Imagen de perfilPAN Y CIRCO

José Luis González Martínez 

Litigar es siempre difícil, y hacerlo en un divorcio, más complicado que repartir una herencia entre familiares mal avenidos. Y encima, este de hoy será una inexorable pérdida de tiempo, pues mi defendido, mujeriego impenitente, acaba de comunicarme su incomparecencia en un infame whatsapp. Un vestigio de valor me impulsa y logró recuperarlo camino del estrado. “Señoría, cliente desea justificar incomparecencia”, balbuceo con fatiga. “Su cliente se dedica a dar pábulo y distracción a televidentes aburridos; conque abrevie, letrado”. La fatiga se vuelve temblor y la lectura turbulenta: “Lamento incomparecencia, debo actuar famoso “dating show”. Sueño encontrar pareja definitiva”. “¡Abogado!”, el juez se exaspera “soñar con otra requiere despertar de esta, y eso no ocurrirá sin una fuerte indemnización por las labores domésticas. Conozco bien ese circo de los “dating shows””. “Yo, señoría, más que conocerlo lo padezco”, confieso. “Pero litigar es difícil. Y más con un hijo soñador empedernido”.

 

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