V Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

El Testigo

Héctor Durán Vicente · Madrid 

Fuera, en la calle, todavía seguía lloviendo. El único testigo que había encontrado se movía nervioso por la habitación del hotel. Le pregunté si estaría dispuesto a declarar a favor de mi cliente, si podría dar, en la comparecencia ante el juez, algún dato sobre la identidad y el paradero del verdadero asesino que evitara la cárcel a un hombre inocente. Una reacción de pánico se reflejó en el rostro del testigo. “Él … ése … puede estar en cualquier parte”, balbuceó con esfuerzo, como si la coerción de sus recuerdos, como si la argolla de la memoria perturbara sus pensamientos. El cristal de la ventana admitió que la luz de un rayo iluminara, por un instante, la habitación. De repente, oímos crujir la madera del suelo del pasillo. Un tenue chasquido. Cada vez más fuerte. Alguien se acercaba. Fuera, en la calle, todavía seguía lloviendo.

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Relatos seleccionados

  • CONDENADO

    Javier García Barragán · Vinarós (Castellón) 

    No puedo dormir. Pasan por mi mente una y otra vez todos los avatares del juicio en el que fui testigo. Las palabras del Fiscal cuando me entrevisté con él: “la responsabilidad que pesa sobre nuestras cabezas”. La noche en el hotel antes de la comparecencia en juicio, con un policía en la habitación y dos agentes más fuera, guardando la puerta. El acto del juicio, la velada coerción a la que me sometía el Abogado defensor, con su mirada fija en mí. La reacción del acusado, con aquella media sonrisa que expresaba que mi vida no valía nada, y aquellos dos hombres detrás de él que daban miedo. Soy un testigo protegido y vivo en un bonito chalet, lejos de mi hogar, atento a cualquier ruido extraño. Estoy solo y asustado, mi testimonio evitó el ingreso en prisión, pero no soy libre, el miedo es mi cárcel.

     

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  • La decisión

    Ana López Giráldez · Santiago de Compostela 

    Habíamos quedado en el Hotel Venus, era una simple transacción, no se prolongaría demasiado tiempo. Me arregle informalmente, el espejo de mi habitación me devolvía una mirada distinta a la de algunos años. Ya no era la joven abogada que deseaba autonomía en sus decisiones, ahora podía tomarlas sola, la coerción de mis superiores se tornaba inexistente. Las comparecencias en el Juzgado no hacían mella en mi estado de ánimo, no existían reacciones nerviosas, no temblaban ya mis manos. Me había adaptado al sistema judicial y a las injusticias de la vida. No tenía que decidir si coger o no el sobre, ya estaba decidido. No me importaba nada. Porque nada se revolvía en mi interior, quizás el vaivén de la vida había adormecido mi conciencia. ¡¨Aunque era la mía sola o la de todos?.

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  • Noches en vela.

    Manuel Pérez Lázaro-Carrasco · Burguillos de Toledo (Toledo) 

    Desvelada, noche tras noche me asomo a la ventana percibiendo la misma rutina: el luminoso del hotel, el vagabundo a trompicones por la acera, el gato removiendo la basura.......intento aislar la mente para no pensar. Abro la mesilla, cojo el sobre de la citación, la comparecencia me atormenta. No se la reacción que tendré cuando coincida con mi casero. Agotada, ansío conciliar el sueño y, miro la hora, ¡es tardísimo! ¡Voy a llegar tarde el juzgado! Bajo la escalera brincando de dos en dos los peldaños. En la calle está esperando mi abogada, al verme alterada me comenta lo trascendente que es tener un grado de coerción en el momento del juicio. Todo transcurre en un periquete, sin darme cuenta estoy leyendo el cartel que han puesto en la sala: “se suspenden las vistas por huelga” y, empiezo a rumiar, ¡otra noche más en vela!

     

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  • El huerto

    Elodie LE GOFF · Barcelona 

    Al principio, la recomendación le pareció curiosa, “hazte un huerto en el despacho y no te olvides de introducir en el sustrato restos de papel para no gastar tanta fibra de coco”. Mientras partía los trocitos de papel en los maceteros, la vista se le fue al expediente M. Recordó la comparecencia ante la prensa para defender la reputación de M que denunció al entonces diputado X por agresión sexual en la suite del hotel donde M trabajaba como camarera. También se acordó de su reacción cuando llegó por valija un sobre grande con una esquela avisando de la muerte de M, con la fecha y el lugar del entierro, una coerción más para abandonar el caso. Lentamente fue rasgándolo todo y haciéndolo desaparecer en la tierra con la esperanza de que se transformase en algo hermoso: unas fresas, unos tomates, sólo eso, acciones sencillas para asuntos complejos !

     

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  • Perdono pero no olvido

    Cala · Puertollano (Ciudad Real) 

    Mi primera reacción, tras perder mi primer juicio, me llevó al hotel para explicarle a mi cliente la importante coerción legal que nos habían aplicado. -Es preciso cambiar algunas claves para tus futuras comparecencias- me dijo; y, al día siguiente repasábamos juntos un manual sobre Actuaciones en Sala. Coincidíamos que desenvolverme de forma más efectiva, en la vista, hubiera cambiado la sentencia; aunque mi esguince de tobillo no facilitara las cosas. Lucir mi tinte morado y el corte de pelo punki fastidiaron; parece determinante entrar en La Sala con la toga puesta. Gritarles un sonoro buenos días desde la entrada no es tan efectivo como saludarles de uno en uno, ni tutear a mi cliente en el interrogatorio porque era papá, tampoco. Ah, olvidaba algo importante: nunca debí increpar así a mi ex aunque hiciera el papel de abogado contrario. Ufff… esto va a costarme; no se olvidar nuestro divorcio.

     

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  • EL ENCARGO

    ÁNGEL JUÁREZ ABEJARO · Madrid 

    Quince años de ejercicio profesional. Como abogado, se había ganado un merecido prestigio y tenía fama entre sus compañeros de ser un profesional serio y honesto. Por eso, o tal vez por vanidad, su primera reacción cuando fue citado por el TRASH Bank en el mejor hotel de la ciudad fue de lógica satisfacción. Debía transformar la compraventa de una VPP entre dos particulares, con un precio de venta autorizado por la Comunidad Autónoma de 49.000 euros, en una hipoteca por valor de 170.000. Sin coerción alguna por parte del Banco, aceptó sin pestañear el encargo y un sobre con un buen fajo de billetes como provisión. Ahora el Banco ha ejecutado la hipoteca, dejando en la calle a una pareja de jóvenes con una deuda de 274.000 euros. Frente al desconocido del otro lado del espejo, se preguntó: ¿Ante quién tengo que comparecer para ser condenado por semejante indignidad?...

     

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  • NOTA DE PRENSA

    Mª Isabel Soriano Vidal · Cheste(Valencia) 

    El espectro de un abogado aterroriza a los huéspedes de un hotel: Fuentes oficiales confirman que cada noche a las doce, tiene lugar la comparecencia del ente en la habitación del ático, que es donde tiene instalado su dantesco despacho. Ataviado con la típica toga de la profesión y provisto de un maletín repleto de etérea documentación e incorpóreos sobres con expedientes, se pasea por todas las habitaciones, a la caza de clientes, provocando las más insólitas reacciones. Al parecer, todo ocurrió porque en vida, siendo letrado de éxito, perdió por un descuido, un caso ganado de antemano. Su clienta, una cíngara de misteriosos ojos verdes, lo maldijo: -¡Pleitos tengas y los ganes...por toda la eternidad! Se comenta que no emplea ninguna medida de coerción para convencer a los futuros clientes que, espantados por la terrorífica combinación de la entidad abogado-espectro, le autorizan al instante con poderes generales.

     

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  • Libre soy, siénteme libre

    ROSA MARIA LORENTE GIL · ALICANTE 

    Salió cauteloso de la habitación de hotel donde había dormido. Era 28 de marzo, estaba seguro, porque en su cabeza iba y venia como una reacción poética de su vida unos versos de Miguel Hernández, que tal día como aquel moría en prisión. La vida es sorprendente, el día de su comparecencia ante el Juzgado, acusado de lesionar al director del banco que le había estafado hasta el último euro, se sentía más libre que nunca. Él, pacifista manifiesto, amante de la comida vegetariana, los viajes largos y la buena literatura, sometido a la coerción del sistema judicial por un momento de debilidad. Un simple empujón al capitalismo, un toque sin más a la persona que a sabiendas del engaño le comercializó un producto financiero que hipotecó su tranquilidad. Llegó al Juzgado sereno pero sobre todo inspirado, con profundo respeto miró a la sala y susurró “Libre soy”

     

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  • BUEN TRABAJO

    Yolanda Nava Miguélez · LEÓN 

    Mi pulso se aceleró de modo alarmante, una reacción normal a la extraña llamada: me citaron en un hotel a las afueras, me recibió un personaje que se presentó como abogado a pesar de tener pinta de gánster, agradeció mi puntual comparecencia, recalcó que era un acto libre de coerción…, mientras hablaba revisaba objetos decorativos y mobiliario de forma inquisitiva y minuciosa, terminó alargándome un sobre en silencio, casi me desmayo al ver tantos billetes de quinientos, lo acompañaba una nota, se me felicitaba por el exitoso trabajo realizado con el presidente. Lo vi en las noticias: un accidente de coche con el peor resultado. Miré al tipo con cara de interrogación: -¿Señor Lucas Taramillo, está usted bien? Arguyó el supuesto letrado. Me apellido Taramillo, Lucas es mi gemelo del que no sé nada desde hace años. -Perfectamente, ha sido un leve mareo.

     

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  • ETERNA ABOGADA

    Leticia Grande Valiente · Plasencia (Cáceres) 

    "San Pedro, no hace falta que bloquee la puerta con tanta fuerza. Voy a fundamentar los argumentos por los que debo estar en el cielo, quedando exenta de responsabilidad: -En primer lugar: he dedicado mi vida a la comparecencia en los Juzgados para la defensa de los intereses de mis clientes, ante cualquier tipo de agresión ilegítima. -En segundo lugar: en todos los conflictos jurídicos, que me he visto inmersa, he tenido una reacción racional, intentando repeler o impedir el conflicto. -Y en tercer lugar: he sido una persona responsable y nunca he ejercido coerción sobre los demás, tan sólo me he defendido. Por lo tanto, concluyo que mi vida reúne los requisitos necesarios para poder aplicar la eximente completa del artículo 20.4 del Código Penal, relativo a la legítima defensa." ¡Hay que ver cómo es la vocación...que ni dormida en el hotel dejo de trabajar!

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  • La cigarra y la hormiga

    Mariona Maciá Rivas · Lleida 

    Bajo la dirección letrada del sindicato de formícidos, la decisión más sabia de la hormiga fue demandar a su jefe la cigarra, impugnando su despido por considerarlo nulo. Ambas comparecencias fueron breves en conciliación: Acto sin avenencia. Ni el jugoso sobre que ofreció la cigarra bastó para forzar una reacción. La coerción fue durante tiempo el arma más valiosa del jefe, obligando a la hormiga a trabajar como una esclava para acabar antes de tiempo la construcción de un lujoso hotel de cinco estrellas para invertebrados. En juicio, la cigarra aboga por la procedencia del despido, acogiéndose en el artículo 54.2.f del Estatuto de los Insectos: Disminución continuada y voluntaria en el rendimiento de trabajo. La hormiga considera nulo su despido, mostrando en la documental una explotación de la colonia. A definitivas señoría. La decisión del juez, intratable: despido nulo. Readmisión y una semana a gastos pagados en el hotel.

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  • Testigo de cargo

    Elisabet Planas Pons · Terrassa (Barcelona) 

    “Como los jugadores de un gran equipo de fútbol, me encontraba en el hotel de concentración de aquella ciudad que acogía el Tribunal que me oiría a la mañana siguiente. Los nervios por la comparecencia como testigo de cargo del caso me carcomían. Ante mí reposaba un sobre blanco impoluto que custodiaba la documentación que debía memorizar para la declaración. Repasando punto por punto el relato de los hechos, me repetía lo cauto que debía ser. No podía desviarme del guión, no podía hablar de más. El abogado de la defensa me había detallado cómo sería la reacción del grupo organizado al que pertenecía su cliente si cometía el más mínimo error. Mi vello erizado. La coerción a la que me encontraba sometido me paralizaba cuerpo y mente.” –¡Papá! No me gusta, no entiendo nada. Cuéntame un cuento tradicional, como a los demás niños.- Era un abogado empedernido.

     

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  • SUEÑOS Y SUEÑOS

    Ana María Lezcano Fuente · SANTA CRUZ DE BEZANA- CANTABRIA 

    El país se había convertido en una inmensa sala de comparecencias, lo que estaba causando reacciones encontradas entre la población. Ya no eran chorizos de medio pelo o empleados necesitados, ni siquiera drogadictos los ocupantes del banquillo. Ahora, en coches de lujo, saliendo de sus mansiones, en ocasiones incluso a punto de formar parte del selecto y numeroso club de los hipotecados y desahuciados, o de hoteles de cinco estrellas, dirigentes políticos, duques, millonarios de nuevo cuño y otros próceres, acudían en masa a la llamada de la Justicia. Mucho se hablaba sobre la coerción ejercida por determinados estamentos para que tantos corruptos salieran a la luz como topos asustados. Pero creo que la realidad fue, en aquellos días aciagos, una especie de reconversión. Las personas, descubiertas en situaciones escandalosas, empezaron a asumir que debían responder de sus actos y la bonanza ética parecía un hecho irreversible. Se despertó…

     

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  • La soledad del abogado

    Ramón Vigil Fernández · Madrid 

    Cuelgo el traje en el armario y dejo la maleta junto a la cama del hotel. Tras enchufar el portátil, enciendo la bombilla para repasar los documentos antes de la comparecencia de mañana, pero mi cabeza está en otro sitio. No soy capaz de concentrarme y decido meterme en el sobre. Solamente puedo pensar en la reacción de mi pequeño cuando le dije que tenía que irme otra vez de viaje para trabajar. Delante de la puerta, me cogió con sus manitas la cara, me besó en los labios y me dijo: “papá, quédate. Estoy triste si te vas. Ya no quiero que seas abogado”. Esa coerción rompió todas mis defensas. Nadie me dijo que llevar la toga iba a ser tan duro. Llaman a la puerta. Mi mujer y mi hijo suben la cena. Hemos decidido que a partir de ahora, siempre que puedan harán los viajes conmigo.

     

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  • Perro viejo

    Carlos Brage Tuñón · Madrid 

    “Perro viejo”, curioso nombre para el afrutado vino de Toro que estaba disfrutando durante la clausura de las Jornadas Jurídico Militares que, como cada año, organizaba el Hotel Alcázar. Sin ser un vino afamado, reconozco que tenía un grato sabor, y por ello decidí seguir bebiendo. En cada trago disminuía mi comparecencia en las Jornadas, y aumentaba mi presencia en otro mundo lleno de recuerdos de la infancia. Parecía como si aquel caldo maravilloso produjera una suave coerción sobre mí. Tal es así, que de súbito me fui al suelo y comencé a gatear libremente, feliz de sentirme de nuevo un niño. La reacción del resto de asistentes no se hizo esperar y a voz en grito cantaban: “Menea la pata perro viejo, menea la pata de conejo”. Fue así como entendí el porqué de aquel nombre, y el porqué de mi reciente expulsión del Cuerpo Jurídico Militar.

     

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  • Oigo tu voz en la distancia

    Joaquín Rodríguez Hurtado · Mutxamel (Alicante) 

    La quise desde la universidad. Su voz y su imagen me han acompaño todo este tiempo incluso cuando ya no era mi amor pero sí mi recuerdo. Consiguió notoriedad como actriz de doblaje, e incluso grabó esos mensajes que se oyen en los ascensores de hotel o al marcar un número que no existe. De alguna manera ella también me tenía presente. Supo que me hice abogado y, cuando me necesitó, me llamó a su lado. Una reacción alérgica a un tratamiento la había postrado en cama, hablaba de amenazas veladas y coerciones del médico. Murió al poco sin dar tiempo a que señalaran comparecencia para ratificar la denuncia. Sobre su lápida alguien grabó su número y aun hoy cuando la llamo oigo su voz fresca y radiante recordándome que “actualmente no existe ninguna línea en servicio con esta numeración"

     

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  • El río en verano

    Juan Manuel Rodríguez Gayán · Gijón, Asturias 

    La había citado en un hotel donde me esperaba sentada en el restaurante con un sobre encima de la mesa. Me acerqué temeroso por el fracaso de mi comparecencia. Yo, después de tantos años ejerciendo como abogado sin ceder nunca ante la coerción de mis rivales, temblaba porque mi caso no tenía defensa. Nunca tuve coartada y solo me quedaba esperar su veredicto definitivo. Nos miramos varios minutos sin reacción alguna. Cuando pensé que ya no tendría otra oportunidad empujó el sobre hacia mí con sus hermosas y arrugadas manos temblando de emoción. Las fotos se desparramaron sobre la mesa. Cogí una en la que se veía un río en el que una mujer y un niño reían y se bañaban. Cuando miré de nuevo a la anciana que se sentaba frente a mí apenas pude reconocer los ojos de mi madre ocultos por sus lágrimas.

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  • LA LISTA

    Arantza Portabales Santomé · Teo A Coruña 

    De mayor quiero ser abogada como papá. Para eso tendré que usar esas palabras tan raras que él utiliza tan a menudo. No las entiendo, pero suenan muy bien. Las voy anotando en una lista y a veces practico. Las que más me gustan son coerción legítima y recurso de casación. Por lo de casarse. Ayer, le conté a mi amigo Jorge que de mayor seré abogada. A él le parece estupendo porque de mayor también quiere hacer lo mismo que su papá. ¡l también utiliza palabras raras. Siempre está hablando de comparecencias y de la reacción de la prensa. Además siempre se reúne con señores en hoteles que le entregan sobres con dinero. Ahora estamos haciendo juntos la lista de palabras. Yo disimulo, y hago como que las entiendo todas. Como buena abogada Pero al final voy a tener que acabar preguntándole a papá que significa prevaricación

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  • Ella dicta sentencia

    María Oliveira · Vigo 

    Había hecho bien su trabajo. La petición de comparecencia quedaba, una vez más, a espera para su tramitación. El fiscal había objetado, como de costumbre, pero el caso estaba a su favor. De camino al hotel decidió parar a tomar algo. No fue difícil fijarse en ella. Llevaba el pelo recogido y sus labios eran de un rojo intenso. Intentaba fijar su mirada en la copa que tenía delante de él, pero sus ojos estaban clavados en el escote de la mujer. Un sin fin de miradas se cruzaron entre ellos y, pese a la distancia que los separaba, el perfume de la mujer ya había ejercido una coerción en su entrepierna. Se dispuso a beber un sorbo cuando uno de los camareros le entregó un sobre procedente de la mujer. Su reacción fue inminente, lo abrió y lo leyó sin demora: Me llamo Javier, pero puedes llamarme Susi.

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  • Medidas coercitivas

    JOSE VICENTE PEREZ BRIS · VIZCAYA 

    Trabajaba retirado en la habitación de un hotel. Era el único sitio en que mi mente jurídica funcionaba a la perfección. Preparaba una comparecencia en tribunales para la próxima semana. Era más de medianoche cuando llamaron a la puerta. Abrí extrañado, pues no había pedido nada en recepción. Una mujer embozada en un impermeable negro, me tendió un grueso sobre. Catalogué su físico, según mi experiencia, otorgándole matrícula cum laude. Cogí su ofrenda y quise abrirla. Se produjo una violenta reacción por su parte y me apuntó con una automática. -Letrado, siéntese y permanezca quieto. Le aconsejo que obedezca sin rechistar. -En derecho, señora, esto se llama coerción-contesté irritado. Y le recuerdo que está infringiendo la ley. La bella dama se quitó el impermeable, dejando al descubierto un bonito conjunto de lencería. -Si no usara estos trucos, querido, no vería nunca el pelo a mi marido.

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  • Algo de luz y Justicia

    Manuel Sánchez · Madrid 

    Nunca había podido llegar a pensar que la demanda interpuesta contra una compañía eléctrica por no reconocer el derecho a una tarifa bonificada pudiera suponer una coerción de semejante grado. Más de un año llevaba esperando la vista oral. Finalmente allí me presenté, ante la sorpresa de la abogada y procurador de la eléctrica que confiaban con mi no comparecencia por olvido. Poco pude decir más que ratificarme en la demanda. La parte demandada repetía una y otra vez que no procedían los dos mil euros por daños morales, obviando las ganancias obtenidas. También desconocían mi crisis familiar ante la reacción de mi ex esposa por los números rojos de la cuenta corriente y mi cabezonería contra la penosa eléctrica. Ahora en la habitación mal iluminada de un hotel esperaba un sobre con la sentencia, para que se hiciera algo de luz en mi vida.

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  • Vocación

    Maria Arrondo Murillo · Mutilva (Navarra) 

    Salió del hotel con su padre y al llegar al salón de actos se despidió de él con dos besos, para esperar pacientemente. Cuando llegó su turno abrió el sobre y de inmediato esbozó una ligera sonrisa. Le había tocado el papel más difícil: la defensa. No tendría otra opción que sostener que la confesión era nula por amenazas y coerciones. Su intervención fue brillante. La oratoria era para él algo innato. Se expresaba de una forma impropia de un joven de catorce años. Su discurso fue firme y convincente, sin fisuras. Al terminar la comparecencia la reacción del público fue instantánea y los aplausos se prolongaron durante varios minutos. Había ganado. Pero su verdadero premio era que ya no albergaba ninguna duda, ya sabía lo que quería ser de mayor.

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  • SOBRECOGEDORES

    Juan Herranz Pérez · Logroño (La Rioja) 

    Las causas judiciales están llenas de sobres de todos los colores. Los sobrecogedores entran y salen de los juzgados como de un hotel, donde afrontan sus encuentros más sórdidos con la realidad; esa misma realidad que reinventan cada mañana declamando frases hechas frente al espejo. Sus abogados tratan de evitar las comparecencias. No por medio a la ley que les cobija; tan sólo porque supone una exposición pública que puede menoscabar votos. Una vez expuestos sin remedio a la opinión pública, intentan ejercer la coerción sobre quien pudiera desenmascararles. Bajo el gran edificio de la Justicia, la ciudadanía espera la fumata blanca: por fin algún culpable. La sociedad aguarda una señal para festejar sin reparo, como reacción consecuente a la caída del velo de una justicia recuperada de su ceguera.

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  • Dos pájaros

    Kalton Bruhl · Honduras 

    Llegué a la recepción del hotel y pedí mi llave. El encargado me la entregó junto a un sobre de papel manila. Le dije que no esperaba correspondencia, el hombre se limitó a encogerse de hombros. Abrí el sobre en la habitación. Contenía un billete de cien dólares y una bala. El mensaje era claro: plata o plomo. Era el método de coerción preferido por el Cartel. Después de ver a tantos jueces y fiscales caer abatidos, supondrían que mi reacción sería previsible, y en la comparecencia del día siguiente, no presentaría las principales pruebas incriminatorias y, claro, tendrían a otro fiscal en el bolsillo. No sabían lo equivocados que estaban. Abrí una gaveta de la cómoda y leí de nuevo los exámenes. Me quedaba apenas un mes de vida. Tomé la bala y comencé a reír. Al día siguiente, literalmente, morirían dos pájaros con un solo tiro.

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  • Una buena noticia

    Roberto Sierra Gabarda · Pamplona (Navarra) 

    Una multitud se agolpa frente al portal, en una suerte de comparecencia espontánea sin ofrecer violencia o coerción. La suerte está echada. Perder aquel caso no me dejó indiferente como abogado. La reacción de una familia al saber que su vivienda sería embargada fue un duro golpe. Hoy todo acabará y vendrá lo peor: semanas viviendo en un humilde hotel gracias a las donaciones solidarias y después, quién sabe. Varios hombres trajeados preguntan por el letrado de la familia. Me identifico y me entregan una carta. La abro y la leo con nerviosismo: la ejecución ha quedado suspendida, el banco accede a negociar. Estalla el júbilo y la familia rompe a llorar. Hoy se ha ganado más que un caso. No puedo resistirme a contarle la historia al taxista y él me responde que la vida no es sino un sobre del que no sabes qué va a salir.

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  • El secreto de sus ojos

    ISIDRO SILOS LILLO · MADRID 

    La vi salir del hotel junto al Palacio de Justicia. Sus ojos eran verdes. Lo sé por lo cerca que estuvimos cuando ella buscaba confundida el sitio reservado al demandante. Llegamos a chocar frente al estrado. Su reacción quedó a medio camino entre el agobio sofocado que causa el vértigo del primer roce, y el ademán orgulloso de quien quiere aclarar que, pese a la vacilación, no es esa su primera comparecencia ante un Sala. Recibida la venia, colocó cuidadosamente su reloj sobre una vistosa compilación de normas deontológicas, de modo que pudiera verlo. Su cuidado por el tiempo, y esa evidente preocupación por las formas forenses contrastaban con el desorden eficazmente ordenado de sus papeles. Es bonito ver cómo aquellos destellos de mujer no claudicaban ante la coerción a que inevitablemente someten las grises maneras de un tribunal. ¡Que barbaridad!, estuve tentado de flirtear en mitad de la vista.

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  • EL ALEGATO

    Ismael Lapeña Canales · Adeje. Santa Cruz de Tenerife 

    Ante la continua coerción injusta que venimos sufriendo por parte del supuesto Estado del bienestar en forma de un ingente acervo de tasas judiciales, retenciones, impuestos sobre el consumo y otros varios, la única reacción posible es la más radical y firme oposición a todo ello mediante este pacífico escrito que suscribiría cualquier letrado. No harán falta comparecencias públicas ni ruedas de prensa en ningún hotel para divulgar mi descontento. Bastará esta web.

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  • EL JURADO

    José María Alonso Martín · Málaga 

    No había pegado ojo, dándole vueltas al caso, tumbado en la habitación del hotel.

    Su reacción al ser nombrado como miembro del jurado había sido inicialmente fría, pero había tomado conciencia: por fin se sentía útil desde que se quedó en el paro.

    Había tenido algunas dificultades para entender el contenido de la notificación que había recibido semanas antes en su domicilio y tuvo que buscar en el diccionario el significado de coerción.

    Ya se imaginaba abriendo el sobre que contendría el veredicto.

    Se levantó temprano y llegó el primero. Y no llegó nadie más. La funcionaria del juzgado se lo aclaró: lo ha entendido usted mal, esto es una simple comparecencia a la que está citado en calidad de testigo.

    Tendría que esperar a tener mejor suerte para ser miembro del jurado.

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  • Compartiendo una vida

    Macarena Ruiz · Alcobendas, Madrid 

    Sofía les miraba expectante. Eva y Sergio eran sus amigos desde la infancia y decidieron juntar sus caminos en la adolescencia. Acababa de asistir a una comparecencia en el Juzgado sobre una pelea ocurrida en un hotel, pero eso había pasado a un segundo plano. Ahora le preocupaba lo que le contaban sus compañeros de aventuras durante años y años, con los que compartió años de biblioteca, a los que contó sus nervios ante su primer juicio, a los que leyó su primer artículo publicado sobre la coerción en América del Sur, a los que emocionó con su primera sentencia ganada y de los que envidió su historia de amor. La reacción de Sofía fue huir, huir y odiarles por pretender que fuera ella, con la que habían compartido todo, la encargada de divorciarles.

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  • El superhéroe

    Pilar Blázquez · Madrid 

    Creímos que su moral también se rendiría a un sobre con dinero o amenazas. Que no sería capaz de resistirse a los distintos modos de coerción que emplean los corruptos al esquivar la ley. Recelamos de él y dimos por hecho que actuaría como sus predecesores; es decir, pidiendo la excedencia para gozar de la vida en algún lujoso hotel paradisíaco, o solicitando el traslado a un destino más cómodo. Pero cuando dictó aquella orden de comparecencia y vimos a tan magnos imputados someterse al escáner, nuestra reacción ante él cambió. Le supusimos llegado al Juzgado desde el mismísimo planeta Krypton. Y aunque ni su físico se parezca al de Clark Kane ni yo sea Lois Lane, sino una humilde secretaria judicial, sé seguro que, muy pronto, nuestro nuevo juez instructor sobrevolará con su implacable toga negra el cielo de Metrópolis y nos salvará de los villanos.

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  • Amargado de por vida

    Anna Jorba Ricart · Barcelona 

    Nunca me fié de nadie, tampoco de los abogados. Mi padre, un honrado empleado, que siempre defendió la legalidad, cualidad natural en él, fue victima, en un despido laboral, de las conveniencias que se resuelven fuera de los juzgados. Una verdadera coerción supuso la traición de su socio, amigo intimo y padrino de boda, de quien, el día de la vista, en la antesala del tribunal, no se solicitó su comparecencia, porque horas antes, un sobre con dinero resolvió el tema a su favor. Mi padre quedó amargado el resto de su vida. Cuando hablaba del asunto, yo no entendía su abatida reacción. Pero aquella nota, que a su muerte encontré escrita de su puño y letra, me dio la respuesta. Hoy desde el hotel, diviso la ladera de las costas de Garraf, donde el socio de mi padre perdió la vida con sus dos sobrinas. No siento pena.

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  • El vuelo de í–caro

    José María Rodríguez Gutiérrez · Sevilla 

    No hubo reacción. Como abogado experimentado, siempre se consideró un maestro de la coerción, capaz de obligar a cualquiera a acatar su voluntad con la única ayuda de la oratoria, pero esta vez no supo reaccionar. Había acudido a aquel hotel a entrevistarse con su cliente para preparar una importante comparecencia por asesinato. De repente, mientras repasaban las respuestas, el acusado se despidió tranquilamente, abrió la ventana y se arrojó al vacío desde un décimo piso sin que él pudiese siquiera mover un músculo ni articular palabra alguna. Por primera vez en su vida se quedó mudo, paralizado por el horror. ¡Cuántas cosas podría haber hecho y no hizo! Podría haberlo agarrado, podría haber gritado, al menos. Era como si él mismo lo hubiese empujado. Asomado a la ventana, contemplaba el cuerpo caído de su cliente. Desde la cama, el sobre dejado por el suicida se reía de él.

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