Imagen de perfilEl número del escriba

José Manuel Pérez Pardo de Vera 

— Hubo un tiempo, hijo, en que a los hombres de leyes se les cincelaba con tinta un número en el brazo. Era el número del escriba. Con este reconocimiento, se distinguía a quienes, conocedores de los arcanos de la palabra escrita, tenían el poder de preservar de la caducidad los más altos ideales de la sociedad.

Estos señores saben que soy abogado y tú sueñas con ser juez; por eso nos han puesto este tatuaje: quieren que juguemos a esa vieja tradición.

Desgraciadamente, mi padre no vio terminar aquel día. En una purga selectiva de prisioneros, de una cesta extrajeron su nombre y fue fusilado.

Heredé su toga y a ella añadí, al cabo de los años, las dos puñetas de magistrado. Con ellas tan sólo pretendí, al igual que mi padre con su relato, conjurar lo mejor de nosotros mismos contra la decepción por tanto sufrimiento sin sentido.

 

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