Imagen de perfilPASANTÍA CERVANTINA

PATRICIA DURÓ ALEU 

Convertido en aspirante a letrado, inicié mi andadura profesional como pasante en el bufete de don Alonso “el invencible”. Entusiasmado, me vi a mi mismo enarbolando códigos y defendiendo, con idealismo quijotesco, causas perdidas. “¡Déjese de zarandajas!”, espetó él mi primer día: “¡De momento, a ordenar expedientes!”. Cual fiel escudero, aprendí a compaginar mis tareas acarreando legajos capaces de provocar hernia de disco con el atento escrutinio de su trabajo: su estrategia procesal infalible, su impecable oratoria, su independencia… Cuando lo visité en el hospital tras sufrir un infarto no imaginaba que me emplazaría, índice en alto, a sustituirle al día siguiente bajo la arenga de “¡adelante, llegó su hora!”. Con un sudor frío le di mi palabra y, tras pasar la noche en blanco revolviendo papeles, me atavié mi primera toga para hacer el milagro: Sancho Panza derrotó al molino, y jamás olvidaría las enseñanzas impagables de su Quijote.

 

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