IV Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

El juez Cándido

Jesús Fabregat Carrascosa · Conil de la Frontera (Cádiz) 

En el Tribunal de las Letras se juzga hoy a cinco esdrújulas por exceso de soberbia. «Vértigo», «brújula», «vástago», «carámbano» y «jurídico» son acusadas de belleza impropia por la fiscal, una pobre aguda que ni siquiera posee la tilde de consolación. La defensa se apoya en una herencia fonética inquebrantable que eximiría de cualquier pecado a las cinco, mientras la acusación particular, compuesta por el sindicato de átonas descolocadas y la asociación de llanas por convicción, sostiene que nadie debería gozar de una sonoridad tan insultante. Tras horas de deliberaciones y centenares de palabras a favor y en contra, el jurado decreta por unanimidad que la belleza de las acusadas, por impropia que pueda parecer, es genética. Su señoría cierra el caso, ansioso por llegar a casa y cambiar la agudeza de su título por la belleza esdrújula de su nombre de pila.

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Relatos seleccionados

  • OFICIO DE LOCOS

    BLANCA HERREROS RODRIGUEZ · León 

    Su mujer le acusó de haber perdido el norte cuando colgó una placa en la puerta del despacho que rezaba: “Abogado de Causas Perdidas”. Le regaló una brújula, le deseó suerte y le abandonó. A partir de ese día, lo mismo pretendía la retirada de un carámbano mediante una negatoria de servidumbre que reclamaba una pensión de orfandad para un perro cuyo amo había fallecido o la readmisión por despido improcedente de un equilibrista que padecía de vértigo. Su último disparate jurídico consistió, ni más ni menos, que en querellarse contra el rey por usurpación de identidad en nombre de un cliente que afirmó ser vástago secreto del Rey Melchor. Insistió en llevarse la placa mientras le ponían la camisa de fuerza. Todavía conserva una amplia clientela en el frenopático “San Raimundo de Peñafort”.

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  • La patente perfecta

    Antonio Gabriel López Herreros · Madrid 

    Era un precioso día de invierno y aunque brillaba el sol de la mañana estaba más helado que un carámbano. Me perdí y tuve que configurar la brújula del iPhone para poder llegar con el GPS hasta el despacho jurídico de mi hermano gemelo; otro vástago de la naturaleza con pinta de genio de la biología. Le extraía algunas células mientras sincronizábamos nuestros respectivos iPad con mi aplicación de huellas dactilares que encriptaba un lenguaje que mi "flagelo", como le llamaba cariñosamente, nunca iba a entender. ¡Que vértigo! ¿Cómo le iba a explicar que era un clon? Estaba ansioso porque era muy excitante saber que era el único ciudadano en portar el primer circuito de ADN en un USB. ¡La arquitectura legal que había tenido que construir para conseguir un duplicado tan perfecto de mi persona! Pero por fin había conseguido redactar la patente perfecta que me haría oficialmente inmortal.

     

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  • Antepenúltima acentuación

    Marta Trutxuelo García · Andoain (Gipuzkoa) 

    Antepenúltimo caso. Las probabilidades de que destacara en las efemérides del juzgado eran mínimas. “Diáfano como el aire...otro caso plagado de términos llanos, quizá con alguno agudo...”, musitó el juez y arqueó una ceja al abrir la carpetilla. “¡Cáspita! Han incluido un ¡índice!”. Su asombro cobró más énfasis al leer el prometedor catálogo. “El acusado es el único vástago de... Presenta una patología de… ¡Vértigo! Pruebas... brújula que llevó a la montaña...”, y su sorpresa fue mayúscula al descubrir que el arma homicida era... “¡un carámbano de hielo!”. Una oleada de éxtasis recorrió su cuerpo. Apoteósico. Aun a riesgo de sufrir un síncope, el magistrado se incorporó súbitamente y recuperó su ímpetu. Coronaría su carrera jurídica, jalonada de sentencias ecuánimes e íntegras, con un sumario único. Su máxima llegaba a su máximo. Un caso totalmente proparoxítono. “Ha vuelto el ínclito... el ímprobo... ¡el juez esdrújulo!”, acentuó el magistrado.

     

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  • El zarzal

    Víctor José Menargues Ramón · Alicante 

    Hoy he ido a la capital con mi hijo mediano a visitar a un abogado para consultarle un problema de servidumbres. Ha comenzado por sorprenderme su recibimiento: “¿Es su vástago? Acomódense”... Luego: “¡Cáspita, otra vez el teléfono! Últimamente esto es un vértigo de vida. Discúlpeme. Un paréntesis. Contesto y rápidamente estoy con usted.” (...) “¡Patético!: ese sátrapa de cliente pretendía impúdicamente que anulase mi programa lúdico de mañana sábado. Aunque suelo mostrarme impertérrito, la gente sarcástica con los asuntos jurídicos es capaz de poner histérico al más ínclito abogado. Qué bárbaro, me ha dejado como un carámbano, con la aguja de mi brújula rígida y mi léxico semihuérfano de sílabas. ¿Puede volver el próximo miércoles?”. De regreso al pueblo, me dice mi hijo: —Ese abogado, ¿no le parece un zarzal, padre?: hablando pincha por todas partes. —Hay personas que se ufanan en aparentar riqueza con dinero; otras, cultura con palabras.

     

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  • Las consecuencias

    Maravillas A. Carmona Abril · Murcia 

    Salimos de excursión a eso de las seis de la mañana, todo en silencio, el plan estaba minuciosamente urdido, el juez me lo había dejado bien clarito para no dejar vestigio alguno, era un plan rocambolesco, sí. Mi compañero de excursiones se iba a acordar de haber tenido un vástago con mi mujer. Mis armas: una brújula manipulada, el vértigo que padecía el “Don Juan” de mi amigo y un accidental carámbano que iba a atravesarle el cráneo. Mis ahorros de diez años de trabajo que me iban a llevar de vacaciones a Hawaii con mi familia han tenido que ir rotundamente a parar al bolsillo del juez que va a realizar la maravillosa ficción jurídica de sobreseer por falta de pruebas mi segura imputación en la trágica muerte de mi amigo, estoy satisfecho. Él ha muerto, incluso ha sufrido un poco, ahora yo soy el padre del niño.

     

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  • Drama decimonónico (y un poco esdrújulo)

    Mª ISABEL LÓPEZ-CARRASCO CASADO · Madrid 

    Era el mejor de sus vástagos. Nunca hubo más óptima rama de ese árbol jurídico. El padre, académico ilustre abogado; el primogénito, enciclopédico exitoso letrado. Cuando nació supo que sería dignísimo discípulo de su forense práctica. En vez de corazón latía en él una brújula orientada hacia la rectitud, los códigos, veredictos y dictámenes. No sintió vértigo al aceptar la defensa de aquella beldad, cónyuge cómplice en el trágico crimen de su esposo británico. Pero la víscera que latía en la hermosa malvada era un gélido e impávido carámbano helado, rígido y resuelto a un pronóstico clásico: perdición y ruina de su próxima víctima. Y había de ser él. La pérfida pócima que le hizo inhalar, borró de su espíritu la técnica, el método y la noble enseñanza del progenitor. Tres meses bastaron y su éxito antiguo volviose catástrofe por pena de amor. Quimérica sátira del príncipe azul.

     

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  • Diario de un visionario

    Ángeles Sánchez Portero · Zaragoza 

    Tras el naufragio, decidí montar un gabinete jurídico a orillas del mar. Un proyecto novedoso que a buen seguro aumentaría mis arcas. Sin embargo, desde entonces, los únicos que pasaron por aquí fueron clientes de poca talla: cangrejos multados por ir en dirección contraria, caballitos de mar acosados por el vértigo amoroso de sirenas, y algunas ostras desdichadas a las que robaron sus perlas. En la brújula del destierro, es difícil hallar un rumbo certero con el que aumentar mis ingresos. Si no encuentro un cliente poderoso, mi negocio se irá a pique, hará aguas y se hundirá. Pero no pierdo la esperanza. El gran carámbano de hielo que hace días asomó en el horizonte, se acerca irremediablemente hacia esta cálida isla. Y sé que tras la colisión, dejaré de ser un vástago de la abogacía tras defender al planeta del cambio climático.

     

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  • DAÑOS, PERJUICIOS

    AGUSTÍN MARTÍNEZ VALDERRAMA · GAVÁ (BARCELONA) 

    Según el auto, el 4 de Febrero de 2012 Alonso Corujo Baquedano intentó arrojarse al vacío. Testigos oculares declararon que el joven, con antecedentes y vástago de suicidas, se encaramó a una barandilla y deambuló por el filo en actitud temeraria. Todos señalaron que fue un acto premeditado, pues el acusado gritaba y amenazaba con matarse. Tras siete horas reculó, y se aferró cual carámbano a la cornisa. Las primeras pesquisas confirmaron la hipótesis de un ataque repentino de vértigo, aunque tras ser detenido alegó estar practicando Tai Chi. Sin embargo, en el posterior registro de su vivienda, la policía halló una botella de güisqui, una brújula sin norte y una nota manuscrita. Por ello, la fiscalía solicitó pena de prisión por un supuesto delito jurídico de omisión de deber y tentativa frustrada; así como el pago de una compensación económica a todos los mirones allí presentes.

     

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  • FORÚNCULO HISTÓRICO

    Francisco J. Paniagua Mata · CÁCERES 

    Un forúnculo diabólico impidió al abogado Pérgamo —al que le entusiasmaba por cierto el uso de la esdrújula en sus informes jurídicos— concurrir la mañana de marras al certamen de oratoria forense que bajo el título “Hablar como los ángeles” organizaba cada año su Colegio profesional. Pérgamo deseaba con todas sus fuerzas tomar parte, lucir su vitola prosódica y su verbo apostólico, ante los innúmeros partícipes y el entendido público, y también, por qué omitirlo, asistir luego al ágape y a la entrega al ganador de una bellísima brújula dorada que quería para su vástago. Pero ni el carámbano acumulado en su ventana tras una noche heladora de febrero, con el que se dio varias pasadas con la mano en salva sea la parte, consiguió reducírselo. Aquello le producía un dolor de vértigo, un dolor ecuménico y… total, que se fue al médico.

     

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  • LA JUSTICIA Y EL KARMA

    JUAN PEDRO PEINADO · UBEDA (JAEN) 

    ¿Por qué, tan joven, tenía que sufrir ese desarreglo, y la continúa insatisfacción propia y de su pareja, al no poder culminar el acto, si la brújula analítica había sido negativa: ni diabetes, ni depresión, ni próstata….? Eso pensaba el Juez, vástago de Magistrado, absorto, como un carámbano, cuando volvió a la realidad justo en el momento en que el Letrado de la Defensa comenzaba su alegato jurídico; y, cuando SSª se disponía a interrumpir bruscamente al Letrado, instándole a ser breve, renunció a hacerlo, pensando que ya era hora de suprimir el vértigo de la rapidez que siempre exigía. Por ésta vez dejó al Letrado expresar libremente sus argumentos, con sus preliminares, nudo argumental y desenlace: en éxtasis. Y aquella noche el Juez disfrutó más que nunca: con la introducción, el nudo y el éxtasis que, de forma idéntica, había expresado el Letrado en Sala, sin ningún “coitus interruptus”.

     

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  • INSINUACIONES PELIGROSAS

    Mercedes Sáenz Blasco · Mérida (Badajoz) 

    Cuando aquella mujer apareció en mi despacho perdí el norte, lo reconozco. Pero es que hasta la brújula más sofisticada hubiera sucumbido a su hechizo. Para impresionarla, leí el acta poniendo énfasis en las expresiones más rimbombantes. “No entiendo nada”, me dijo, enmarcando cada sílaba en el voluptuoso carmín de sus labios. Cegado por la lujuria pensé: ¡Ésta es la mía! Me acerqué a ella, y en tono nada jurídico le insinué que si era amable conmigo tal vez podríamos aplazar la vista que su vástago tenía pendiente por un tiempo indefinido… Comprobé entonces que además de un escote de vértigo tenía las ideas muy claras. ¡Como se atreva a tocarme le estrangulo! Y aquí estoy. Tieso como un carámbano. Luego dirán que ser funcionario del Tribunal Superior de Justicia es un chollo.

     

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  • La becaria

    ROSA MOLINA LÓPEZ · Madrid 

    Se abrió la puerta del bufete y entró ELLA. Inmediatamente nuestras brújulas ereccionaron atraídas por los enormes polos magnéticos que se apretaban debajo de su camiseta. Desenvuelta y sonriente, se acercó a mi mesa con la mano tendida para felicitarme por mis logros jurídicos. Me derretí como un carámbano en verano y el vértigo que sentí solo me permitió balbucear un ridículo agradecimiento. Os presento a la nueva becaria, mi hija, dijo el Presidente saliendo de su despacho, ¡y cuidadito!, nos amenazó con el dedo y volvió a cerrar la puerta. Que de semejante leño seco brotara ese lozano vástago era pura ciencia ficción, pero la cosa no admitía juegos, así que nos sumergimos en nuestro trabajo y ella se quedó sola, abandonada, perpleja, mirándonos trabajar a los cuatro. Durante la comida, la secretaria nos dijo que sus ojos se pusieron tristes. Nos miramos extrañados: ¿ojos? ¿qué ojos?...

     

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  • PSICOANALISIS

    Ángel Tormes Alberdi · San Sebastián 

    De pronto me encuentro caminando en un frondoso bosque sin saber a dónde ir, sin brújula, sin ayuda, solo. Llego a una cueva oscura presidida por un carámbano cuya frialdad lo hace tan magno como distante, omnipotente en su estatismo; a su derecha lo que me parece su vástago, por la familiaridad de su relación. El instinto me lleva a colocarme a la izquierda del primero y frente al segundo, esperando expectante una invitación para participar en el silente diálogo. Empiezo a temblar de frío, un vértigo irracional me invade porque alguien me mira desde un escalón inferior confiando en mí…No siga, me cortó el psicólogo, no es usted el primero en soñar algo parecido. Estrés jurídico “anteiudicium” lo llamo. Intente relajarse como pueda, y mucha suerte en su primer juicio.

     

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  • Ley familiar

    Valentina Luque Manzano · Estepa (Sevilla) 

    Soy el vástago de una familia de rancio abolengo jurídico. Mi abuelo, doctor en leyes, poseía una brújula que le indicaba siempre dónde estaba el quid de la cuestión para ganar un caso. Mi padre, profesor de derecho y abogado, era capaz de derretir a un testigo para que dijera lo que necesitaba saber cual fuego derrite el carámbano más duro. Y yo, estudiante de derecho, siento vértigo ante tantas leyes y tanto poderío jurídico, así que no me queda más remedio que abandonar la carrera y dedicarme a pintar, que es lo mío. "Juan, ¿quieres apagar el portátil y no grabarte más con la webcam? ¿No recuerdas que tienes mañana examen de derecho penal?" "Sí mama, ya lo dejo".

     

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  • CABEZí N

    Francisco Javier Aguirre González · ZARAGOZA 

    Se llamaba Antonio Cabezón, era el último vástago de una familia campesina y se había convertido en objeto de chanzas y bromas por parte de sus compañeros de trabajo que le provocaban una sensación de vértigo. Aquello le hacía perder la brújula, de modo que tomó la decisión de cambiar de nombre. Una fría mañana con más de un carámbano en la ventana de su casa, acudió a consultar a un amigo, quien le dijo que era un tema jurídico de fácil solución, que acudiera a un abogado. Lo hizo. El abogado le informó de que el cambio de los nombres, los apellidos y el orden de éstos estaba regulado por ley. Le bastaba con acudir al juzgado y modificar su inscripción en el registro civil. Acudió. El oficial le explicó el procedimiento, sacó su expediente y le preguntó cómo quería llamarse. El aludido respondió sin dudarlo: Luis Cabezón.

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  • LOLA

    GLORIA CUTILLAS PRIETO · JAEN 

    Mi pitón se llama Lola. Nuestra relación fue difícil al principio: no se adaptaba a las rutinas de casa. Se colaba a velocidad de vértigo en mi despacho, cuando solventaba asuntos con algún cliente, hasta que su sibilante murmullo llamaba la atención, produciendo el susto general. Frecuentemente la encontraba enroscada sobre mi mesa de trabajo, fría como un carámbano, sujetando mis expedientes, como un gigantesco y exótico pisapapeles, entre la vieja brújula y el abrecartas de plata antigua, herencia familiar. Cuando intentaba echarla, se aferraba con todo su peso a las querellas, exhortos y apelaciones….. Tardé en comprenderlo: Lola tenía vocación jurídica, la que no tuvo mi único vástago, antropólogo viajero. Lola, con su apego a providencias y autos, es incansable. Lo malo es que su brillante color amarillo se oscurece más con cada muda: ya está casi negra….se estará fabricando su propia toga?

     

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  • Madera de Ley

    Herminia Dionis Piquero · Arriola (¡µlava) 

    Llegué al bosque gracias a la suerte y a Internet, la brújula del presente. Soy un urbanita empedernido y rara vez dejo de pisar cemento porque me dan vértigo los espacios sin puerta, aún así, encontré los árboles, cientos de ellos cuajados de flores y algún vástago.
    Por cortesía me senté sobre la tierra todavía escarchada de la madrugada (sobra decir que quedé hecho un carámbano), y saqué la grabadora para recoger sus palabras.
    Del más alto al más bajo todos coincidían en la queja: el uso excesivo de papel en el ámbito jurídico, con el coste sangrante que esto les supone.
    Cuando acabaron de lamentarse me despedí del grupo, prometiéndoles la máxima celeridad en el inicio del proceso. La demanda la presentaría la misma mañana, eso sí, en papel de calidad de tacto grueso, pero pensé que éste no era un dato para comentar con mis clientes?

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  • Vencimiento anticipado de la vida

    Mayte Castro Alonso · Valencia 

    Fundamento Jurídico Primero de la Sentencia: Despido Procedente. El abogado lo mira con cara de culpabilidad. Le dijo que el caso estaba ganado. El cliente da media vuelta y se aleja. Se adentra sin rumbo en los recodos de la ciudad con su brújula emocional totalmente desestabilizada. No sabe a donde ir. En casa le espera la desolación. Un vástago que vino al mundo sin ser invitado y una esposa que tiene por amante una botella de ginebra. Llega al puente. Observa el cauce del río desde las alturas. Siempre tuvo vértigo, pero ya no siente nada. Su dolor se ha quedado congelado como un carámbano de hielo. No se lo piensa. Se lanza al vacío. Una mano negra le cubre el rostro y lo acaricia dulcemente. Cuando lo encuentran sus labios dibujan una extraña sonrisa. Quizá el abrazo de la muerte fue el último consuelo que tuvo.

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  • Nunca ganaré este concurso

    José Miguel Rubio Polo · Murcia 

    Esto es un ejercicio de íntima lectura únicamente para el jurado decisorio, que acaso levemente subyugado por el título pueda atreverse a leer algunas líneas. Porque advierto: es ésta una historia políticamente incorrecta a la que no se va a seleccionar, sean cuales fueren sus improbables virtudes literarias. Tómenselo como una pequeña broma si pudieren, todo lo más como alegato jurídico, referido a la señora que denunció al marido por violencia de sexo, sabedora de que con sólo marcar el 112, el cónyuge de marras, vástago de su padre, pasaría una noche de vértigo por primera vez en vida, desorientado y sin brújula, en los deprimentes calabozos de la Comisaría, presuntamente culpable por su carácter macho, salvo prueba en contrario. Al siguiente día ya se retractaría la denunciante en cuestión porque, fría como un carámbano, era abogada, tenia una vista esa mañana, su esposo roncaba, y no la dejaba dormir.

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  • La armónica

    Enrique Morgade Casal · Valdemorillo (Madrid) 

    Papá me llamaba brújula, porque según él yo era la brujilla que había guiado sus pasos desde que nací. Al morir, por toda herencia, me dejó una armónica. Hace dos meses murió mamá. Con su último aliento me confesó que yo era el vástago bastardo de Don Andrés, multimillonario fallecido sin descendencia, de carácter frío como un carámbano. El procedimiento jurídico para la determinación de la filiación, y posterior adquisición hereditaria, me tiene sumida en un continuo estado de vértigo. Pero, sobre todo, me produce una profunda tristeza, saber lo desorientado que estuviste toda tu vida papá. Gracias por la armónica, me encanta.

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  • Causas Perdidas

    Silvestre Martínez Benítez 

    Como abogado me he enfrentado a infinidad de causas singulares. Una señora mató a su marido a causa del vértigo que padecía e hizo la demostración en el juicio, para que comprobásemos que había sido accidental. El ladrón de la brújula es la confesión de un tipo que robaba siempre los bancos con fachada orientada al este, para que el sol favoreciese el negocio cegando a los banqueros. El vástago kamikaze fue el heredero de un piloto famoso al que le gustaba cruzar autovías en dirección contraria aduciendo una enfermedad parecida al daltonismo para el sentido de las carreteras. Carámbano S.A. era la forma de evadir ingresos a Suiza de un político sin escrúpulos que enseñó la foto de su empresa: una casita en la nieve con estalactitas junto a una chica medio desnuda. Pero en mi haber jurídico, nada como el falso culpable: ojala fingieran ser mudos.

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  • El testamento

    Carlos I. Fernández Carbonell · Castellón 

    Nunca pensé que se pudiera pasar miedo en una lectura de testamento. Así estaban todos mis familiares, tiesos como carámbanos, muertos de miedo. O, quizás, era algo que llevaba conmigo y me parecía percibir en cualquier circunstancia. Tenía vértigo ante la vida, ante sus tantas preguntas y tantas respuestas. Y echaba de menos a mi abuelo, el juez; a su seguridad, su rectitud; a su ternura oculta entre tanta jerga jurídica. Mientras el notario leía sus últimas voluntades y todos sus vástagos veían cubiertas o no sus expectativas, mi corazón voló hacia esa misma biblioteca en la que estábamos, recordando los momentos que pasábamos juntos, en los que yo les relataba mis miedos como haría un niño pequeño con su madre. En herencia me dejó una brújula. Estaba estropeada. Me colocara donde me colocara siempre señalaba hacia el mismo punto. A un lugar indeterminado en el centro de mi pecho.

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  • Solución al anterior

    Francisco Javier Romero Pareja · Melilla 

    Solución al crucigrama esdrújulo-jurídico del número anterior: HORIZONTALES 1. Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean que experimenta un letrado novel al enfrentarse a su primer juicio: V¡RTIGO. HORIZONTALES 2. Instrumento consistente en una caja en cuyo interior una aguja imantada gira sobre un eje y señala el norte, imprescindible para no perder éste en el ejercicio de la abogacía: BRéJULA. VERTICALES 1. Persona descendiente de otra, a la que en ocasiones tiene que demandar para que un juez se lo reconozca tras la correspondiente prueba de paternidad: V¡µSTAGO. VERTICALES 2. Pedazo de hielo más o menos largo y puntiagudo que se va formando al helarse en invierno el agua que gotea en ciertas salas de juicios orales carentes del correspondiente sistema de calefacción: CAR¡µMBANO.

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  • Los abogados

    ¡µngel Suárez Losada. · Santiago de Compostela. 

    Me gustan los abogados, por cinematográficos; mis favoritos son Atticus Finch y Sir Wilfrid Roberts; pero también me gustan los de verdad; los que no son de ficción, aunque sean muy literarios; los que con su arrojo jurídico se enfrentan al vértigo real de un juicio, como si fuera una pequeña dramatización infinita -excepcionalmente, una comedia- en la que ellos son los indiscutibles protagonistas; me gustan porque saben escucharte aunque les importe un carámbano; porque saben hablar y nos sirven de brújula cuando entran en nuestra vida con sus dolores, miserias y mezquindades; porque son libres e independientes; y porque saben afrontar sus fracasos profesionales igual que sus éxitos, con la misma dignidad y sosiego; pero por encima de todos esos vástagos de la abogacía, el que más me gusta de lejos es mi abogado; sólo una mácula, es el compañero de despacho de mi marido; nadie es perfecto.

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  • El abogado sufridor.

    Mel Nebrea 

    Sentí cierto vértigo cuando me contó su historia. No es fácil ser abogado defensor, confesor del asesino y tener que ejercer de su ángel de la guarda. No quiero que se me estropee la brújula ética y que acabe perdiendo el norte. Pero así es el orden jurídico, se es inocente hasta que se demuestre lo contrario. El tipo había asesinado a su padre clavándole un carámbano de hielo en el corazón. Al haberse derretido no había arma del crimen, y como era su único vástago y era millonario, no había móvil. Tampoco había testigos, sólo aquel maldito email del viejo advirtiendo a un amigo que temía por su vida, y que su hijo estaba loco... A eso se aferraba el fiscal: el correo y demás pruebas circunstanciales. Hasta ayer era un caso extremadamente fácil de ganar, se sobreseería y punto. ¡¨Por qué tuvo que confesarme la verdad?

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  • Guardaré tu secreto

    Raquel Rodríguez Barranco · Humanes De Madrid (Madrid) 

    A veces no prestamos demasiada atención a la percepción que tienen nuestros vástagos sobre la vida adulta. Soy abogado y el hecho que a continuación narro, hizo darme cuenta de que el mundo jurídico es más sencillo que la paternidad. -Papá, Mario ha destrozado el dibujo de la brújula que coloreé ayer, así que mañana tendrás que venir al recreo y darle un escarmiento-. Sentí vértigo y me quedé cual carámbano. Yo no le había inculcado esa violencia a mi retoño. -Cariño, no estaría bien que yo hiciera eso. Mejor hablamos con la profesora- Y entonces mi princesita me susurró al oído: -Papi, no te preocupes, yo guardaré tu secreto. Mamá un día me dijo que defiendes a la gente. La otra noche decías por teléfono que alguien iba a perder sus poderes. Además papá, he visto en el ático tu capa de superhéroe-.

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  • El noveno círculo

    William Teixeira Correa · Montevideo 

    El frío aquí es insoportable. Estoy hecho un carámbano. Mis dedos, entumecidos, crujen mientras escribo. Mis pensamientos, sin embargo, me abrasan como un río de fuego y traen consigo penosos recuerdos, remordimientos, culpas. No sé cuándo ni cómo perdí la brújula. Tal vez la ambición me cegó y subí tanto y tan deprisa en mi profesión de abogado que no miré dónde pisaba, y, cuando parecía estar a punto de tocar el cielo con las manos, sentí vértigo y caí al abismo más profundo. Traicioné a mi cliente, a mi juramento, al orden jurídico y a Dios. Merezco estar aquí, inmerso en este lago de hielo y oscuridad, rodeado de los más infames traidores, en el mismo círculo que Lucifer y sus vástagos. Dante tenía razón.

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  • NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS RITOS

    Eva María Cardona Guasch · Ibiza 

    Me casé hace un mes, por lo civil. Ataviado para la ocasión, subí al coche. El gps, esa brújula moderna, me guió hasta mi destino. Entré y esperé en el mostrador. Poco después llegó ella, preciosa, radiante y hecha un carámbano porque, en pleno invierno, es una temeridad lucir un vestido sin mangas y con escote de vértigo. Avanzamos por el pasillo acompañados de nuestros padres que, aunque nada dijeron, hubieran preferido otro tipo de boda para sus vástagos. Formábamos una comitiva tan excesiva como el velo de la novia. Entramos en el despacho, elegante y funcional. El acto transcurrió rápidamente, con aire sobrio y exquisitamente jurídico: comprobar identidades, leer artículos del Código Civil, advertencias legales y firma del acta. Sin música ni arroz.. El trato fue cordial y el precio, razonable. Si algún día nos divorciamos de mutuo acuerdo, también quiero firmar el convenio en esta notaría.

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  • Al otro lado

    Raquel Ferrero Puchades · Madrid 

    Nunca pensé que estaría a este lado del estrado. Siento vértigo. De pequeño me encantaban las películas de abogados; me imaginaba como protagonista, con el pelo a raya, la corbata impecable, el traje cruzado y esa palabra justa, ese silencio preparado y esa mirada sostenida. Siempre ganaban ellos, los abogados de las películas. Mi padre decía que eran unos tíos extraordinarios, que le habían ayudado en más de un aprieto. Que estudiara, que le encantaría que su vástago fuera alguien en la vida, que yo tenía cabeza. Pero qué va, mi brújula se decantó por el lado oscuro. Un día, un tipo con la mirada más gélida que un carámbano, me sentenció a diez años. El primer mes, después de la primera paliza y el primer desgarro, me acerqué a la biblioteca y cogí un tomo de Derecho Jurídico. Y aquí estoy, al otro lado.

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