Imagen de perfilFRUTA PODRIDA

LOLA SANABRIA GARCÍA 

Era un experto en derecho procesal. Brillante en la exposición e implacable en sus conclusiones, llevaba los juicios con gran maestría. Sobre su mesa se amontonaban los informes, para desesperación de aquellos que asistían impotentes a sus larguísimas exhortaciones, ante un tribunal rendido de antemano a su discurso de disco rayado. Para él cualquier atenuante era zarandaja, pecata minuta, trampantojo que zancadilleaba la independencia de la justicia. Y así, lo mismo mandaba al Infierno a un ladrón de un supermercado, que a un asesino. Pero aquel aspirante a Lucifer, querubín rubio que sonreía inocente y angelical, le robó el alma. Pasó de fiscal a defensor y juez y le abrió las puertas del Cielo. Desde entonces, un espeso manto de nubes ensangrentadas cubren la Tierra, y los niños se echan a perder sin ángeles que los orienten y los guíen.

 

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