus hijos se emanciparon apenas salía por las tardes. Sobre la mesa, debajo del decorativo ladrillo de diseño, encontró un informe médico con un diagnóstico fatal. En el mismo papel, había escrito: “Estoy segura de que tu cliente habrá sido absuelto pero no has podido aliviar mi condena”.

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  • Ruinosa herencia

    Marcos Dios Almeida · Vilaboa (Pontevedra) 

    Examiné el inventario de los bienes de un pazo que amenazaba ruina. Nuestro cliente apenas disponía de la fotocopia de una antigua cédula testamentaria para defender su postura como legítimo heredero de aquellos bienes rodeados de robledales. Pero las disposiciones del documento resultaban confusas, y los sobrinos del difunto marqués pretendían lo que debía corresponder a su único nieto, el cual malvivía en una favela de Río de Janeiro. Semejante ladrillo de papeles me obligó a hacer horas extra en el bufete. Me lo tomé con humor. Yo debía pasarle una pensión a quien había sido la pasión de mi vida, cuidar de nuestra hija los fines de semana y ayudar a mis papás, cuyas respectivas pagas no les llegaban ni para comer. Mientras me ocupaba del castillete del hijodalgo en mi piso de alquiler medraban las goteras. ¡Maldito invierno!

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  • AMAR LA VIDA

    ASIER SAN JUAN LAUZIRIKA · Bermeo (Vizcaya) 

    A las puertas del final me dispongo a hacer inventario de mis bienes más preciados: mi pasión por la vida, el buen humor y el buen amor, que a mi edad no es poco y una mano llena de dedos que representa a los buenos amigos que en mi larga vida tuve. Ahora que los años pesan como un ladrillo sobre una tela de araña, ahora que las manos tiemblan y los dientes rechinan, ahora, es cuando los millones que engrosan las cuentas bancarias menos valen. Desde mi lecho de muerte miro al joven abogado al que redacto mi cédula testamentaria y, aunque por un momento me tienta envidiarle, su rostro gris hace que no desee cambiarme por él en absoluto. No hay riqueza mayor que haber amado la vida. Le dedico una sonrisa. ¡l me mira y resopla sin entender.

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  • Un amargo bailarín de tango

    Paloma Gandía Vicedo · Alcoy (ALicante) 

    Bailar tangos era la pasión del vendedor de ladrillos de la calle Cascarrosa. Todas las tardes cerraba el inventario del pequeño establecimiento que regulaba, y, orgulloso de las ganancias que recibía, se dirigía felizmente al club de tango de su localidad. Allí danzaba días y noches, hasta que conoció a la argentina Ivonne. Ella le enamoró con su humor, su vestido rojo pasión y su enigmática mirada. Sin embargo, no intuyó que tras el cuerpo encantador de la bailarina se ocultaba el rostro severo de una firme abogada, que con seducciones atrajo al hombre hacia ella. En la cama, Ivonne le retrató la cruda realidad: estaba acusado por su antiguo socio, que además adjudicaba pruebas de los fraudes con que Ramón vendía sus ladrillos. Entre lágrimas, no tuvo más remedio que firmar una cédula citándole a juicio el día 23. A posteriori, olvidó cómo bailar.

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  • La cédula testamentaria

    Blanca María Muñoz Rubio · Madrid 

    El abogado acababa de leer el testamento. La puerta del despacho se abrió de repente golpeando la pared. Un atolondrado joven entró sin dar los buenos días. ¡€™¡Creí que no llegaba!¡€™exclamó con una sonrisa que mostraba el buen humor que le acompañaba. Se sentó despanzurrado en uno de los sillones y plantó los pies sobre la mesa mientras examinaba el inventario.¡€™Supongo que Vd. será el nieto del difunto.¡€™Sí, soy el nieto del viejo éste que ha¡€™palmao?.¡€™Tal cual se recogía en el testamento, adscrito a éste, existe una cédula testamentaria que tiene como lema¡€™Al gilipollas de mi nieto?¡€™prosiguió el letrado con toda la pasión que su educación le permitía?. Dice así: La mansión ha sido desmontada ladrillo a ladrillo. Te dejo el terreno, los materiales de construcción y la posibilidad de enseñarte a trabajar. Hazte constructor, y continúa la saga.

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  • Víctima colateral

    ¡µNGEL MUí‘OZ TRAPERO · Ciudad Real 

    Mis socios y yo aprovechamos los días de asueto que nos depara la Semana Santa para hacer limpieza e inventario en nuestro bufete. Nuestra buena disposición se vio interrumpida por la presencia (teníamos la puerta de entrada abierta y llegó sin hacer ruido, como una aparición que nos sobrecogió) de un hombre cincuentón, canoso y elegantemente desaliñado. Traía una carpeta de plástico transparente de la que sacó una cédula hipotecaria que quitaba el hipo: cuarenta años tenía por delante para pagar su piso. ¡Hacía falta humor para firmar esa deuda! Quería que le revisáramos el pago mensual a ver si obrábamos un milagro en la semana de pasión. Mis colegas y yo nos dirigimos una mirada cómplice, apiadándonos previamente del infortunado que fuese de nuevo una víctima colateral del ladrillo.

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  • FALTA DE JUSTICIA

    MARí–A MANUELA ANDREU LLORENS · Valencia 

    La orden de detención ya había sido cursada contra el empresario del ladrillo que había hecho caso omiso a la cédula de citación. Su gran pasión era el dinero fácil y por ende la corrupción. Los villanos con gran sentido del humor habían intentado comprar al juez, y llenos de arrogancia provocaron su traslado. ¡ste los miraba y los odiaba por lo que representaban. La encerrona fue planeada sin motivo y de forma perversa. El juez juró venganza. Su abogado le manifestó -estamos navegando en aguas sucias- contestando el juez -sé que estoy sólo en el proceso-. El nuevo juez denegó pruebas y acordó el sobreseimiento. El letrado le manifestó al nuevo juez -mi más cordial enhorabuena-. El juez, que se vio obligado a trasladarse, solicitó ayuda a un psiquiatra que le aplicó el inventario de depresión de Beck.

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  • Espíritu aventurero

    María Antonia Lucas Amate · MADRID 

    "No importa a lo que te dediques en la vida siempre que lo hagas con pasión?. Cuando era pequeña mi madre me lo decía cuando buscaba mi lugar en el mundo y aquello que me hiciera feliz. El problema es que nunca pensó que sería abogado. No es que fuera una profesión deshonrosa, todo lo contrario, es que ella, soñadora de profesión, imaginaba algo romántico y aventurero. No entendía cómo podía apasionarme ante un libro de quinientas páginas que le parecía un ladrillo y desde luego no encontraba nada emocionante redactar cédulas de ningún tipo. Simpre estaba de buen humor y sólo la vi llorar el día que le confesé que quería estudiar Derecho. Para compensar, intento hacer cosas que me diferencien de los demás letrados y le hagan estar orgullosa de mó y entre mi inventario de peculiaridades tengo que destacar una toga rosa que nunca me dejan usar.

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  • Lo que hay que ver…

    María-Teresa Piedrafita Gistao · Marbella (Málaga) 

    Cuando me llegó la cédula de citación para un juicio de faltas, creí morir. Menos mal que mi sentido del humor me hizo ver ésto como una experiencia más que añadir a la dilatada carrera de obstáculos que es mi vida. Vivida con pasión, según mis amigas. Y no hago inventario de mis 60 años, para no salirme del patrón, pues con 150 palabras no tendría ni para el título. Encima --esto tiene guasa-- el demandante es el vecino del quinto a quien pillé meándose en el descansillo de mi piso. Dice que le agredí con un ladrillo, pero ¡que vaaaa!, le metí un viaje con la bolsa de la compra y si perdió un par de dientes sería porque ya los tenía mal. ¡Con un ladrillo dice que le arreé! Nada de eso. Ah, bueno... creo que en la bolsa iban unas latas de tomate de las de kilo.

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  • EL PERRITO PONCHO

    Laura Nieves Muñoz Rubio · Ciudad Real 

    El timbre de la puerta me devolvió a la realidad. Llevaba toda la mañana intentando extraer de mi aturdida mente el argumento definitivo para conseguir la custodia de la única hija de cinco años de mi cliente. El expediente de divorcio era un auténtico ladrillo, con un enorme inventario de la jugosa sociedad de gananciales del matrimonio. Abrí la puerta y el cartero me extendió la cédula de citación para el juicio junto con el informe del psicólogo infantil que había atendido a la menor a petición de ambos progenitores. Lo leí con manos temblorosas y por fin, la tensión dejó paso al humor.¡€™Preguntada la menor con quién de sus papás preferiría vivir, ésta ha contestado sin dudar que con quien tenga a su perrito Poncho?, rezaba el informe. Solté una sonora carcajada y recordé el porqué de mi pasión por los procedimientos de familia.

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  • Un buen trato

    KALTON BRUHL · HONDURAS 

    Mi hermano y yo no podríamos haber sido más diferentes. Algo así como comparar el tumultuoso humor de un carnaval con la solemnidad de una representación de la Pasión de Cristo. Un inventario de cualidades no me sería muy favorable: ¡l era un exitoso abogado que tras la primera cédula de citación ya tenía ganado el pleito, yo era un vagabundo sin remedio. Pero fue él quien cometió un crimen. Yo no tenía nada; él podía perderlo todo. No tardé mucho en tomar una decisión. Desde entonces me visita cada semana y me cuenta hasta el último detalle de su vida. Somos gemelos idénticos, así que es fácil imaginar que soy el hombre de las fotografías. Yo nunca habría tenido una vida como la suya, pero ahora, rodeado por los ladrillos de mi celda, puedo soñarla como mía.

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  • ALEGATO DEL ABOGADO DEFENSOR

    JUANJO GUTI¡RREZ GUARDIOLA · Madrid 

    A quién le importa, honorables miembros del jurado, que mi cliente sea un hombre cuyos dos pilares en la vida fueron la pasión y el humor; que empezó en el negocio del ladrillo para acabar con un inventario de sus bienes que hoy nos causaría sonrojo; que contrajo, como demuestra esta cédula, la obligación de hacer reír al público en todas y cada una de sus funciones, a pesar de saber que la trapecista y el domador de leones le chantajeaban con hacer pública su historia, a saber: la de un hombre hecho a sí mismo que, superando todos los obstáculos, se abrió paso entre la funambulista y el lanzador de cuchillos, ignoró al jefe de pista y rodeó a la taquillera, para acabar clavando (con suma pericia, eso sí) un cortaplumas en la yugular del joven chimpancé que, minutos antes, piropeó a su señora en forma de silbido.

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