Imagen de perfilLA SOLEDAD DEL INICIADO

Aurora Roger Torlá 

Nos despertaron ruidos a medianoche. Ausculté la pared (es más cómodo que pegar la oreja ). Salimos, descalzos, a explorar el pasillo .Hallamos indicios. Por el quicio de una puerta, asomaba la transparencia de la luz de un flexo.
En el dormitorio estaba Carlos, con estrado, toga y» micro». De pie, sobre una caja de fruta, enfundado en una capa negra de superhéroe, con una piruleta junto a su boca como micrófono. Dirigía su mirada, desde lo alto, hacia una imaginaria concurrencia, inexistente, invisible, pero al parecer numerosa. Gesticulaba. Su discurso era vehemente, y parecía leerlo en un cartón que sostenía con la otra mano.
Entonces lo comprendimos. Nuestro hijo tenía que ensayar, repasar y actualizar los últimos detalles . Seis horas más tarde, como abogado, tenía su primer juicio.

 

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