Imagen de perfilMARCA DE LA CASA

Esperanza Temprano Posada 

Estaba convencida de que había visto ese tatuaje en alguna parte, no me lo podía quitar de la cabeza y me resultaba imposible concentrarme en los folios del sumario. Parece ser que todas las victimas tenían uno igual en su muñeca. Sin duda estábamos ante un asesino en serie. La incógnita me acompañó todo el día: en el juzgado; en el café de las 11; en la reunión de la tarde; comprobando la caducidad de los yogures en la cesta de la compra… ¿dónde puñetas lo había visto? La decepción empezaba a apoderarse de mí cuando caí en la cuenta ¡Susana! La canguro de mis hijos. Ella también lo llevaba. Corrí a casa para avisarla pero se acababa de marchar. No pude hacer nada, el asesino me había tomado la delantera.

 

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