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Manuel de la Peña Garrido · Madrid 

Inmersos en la densa atmósfera de la sala, los litigantes se escrutan. Hacen previsiones sobre las bazas del contrario. La suerte está echada. El joven letrado pone boca arriba sus fundamentos. El avieso fiscal exhibe a continuación los suyos. Celebra, apurando su copa, la evidencia de su victoria. –Prisión para su patrocinado. Pida la suspensión de la condena. No me opondré. Y puede tomarse la revancha en el siguiente caso -dice al cabo. – Mejor tramitaré un indulto. Y acepto el envite. Prefiero el puro azar al capricho judicial – sentencia el abogado barajando los naipes.

 

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