Imagen de perfilManeki Neko

Mikel Aboitiz 

Según el testimonio de mi mandante, el señor Chin Oig, la policía aduanera acababa de romper su sueño de ganar dinero en un futuro inmediato al desbaratar su plan de importar quince mil gatos chinos de la suerte. «Levantaban blazo delecho y elan dolados“ repetía Ching Oig lloroso.“ Eso tlae suelte pala negocios y mile, ahola todo decomiso». La fiscalía entendía a su vez que esa suerte se dejaba acompañar en forma de droga oculta en los gatos a pilas. No fue fácil sacar a Ching Oig del apuro, de aquel mayúsculo malentendido. Aprendí del caso que las apariencias engañan: los gatos chinos en realidad no son de origen chino y mi cliente era más inocente que el corderito del anuncio de suavizante. Y es que esos gatos se llaman Maneki Neko y son tan japoneses como honrado era el bueno de mi cliente.

 

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