VII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilJuicio Final

Fernando Vizcaíno de Sas · Madrid 

Un abogado no se jubila nunca. No es cuestión de calendario, ni de años. Hay que sentarse en estrados hasta el final, morir con la toga puesta. Más él que había sido todo un fenómeno del foro. Iba pensando esto mientras le sacaban en camilla con el corazón infartado después de habérselas tenido tiesas con el fiscal por una cuestión procesal. No había abandonado el asilo para que un joven pazguato le diera lecciones de derecho procesal. Pero su corazón no compartía su entusiasmo. La verdad es que no le importaba morir en breve. Ya tenía edad para ello y ese minuto magnífico manteniendo el debate con el Ministerio Público le había compensado sobradamente el esfuerzo de preparar y estudiar el tema a su edad. Y, de repente, pensó que no podía morir. No sin saber el resultado y que le notificaran la sentencia. ¡No iba a perder su último pleito!

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilEsperando al TAG

Guillermo Sancho Hernández · Valencia 

Modesto tiene setenta y nueve años. Con más trabajo que un fiscal anticorrupción, ejerce como auxiliar todoterreno. Luisa, de ochenta y tres primaveras, da fe y controla los plazos. Es la eficacia personificada, y maneja el calendario como nadie. El caso (“Procedimiento 1/2015”, recuerda Luisa) es que Cosme, un auténtico fenómeno del dominó, de ochenta años, le reclama a Julián, de setenta y siete, la devolución de medio blíster de un conocido vasodilatador, prestado según la demanda poco antes de la fiesta de Nochevieja, sin que conste su devolución pasado el roscón de Reyes. Conforme al turno de reparto me toca resolver a mí: abogado durante cuarenta años, y con una breve experiencia como juez de paz de mi pueblo. Méritos, al parecer, suficientes para presidir el recién constituido TAG (Tribunal de Arbitraje del Geriátrico), nuestro particular y pacífico sistema voluntario de resolución de conflictos del asilo.

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilUn Fenómeno Paranormal

    Jose María Bello Rivas · A Coruña 

    Aquel asilo situado en lo alto de la colina daba cobijo a profesionales del derecho, había pocos abogados, muchos jueces, y un solo fiscal, de cuyo asesinato debía realizar un breve informe. Nada más atravesar la verja que rodeaba la vieja mansión un escalofrío recorrió mi cuerpo, una gota que bajaba por el canalón del vetusto tejado congelado recorrió en décimas de segundos mi columna vertebral al deslizarse por mi cuello. Pero esa no sería la única sensación desagradable, nada más atravesar el umbral de la vieja casona, me encontré con un hombrecillo que vestía una toga con los ribetes que a menudo suelen llevar los fiscales, que se dirigía a una sala contigua, en cuya puerta había un calendario con programación de vistas judiciales. Acaso era testigo de un fenómeno paranormal, o me estaba adentrando , en la vida judicial??

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  • Imagen de perfilVocaciones

    María Sergia Martín González- towanda 

    Papá fue fiscal, como el abuelo. Siempre confió en que alguno de sus hijos heredara su vocación.

    Mi hermana, tras un breve paso por la facultad de Derecho, se decantó por la Literatura y ahora es un fenómeno escribiendo microcuentos de abogados. Ernesto, tras algunos problemas con la justicia, colgó los libros. Hoy lidera el grupo musical “Los letrados”. Quedaba yo, el pequeño, su última esperanza. Tampoco pude satisfacerle. Recuerdo el día que le conté que quería ser payaso. Giró la cara y, aunque mamá condenó su conducta, me retiró la palabra.

    Hace tiempo que mamá murió y papá vive en un asilo. Cada martes acudo a visitarle, aunque ya no me reconoce. Me visto mi traje de clown, me maquillo una inmensa sonrisa y represento mi número estrella: La toga. Él ríe y aplaude como un niño. Cuando me marcho, marca el siguiente martes con un círculo en el calendario.

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  • Imagen de perfilLA MISIVA

    Desirée Paredes Boj · Alicante 

    “Gaznápiro, mentecato, zascandil, picapleitos...” Hasta cien agudos insultos conté, un largo e ingenioso etcétera de improperios. Esa fue la carta de despedida que mi cliente me entregó.
    El juicio estaba perdido desde el principio. El fiscal lo sabía. Mi cliente -en el fondo- lo sabía. Yo lo sabía. No cabía absolución y así se lo advertí en su primera visita. Sus días de libertad podían contarse en el calendario. Pero hizo caso omiso e insistió en continuar.

    Así que, ¿qué podía hacer yo? Era un exitoso abogado, no un mago. Y lo que necesitaba mi cliente era un fenómeno paranormal para salir absuelto.

    Aunque juró venganza al más puro estilo cinematográfico, no me preocupé. Mientras caminaba hacia el asilo para visitar a mi padre, hice un breve repaso de sus palabras. No pude sino sonreír. “¡Qué dominio del insulto!”, pensé. Y rompí en pedazos la incisiva misiva.

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  • Imagen de perfilLLAMADA A MEDIANOCHE

    Laura Gómez Hernández 

    Sabía que aquella llamada de madrugada de mi jefe cambiaría para siempre mi carrera. La conversación fue breve y su voz firme: “Vente al despacho enseguida –me dijo- hay un asunto urgente y necesito discreción”. Me levanté rápidamente y mientras intentaba controlar mi respiración, me anudé la corbata y miré de reojo el calendario de la nevera. Había llegado el momento. Sabía que esta sería mi oportunidad de ser nombrado socio del bufete. No podía creerme que el asunto de Mr. Smith –un fiscal americano que buscaba asilo en España- me lo asignasen a mí. Enseguida me imaginé haciendo declaraciones a la prensa, ¡iba a ser un abogado famoso! El corazón me latía enérgicamente. Entré en el despacho y un grito me sobresaltó: “¡Pero hombre, eres un fenómeno, qué rápido has llegado!”. Y ahí estaba él: agachado, con la cara roja y la corbata atascada en el triturador de papeles.

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  • Imagen de perfilEl pasante

    Juan Luis Pérez Martínez · Pontevedra 

    No puedo reprimir una breve mueca cuando lo veo; sin duda el chico es un verdadero fenómeno, no hace ni dos semanas que llegó al despacho y ya parece todo un letrado. Cuando apareció aquella mañana buscando asilo político, aún con el birrete sobre la cabeza, pensé que se trataba de otro pipiolo asustado sin idea de la vida ni mucho menos de la profesión. Me equivoqué. Ahora me lo encuentro explicando a mi cliente la defensa del caso que el mismo preparó, con una seguridad y elocuencia digna de un fiscal. Me va a comer con patatas. Lo interrumpo, le pido amablemente que haga dos copias del escrito de alegaciones que traigo en la mano y yo mismo continúo su exposición. El chico tiene madera, hay que reconocerlo, pero que disfrute con calma su enero profesional que a mi calendario aún le queda un largo otoño.

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  • Imagen de perfilJuicio en pijama

    JOSÉ VICENTE PÉREZ BRIS · Vizcaya 

    El tribunal estaba formado. Una mesa de camping cumplía como estrado. El fiscal, ataviado con pijama y pantuflas, tosió ligeramente.
    -Con la venia...
    Tras la mesa, la juez en bata de cretona, golpeó con el mazo de partir nueces.
    -Se abre la sesión. La acusación hará un breve alegato.
    -Señoría, juzgamos la sustracción de las pastas de té. El acusado, señaló a un hombre sin afeitar, aprovechó la hora del teatro para sustraerlas.
    El presunto ladrón iba a responder, cuando su abogada se lo impidió. Luego, esgrimiendo un calendario, rebatió la acusación.
    -La función se representa los jueves, señoría. Y el hurto fue el sábado.
    Un coro de ancianos airados protestó desde el fondo de la sala.
    -¡Fuera,fiscal! ¿Quién ha traído a ese fenómeno de feria?
    Una enfermera apareció poniendo fin al juicio. Esa noche confesó a su madre, "te juro que dejo el asilo el mes que viene.

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  • Imagen de perfilLa última carta

    Esperanza Temprano Posada · Madrid 

    Me voy. No quiero seguir arrancando las hojas del calendario sin ver cómo, poco a poco el pelo se te vuelve cano. No recuerdo la última vez que te vi sonreír y ni siquiera sé cuanto hace que no cometemos alguna locura. Siempre mantuve que eras un fenómeno de las leyes, es cierto, y te apoyé y animé en tu carrera de fiscal, pero no para que se convirtiera en la razón de tu existencia. La vida es breve y no quiero pasarla esperando en casa con la mesa puesta. Tal vez cuando estemos en el asilo sea demasiado tarde para escuchar tus casos, eso si no los has olvidado ya.

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  • Imagen de perfilTODA LA VIDA JUEZ

    José Ignacio Señán Cano · Madrid 

    Se preocupaba por recabar toda la información sobre los platos que les servían en las comidas. Preguntaba en las cocinas por el calendario de suministros, por la solvencia de tal o cual proveedor, e incluso por si algún fenómeno extraño pudiera haber alterado la calidad de los productos. A menudo, también se interesaba por la limpieza, por los horarios y por si los empleados tenían sus contratos en regla con la Seguridad Social.
    Toda la vida trabajando como juez le permitía ver el asilo como una gran causa que se iba instruyendo día a día.
    Aquella mañana sin embargo, el magistrado se quedo pensativo por unos breves instantes. Con una sonrisa desvaída en el rostro, decidió que el último tramo de su vida se haría fiscal. No podía permitir que la auxiliar del turno de tarde le dejara de los últimos a la hora del cambio de pañal.

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  • Imagen de perfilBecario contratado

    Asier Elvira Zalduegui 

    En una firma de prestigio, liderada por la hija de un eminente fiscal, pronto asumí que mi estancia sería breve. Mi contrato de becario expiraba en semanas, y cada intento de hablar sobre mi renovación había sido una batalla perdida zanjada con un elegante silencio.
    Aún con la fecha final grabada a fuego en el calendario, empezaba cada día con las ganas suficientes para acometer las montañas de papel que cubrían mi mesa. Porque sólo ser el último eslabón de una larga cadena de maestros del escaqueo, explicaba el fenómeno paranormal que suponía que mi cubículo tuviera siempre semejante trajín.
    Un día, ordenando actas y citaciones, me topé con el borrador del contrato del nuevo becario. Mi sustituto venía con mi propio juicio rápido. Recoger mis cosas y buscar asilo en otra empresa donde servir temporalmente era mi próximo horizonte. Antes me daría el lujo de redactar mi sentencia formal.

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  • Imagen de perfilLA PLAGA DIVINA

    RUBÉN MORENO GARCÍA 

    Cuenta la leyenda que en un país muy, muy cercano ¡perdón! lejano existía un pueblo que adoraba a una diosa llamada Justicia. Era venerada en respetados templos: los palacios de justicia. Éstos servían como lugar de asilo para todos aquellos que reclamaban amparo. En ellos se celebraban solemnes actos oficiados por sacerdotes, los juristas, entre los que había ilustres abogados, jueces, fiscales…, enfundados en sobrios vestidos negros. Las sagradas escrituras ordenaban que los sacrificios realizados en honor de la deidad debían celebrarse sin dilaciones indebidas, es decir, de la forma más breve posible. Cierto día, tras el reiterado incumplimiento del mandato divino, la diosa enfureció y castigó a su pueblo por medio de un extraño fenómeno: una plaga de calendarios. Desde entonces éstos presiden todos y cada uno de los palacios de justicia, recordando que los actos en honor de la diosa han de celebrarse en tiempo (y en forma).

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  • Imagen de perfilDERECHO DE ASILO

    Eva María Cardona Guasch 

    No es una residencia; es un asilo para viejos. No estoy mayor, ni demente; estoy decrépito y loco. Aquí dentro cada día es lunes. O martes, da igual. El calendario es un fenómeno de nulo interés, como nuestras vidas de internos. Apenas me visitan dos parientes y para sacar lustre a sus conciencias. Ni rastro de los colegas que tanto me respetaban ni de los clientes que me necesitaban. He convertido mi celda (la llaman habitación) en mi bufete. Mis compañeros vienen a contarme sus agravios. Luego abogo por ellos ante el director, erigido en juez. Y como yo llamo a las cosas por su nombre, suele estimar mis demandas. Salvo que algún cuidador se crea fiscal con derecho y obligación de intervenir y desbarate mi estrategia. Me resta una existencia leve y breve, pero al menos la viviré como siempre, con el delirio de creerme importante.

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  • Imagen de perfilEL DÍA DEL ÚLTIMO JUICIO

    Francisco José Rubio Consuegra · Valencia 

    Esa mañana, primer día de invierno según el calendario, amaneció con un frío repentino y traicionero. Por eso, Eusebio Matasangres organizó un juicio rápido en cuanto terminó el desayuno. Al desangelado acto celebrado en la salita de televisión, solamente asistió Fermina Gránulos, vecina de habitación y sorda, para más señas. Ebanista de profesión, había sido siempre un leguleyo con aires de abogado, así que sus postreros días los pasaba montando juicios a la mínima ocasión. Andrés Garbanzola, fiscal jubilado veinte años atrás, era, indefectiblemente, el acusado, siempre juzgado en rebeldía. De todo lo que acontecía en el asilo, incluidos los fenómenos meteorológicos, Garbanzola resultaba imputado. El veredicto, inalterable: culpable.
    A mediodía, Matasangres dictó sentencia contra Garbanzola. Seré breve, dijo: condeno al acusado a vivir diez años más que yo. En la salita, acompañando al ebanista en el que sería su último juicio, Fermina lo miraba como si entendiese algo.

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  • Imagen de perfilSentirse útil

    Ana Martina Varela Velo · A Coruña 

    Escudriñé a la cliente como lo haría un fiscal inquisitorio. Su historia increíble, y a la vez triste, prometía ocupar mi calendario en los próximos días. De origen argelino, vendida por un sirio en Túnez, tras su huida a Marruecos, había llegado a Ceuta en los bajos de un camión. Ahora, sentada en mi despacho, solicitaba mis servicios para la tramitación de una solicitud de asilo. Su breve vida, pues tenía tan sólo 18 años, era la radiografía del fenómeno actual de la inmigración. Su etnia, religión, género, y en resumen, su identidad diferenciada la llevaban a apelar la Convención de Ginebra.
    Sonreí con tranquilidad. Tenía ante mí un caso interesante que me motivaba de manera excepcional. Recordé el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) y la Carta Social Europea, que dicen que una persona debe poder sentirse útil a través del trabajo. Y yo estaba ahí.

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  • Imagen de perfilEl amigo del fiscal

    Onintze Dominguez Rodriguez 

    Entró en el juzgado cabizbajo, hoy no era uno de esos días buenos de trabajo. Ser el fiscal en un caso de petición de asilo político como éste le hacía plantearse si su moral no chocaba demasiado con la ley. Esperaba al menos que el proceso fuera breve; los malos tragos, mejor rápidos. Miró el calendario y calculó cuándo saldría la sentencia. Igual el hombre podía quedarse hasta finales de año en el país y si así era, celebrarían el Año Nuevo en la Asociación, como antes: el inmigrante ilegal y el fiscal, amigos desde la niñez en aquel pueblo de África. Pensó con tristeza que si él no hubiera sido un fenómeno en los estudios y hubiera conseguido aquella beca para la universidad española, ahora estaría igual que su amigo. Respiró hondo y entró en la sala, siempre miraban extraño al ver un fiscal de raza negra.

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  • Imagen de perfilCuestión de roles

    Armando Cuevas Calderón · Madrid 

    La respuesta que obtuvo del acusado fue tan impredecible como los fenómenos atmosféricos.
    —Entré en el asilo a buscar a mi padre.
    —¿A las cuatro de la mañana y saltando la tapia? —preguntó el fiscal.
    —Salgo tarde de trabajar.
    —Ya. El caso es que cuando les detuvieron, su padre llevaba una bolsa repleta de joyas y dinero que pertenecían a sus compañeros.
    —No puedo con él, lo coge todo —dijo el acusado abriendo los brazos.
    El juez miró al fiscal, luego al techo, y ante las risas de la sala propuso un breve descanso.
    El anciano padre sacó entonces un calendario del bolsillo y mostrándoselo a su hijo le dijo en voz baja.
    —Si seguimos haciéndonos tú el listo y yo el tonto, para el Día de la Madre estamos en casa.

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  • Imagen de perfilEL ABOGADO SENTIMENTAL

    MANUEL MORENO BELLOSILLO 

    En realidad no quiero ganar el juicio, ni éste señalado hoy en el calendario ni ningún otro. Si lo gano el cliente se arrogará el mérito de la victoria, si lo pierdo al menos me atribuirá la culpa de la derrota. Si gano el juicio mis compañeros quizá me consideren un fenómeno del foro y tenga unos momentos de breve gloria en la oficina, pero después me envidiarán y me temerán como una amenaza para sus puestos de trabajo; si lo pierdo en cambio se compadecerán de mí y me estimarán. Quizá si lo gano despidan al abogado contrario y el cliente reclame su responsabilidad civil por negligencia profesional, y eso me afligiría. Si lo gano mañana seguro tendré remordimientos por el fiscal derrotado. Al fin y al cabo, yo quiero lo que todos, que me quieran, y no morir sólo en un asilo atormentado por mi conciencia.

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  • Imagen de perfilEsperando al TAG

    Guillermo Sancho Hernández · Valencia 

    Modesto tiene setenta y nueve años. Con más trabajo que un fiscal anticorrupción, ejerce como auxiliar todoterreno. Luisa, de ochenta y tres primaveras, da fe y controla los plazos. Es la eficacia personificada, y maneja el calendario como nadie.
    El caso (“Procedimiento 1/2015”, recuerda Luisa) es que Cosme, un auténtico fenómeno del dominó, de ochenta años, le reclama a Julián, de setenta y siete, la devolución de medio blíster de un conocido vasodilatador, prestado según la demanda poco antes de la fiesta de Nochevieja, sin que conste su devolución pasado el roscón de Reyes.
    Conforme al turno de reparto me toca resolver a mí: abogado durante cuarenta años, y con una breve experiencia como juez de paz de mi pueblo. Méritos, al parecer, suficientes para presidir el recién constituido TAG (Tribunal de Arbitraje del Geriátrico), nuestro particular y pacífico sistema voluntario de resolución de conflictos del asilo.

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  • Imagen de perfilChapi y yo

    SARA DIEZ GOMEZ · SALAMANCA 

    Chapi terminaba de “desayunarse” mi calendario de sobremesa mientras yo metía en la cartera todo lo necesario para el juicio de aquel día. El de los señores Brown había sido un divorcio sonado, seguido insistentemente por la prensa. La de esa mañana, si todo iba bien, sería la última vista que tendría que celebrar: la custodia de Chapi, un pequeño cachorro de labrador canela, todo un fenómeno. El Fiscal, ante el arduo enfrentamiento de los Brown, había propuesto cautelarmente que le diéramos asilo al perrito. “No se preocupe, letrado, será breve.”-dijo. Nueve meses hacía ya de aquéllo.
    Al final mi cliente ganó, y yo perdí a Chapi. Desolado, caminé distraídamente hasta mi despacho. Cómo iba a echar de menos a ese condenado chucho! Meses después, recibí un gran paquete con una nota. “Estimado letrado-decía la señora Brown- me temo que Chapi ya no puede vivir sin usted. ¡Cuídelo bien!”.

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  • Imagen de perfilLA PRUEBA

    Yolanda Nava Miguélez · LEÓN 

    Soy un fenómeno, el mejor en lo mío, pese a las medidas de seguridad robé la pieza más valiosa del museo; todo habría sido perfecto si no se me hubiera caído el calendario de bolsillo, me lo había dado ese mismo día mi abuelo, horas antes paseamos por el jardín del asilo y se empeñó en que lo guardase de recuerdo, que me traería suerte, dijo; era de veinte años atrás y aparecíamos juntos en él, yo vestido de marinero en mi comunión, él, con su toga y su bonete.
    En un momento de lucidez me abrazó y me deseó suerte allende los mares, sentenciando de forma breve: tendrás éxito en tu carrera grumete. Después perdido en las brumas de su consciencia se alejó.
    Letrado, ha de sacarme airoso de esta, desarmar la acusación del fiscal, mi abuelo no merece errar, a estas alturas, en sus juicios.

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  • Imagen de perfilEL FIN CORONA LA OBRA

    MAYTE CASTRO ALONSO · VALENCIA 

    Entra en la pequeña Sala con sobriedad y respeto, como lo ha hecho durante los últimos cuarenta años. El fiscal lo saluda atentamente. Son viejos amigos. Demasiados días de calendario compartido. El abogado contrario expone de forma breve y brillante su alegato. Él no se inmuta. Ya no hay nada que le sorprenda o algo a lo que tema. Su elocuencia y retórica se han convertido en sus mejores aliadas. La experiencia le ha enseñado a confiar que la justicia no es un fenómeno azaroso. Sin embargo hoy es todo distinto. Una pequeña lágrima asoma por sus ojos envejecidos. Hoy es su último día. Hoy deja la toga en el asilo de los recuerdos.

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  • Imagen de perfilNi blanco ni negro: Azules

    Maria Elejoste Larrucea 

    Verá, señor, usted será un fenómeno como médico, pero negociando es un cero a la izquierda… y yo he sido fiscal los últimos treinta años. Aquí, en el asilo, no hay mayor entretenimiento que pasar las hojas del calendario, y eso es aburridísimo. Yo quisiera una estancia breve pero intensa, así que lleguemos a un acuerdo: no presentaré cargos de mala praxis, y usted, a cambio, me receta estas pastillitas.

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  • Imagen de perfilA LA ESPERA

    Vanesa Martín Hernández · Santa Cruz de Tenerife 

    Tras un breve suspiro, inhaló de nuevo el olor a madera vieja. A su alrededor, el tañido de las togas serpenteando por los pasillos denotaba nerviosismo. Caminó tranquilo hacia la sala, atrás habían quedado las carreras y los extraños fenómenos antes de un juicio.
    Llevaba mucho tiempo con ese día marcado en el calendario, tanto, que pensó que nunca llegaría. En contadas ocasiones había salido de su escrupuloso retiro en el asilo, pero de nuevo hoy, volvía a enfundarse su toga de fiscal. Después de cinco largos años, tendría que revivir lo ocurrido, volvería a ver la pena en los ojos de las familias y a escuchar los testimonios de los tres niños supervivientes. Sabía que lograría la máxima pena para el terrorista islámico que masacró el colegio, aunque dudaba que aquello pudiera mitigar el dolor de toda una ciudad.
    Llevaba mucho tiempo con ese día marcado en el calendario…

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  • Imagen de perfilUn día más

    Marta Morcillo Lorenzo · albacete 

    Finalicé el primero de mi promoción y he tenido una carrera de éxito. En mis espaldas pesan las hojas del calendario que en su correr me recuerdan mi edad, mis experiencias y mis conflictos. Miro al espejo y veo lo que soñaba, un Fiscal respetable, profesional y que vive para su trabajo. Me catalogan de fenómeno, pero simplemente soy un luchador.
    Orgulloso me ajusto la corbata, tomo unas últimas notas, adopto mi semblante serio y me pongo de camino al Juzgado. Una señora me toca el hombro, no la reconozco, aunque por un breve instante tengo la sensación de haberla visto antes. Me sorprende sobremanera la confianza tomada por esta extraña y su mirada cariñosa, llena de amor y vida, me trae recuerdos de antaño.
    Con dulzura susurra “papá, hay que volver al asilo”
    …¡Ahora la recuerdo! Es mi pequeña…
    Y sin quererlo una sutil lágrima resbala por mi mejilla.

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  • Imagen de perfilIlustre viejo

    Francesc Rodríguez Tutusaus · Barcelona 

    "La vida es breve", se leía en un cartel publicitario justo al lado de las puertas del asilo. Distraje a papá para que no lo leyera, no sabía hasta qué punto lo tenía realmente asumido por más que repitiese, con su particular sentido del humor, si le había traído el whisky y los puros. El otrora prestigioso fiscal no era más que un viejo y cojo caballo de carreras, un cualquiera a quien pocas hojas de calendario le quedaban por arrancar. Al llegar a su cuarto le acomodé. Fue entonces cuando en frío, y sin mirarme siquiera, me dijo: "Eres un fenómeno. Quiero que lo sepas. Vas a ser un gran abogado, confía en ti". Jamás me había dedicado un solo halago... Seguramente nadie en aquel lugar sabía cuan ilustrísimo y afortunado era el señor que había entrado por la puerta apenas unos minutos antes: yo. Gracias, papá.

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  • Imagen de perfil¿Es delito el amor?

    Cristian Albalat Bayarri · Castellón 

    En estas fechas del calendario donde predicamos paz y amor, deberíamos acordarnos de aquellas personas que nada tienen y se juegan la vida buscando un futuro mejor; me refiero al fenómeno de la inmigración ilegal. De manera muy breve me gustaría hablarles de Musambani, un joven ugandés. Musambani tuvo que huir de su país, por ser homosexual, al estar penado con la muerte.Tras recorrer 8.000 km, llegó a Melilla, donde fue detenido por la Policia Nacional, al carecer de la documentación legalmente exigida. Se procedió a la apertura de un expediente de expulsión preferente. El fiscal solicitó su devolución a Marruecos. Desde nuestro buffete solicitamos el derecho de asilo para Musambani. En España todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, quedando abolida la pena de muerte. ¿Por que no debería ser igual para el Sr. Musambani? Nadie debería ser condenado por su condición sexual!

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  • Imagen de perfilEL TRUCO FINAL

    JUAN MANUEL RUIZ DE ERENCHUN ASTORGA · BARCELONA 

    Cuando mis hijos me ingresaron en el asilo, mi alma de letrado peleón se rebeló contra aquel ultraje. Fueron muchos los escritos que planteé ante las más altas instancias, incluido el Fiscal General, exponiendo mi queja y abogando por otras medidas menos gravosas para mi persona. Pero nadie contestó, y los que lo hicieron, se limitaron a una breve nota de no injerencia en asuntos familiares internos. Hoy tras cinco años de lucha, miro atrás en el calendario y sólo veo lo confiado que fui cuando puse al frente de mi exitoso bufete a mis vástagos. No dudaron en usurparme lo que era mío, enviándome al exilio en esta residencia de gruesos muros y amplios barrotes. Pero todo va a cambiar. Antes de abogado fui escapista, de los mejores. Me apodaban Harry el Fenómeno. Hoy les haré mi truco final. Eso sí, necesito a mi ayudante: que pase La Parca.

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  • Imagen de perfilMi toga tiene poderes

    José Manuel Pérez Pardo de Vera · Madrid 

    El 16 de junio es una fecha que tengo marcada en rojo en el calendario. Desde el año 2.002. Porque fue entonces cuando advertí por primera vez el fenómeno que me sucedía.

    Un fenómeno que debería llevar a la Marvel a incluir mi toga en su lista de complementos de superhéroes. Y es que mi toga me da alas. Sí, sí, como el maillot amarillo al líder del Tour. No le encuentro otra explicación.

    ¿A qué cabría atribuir, si no, la espectacular metamorfosis de quien buscaba asilo bajo la silla ante cualquier inofensiva pregunta del profesor y, sin embargo, pasa en sala a convertirse en un auténtico “litigator”?

    Lástima que el efecto de dicho poder sea breve cual vigencia de norma fiscal, y dure lo que tardo en quitarme la toga. Estoy seriamente considerando incorporarla a mi indumentaria habitual. Quizá subiéndole un poco el bajo y acortándole las mangas…

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  • Imagen de perfilAvaricia

    Lita Rivas Folgar · La Coruña 

    Coincidí con Arturo en la facultad de Derecho. Yo era un alumno mediocre, aunque con mucha voluntad. Él era un fenómeno, con un elevado coeficiente intelectual y muy ambicioso. Me costó sacar la carrera, que él finalizó en un tiempo record, junto con Empresariales. Siempre me decía que se había marcado un calendario de metas improrrogable. Yo me conformaba con caminar lento pero seguro. Me licencié y oposité a una plaza de fiscal, que conseguí.
    Mi vida profesional fue satisfactoria y ya jubilado, un día, visitando a un amigo en el asilo, le vi. Me costó reconocerle. Era Arturo y de manera muy breve me contó que había conseguido sus objetivos como directivo de importantes entidades financieras. Iba a felicitarle cuando me interrumpió: -Nada de esto me compensa el tiempo que he pasado en prisión.-¿Por qué?- pregunté. –La codicia nunca ve el saco lleno-me contestó.

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