Imagen de perfilElla

Antonio Presencia Crespo · Valencia 

Empezó la vista hace rato. Llevo cuatro años, con su bisiesto, trabajando como ujier del juzgado número 2, y ella nunca ha faltado, pero aun así no me acostumbro a sus retrasos.

Además, el acusado de hoy me da pena. Con esos ojos tristes, abrumado por un lío que no entiende. Pero es la ley, y la administración no perdona. Firmó como fiador documentos de su hijo, guiado por la fuerza del amor paterno, como dice su abogado.

Por fin, ya está aquí, me sonríe. Hoy hay mucho trabajo, dice. Nadie la mira mientras ocupa su lugar en el cuadrado central. La perciben sin verla. El abogado se calla de pronto, y por fin parece entender. El juez se incorpora en el asiento, viendo las cosas claras. Todo se endereza, pero yo no me acostumbro, ni siquiera a ella. Me desconcierta su aspecto, su extraña balanza y sus ojos tapados.

 

+16

 

Queremos saber tu opinión

1 comentario

  • ¡Qué suerte compañer@! Yo he enviado mi relato dos veces, una el 12 de septiembre de 2016 y llevan 11 días y no ha sido publicado todavía, en cambio otros relatos posteriores ya han sido publicados y, lógicamente, ya están siendo votados. ¿No es un agravio comparativo ?

    Publico la prueba:» EN PROCESO DE REVISIÓN

    REALISMO-MÁGICO-JURÍDICO
    ENVIADO EN 21/09/2016 14:20

    De un golpe, Teresa Caridad, arrancó el cable del ordenador y se despidió de su último correo electrónico…La tarea del Jurista era demasiado hermosa para retenerla en cuatro esquinas fluorescentes y una Tarifa plana.

    Para qué malgastar el tiempo, de los preciosos relojes de su Tioabuelo Aureliano, si, la única herramienta del Jurista era la PALABRA. La palabra escrita sobre el papel, con hermosa caligrafía e inmensa cabida, la palabra viva.

    Tomó la montaña de papel escrito, ya vivido…desahuciado…y, todo aquello que merecía la pena ser recordado, fue impreso en el reverso de su frágil forma. Olía a tinta fresca, a calor de entrañas, a claustro…

    Pronto estaba en el café del pueblo, descalza y meciéndose al aroma de la especia de la cayena…ordenando palabras, haciendo artesanía; Con el poder devoto con el que se hace lo que se ama…en cualquier cuerpo, cualquier tiempo, cualquier lugar.

    Nunca Macondo estuvo más bello