II Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

Blogs

Ana Rosa Díez Simarro · Madrid 

Era fiscal. ¿Mi sexo? Irrelevante. Basta mi nick. Perseguía delitos informáticos. Revisaba redes sociales, páginas frikis, pornográficas... Algunas tendrían morbo, pero yo no lo apreciaba. Desvelé alguna malversación analizando apuntes contables en un servidor de las Caimán. Otras pesquisas apenas generaron una mísera multa. Siempre sospeché que los límites del espacio cibernético se perdían en lugares remotos. Pero nunca hasta qué punto. Aquel bloguero fue abogado de narcos. Ahora delata a jueces y policías corruptos. Media profesión visita su rincón en internet. Muchos sumarios aprovechan sus acusaciones. Lo mataron en un ajuste de cuentas. Él hace lo propio. Impunemente. Fracasé al intentar conducirlo ante un tribunal como testigo protegido. "No tienes jurisdicción sobre los muertos", me dijeron antes de volarme los sesos. Ya soy como él: otro espectro que escribe cuanto le place. Bienvenidos a mi blog.

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Relatos seleccionados

  • Condena perpetua

    Marta Trutxuelo García · Andoain (Guipuzkoa) 

    Estaba algo nervioso, pero me vencía la curiosidad por averiguar qué se siente al ser por una vez el protagonista en un juicio; debo admitir que me daba cierto morbo sentarme en el banquillo de los acusados. Entré en los juzgados y traspasé la puerta de la familiar sala de audiencias donde tantas horas había invertido durante mi prolongada profesión de abogado. —¡Este tribunal ya tiene un veredicto! —exclamó un juez ataviado con una toga blanca y dueño de una espesa barba cana. — ¡Si aún no ha comenzado el juicio! —protesté. — Se le condena a vagar como un espectro por toda la eternidad —sentenció el juez. — ¿Cómo? —exclamé horrorizado—. Aquí hay un error, sólo he cometido un delito leve de malversación, la condena debería ser una multa… —intenté argumentar. —¿Cuestiona la jurisdicción de esta sala? ¡Condenado por desacato al tribunal!¡Santo cielo! ¡Abogados! No respetan ni su propio juicio final.

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  • ¡Maldita gripe!

    Victoria Fernandez de Pinedo 

    13 de noviembre, 6:30 de la mañana, enciendo el móvil. Tengo 10 mensajes de texto. 7 nov 10:09 “No te olvides de pagar hoy la multa. Tienes una reducción” 8 nov 1:02 “¿Por qué no me has llamado?” A. 9 nov 9:04 “Lo mejor es un cambio de jurisdicción, no te comprometas” . 9 nov 12:14 “¿Vamos a vernos hoy?” A. 10 nov 14:03 “Juzgado 9:00. 13 nov. Mejórate” 10 nov 2:09 “Pienso en ti… me da morbo tu traje oscuro” A. 11 nov 13:01 “El caso de malversación lo he dejado sobre tu mesa, revísalo. Ya me dirás” 11 nov 10:21 “¿Comemos juntos?” A. 12 nov. 11:00 “Confirmada su reserva en el vuelo IB6709” 13 nov. 3:04 “Eres un espectro para mi, adiós” A.

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  • Puntos suspensivos

    Agustín Martínez Valderrama · Gavá (Barcelona) 

    La primera vez que te vi hacía un día espléndido, radiante, maravilloso. Don Gregorio definía la noción de jurisdicción mientras yo admiraba tus piernas. En el receso, antes de precisar los conceptos de cohecho, malversación y apropiación ilícita, te propuse salir. Nos saltamos la siguiente clase y fuimos a la playa. Abrazados, paseamos por la orilla hasta alcanzar el rompeolas. Y al anochecer, bajo el influjo de la luna, te besé, desabroché tu blusa, te levanté la falda y... Luego, la guardia civil nos puso una multa por bañarnos desnudos. Aún recuerdo tu risa cuando la luz de la linterna iluminó mi cara. “Parecías un espectro”, dijiste. La última vez que te vi, la toga escondía el morbo de tus piernas. El birrete, mi ímpetu. Y ya no hacía un día tan espléndido, ni maravilloso, ni paseamos abrazados, ni la luna, ni tu falda, ni puntos suspensivos.

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  • Valió la pena

    Ana Pilar Cortés Bendicho · Valencia 

    Mientras consulto en la red mis saneadas cuentas degluto mi dosis diaria. Es un antibiótico de amplio espectro, y sin embargo, no sirve para paliar los estragos de mi mala conciencia. –No- mentí con rotundidad ante el Tribunal con jurisdicción para complicar mi existencia-  no soy culpable del delito que se me imputa, nunca he cometido malversación. Cierto que padezco morbo regio y la amarillez de mi semblante es causa de chismorreo en los pasillos del ministerio, pero nunca había tenido tan mal aspecto como el que me acompaña desde aquel día. Inocente, ese fue el veredicto que obtuvo mi eficaz abogado. Y un tirón de orejas y una simbólica multa para calmar los ánimos ciudadanos. Ventajas de codearme con las altas esferas. Me acecha la náusea, me arden las sienes, pero ahí están los millones sustraídos del erario público, en mi cuenta corriente. Valió la pena.

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  • Sin juicio

    Cecilia Rodríguez Bové · La Eliana. Valencia 

    Corría el año 2050. El espectro de luz multicolor se colaba por la ventana de la sala donde todos estaban preparados para escuchar la sentencia. Era uno de los juicios con más morbo y más mediático de todos los tiempos. Los imputados, inmóviles como velas, esperaban sin respirar el veredicto. -“De los cargos de apropiación ilícita, malversación, cohecho, abuso de poder y prevaricación los acusados son declarados…” El chirrido de una puerta que se abrió interrumpió la solemnidad del momento. –“Buenos días Sr. Brassón, otra vez su habitación está hecha un lío. ¡Ya le he dicho que la sábana no es una toga y que las almohadas puestas en las sillas no son acusados bajo su jurisdicción! Usted insiste en querer juzgar el caso Gürtel y eso sucedió hace ya 40 años y solo acabó en multa. Vamos, tómese estas cápsulas y venga conmigo, hoy tiene terapia de grupo”.

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  • Road Movie

    David Villar Cembellín · Castro Urdiales (Cantabria) 

    Perseguir a Johnny TresPassos tenía algo de glorioso no exento de morbo. Al fin teníamos pruebas para meterle en la cárcel varios años. Por temas de malversación y evasión de impuestos, por supuesto, ni rastro de los asesinatos que ordenó ni el tráfico de droga que dirigió. Era como perseguir a Hitler por una multa de tráfico. Pero al menos teníamos un motivo para ir a por él, era nuestro. Mejor dicho, era mío, ya que era yo en solitario quien le perseguía hacía varios días por el Desierto de Sonora. Por los días que llevaba conduciendo debía haber sobrepasado holgadamente mi jurisdicción, probablemente me encontraría en México, pero no cejaría en mi empeño: llevaría a Johnny TresPassos ante un juez… Sin gasolina, comida ni agua, aquel perseguidor de Johnny TresPassos por el Desierto de Sonora nunca llegó a México. Pero tssssk, silencio, no se lo contéis a su espectro.

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  • Un reto…

    Elisabeth Heras Domínguez · Mairena de Aljarafe (Sevilla) 

    ¿Qué es un reto? Un reto es negarse a uno mismo sucumbir en el espectro de aquello que es inmoral e injusto. Un reto es evitar la malversación cuando eres funcionario a cargo de caudales públicos. Un reto es intentar no volver a cometer una infracción cuando te ha sido notificada la multa. Un reto es huir del morbo que supone hacer realidad tus deseos más impuros. Un reto es eludir la jurisdicción penal para resolver asuntos que previsiblemente se solucionarían “dialogando”. Un reto es... Un reto es defender todo lo anterior y seguir siendo honrado. En definitiva, un reto es ser abogado.

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  • Triángulo de Bermudas

    María Graciela Bolo · Caba (Argentina) 

    “Empecé en Infracciones. Cinco años auditando multas y gravámenes me volvieron ducho en todo el espectro de las trampas al Estado. Después, una carrera exitosa me llevó, escalando, de una jurisdicción a otra, hasta el fatídico día en que se me acusó de malversación de documentos en la licitación aquella. Si era inocente? Qué importa ahora… Lo cierto es que apenas terminada la instrucción,logré pasar a Panamá; y de ahí en más mi paradero fue un enigma.La noticia dividió a la opinión pública; el escándalo hizo tambalear a varios funcionarios,incluídos un par de jueces. Mientras, el morbo de la gente me rumoreaba muerto y desaparecido, o riquísimo y con nueva identidad y otra apariencia… Es caprichosa, eh?, la fama...” “Qué importa ahora – repitió con sonrisa plácida, y apoyó el mojito en la barra de la playa, mientras sus ojos perezosos se perdían en la serenidad de la tarde.

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  • Orgullo de padre

    Sol García de Herreros · Segovia 

    Cuando abandoné el derecho por la política, mi padre, magistrado del Supremo, estuvo meses sin hablarme. Ahora, años después, padece Alzheimer y todo es distinto. Siempre está preguntando por ti y quejándose de lo poco que te ve, me reprocha mi hermana, cuando nos encontramos los días de visita. Aunque ha olvidado casi todo, a mí me reconoce al instante y disfruta hablando conmigo. Hay días que recupera una exhaustiva memoria profesional, pasa horas contando anécdotas de sentencias, de conflictos de jurisdicción, de multas millonarias… Otros le da por abrazarme y repetir lo orgulloso que está de mi y de donde he llegado, mientras mi hermana observa mi reacción con verdadero morbo. Dice que el pobre sonríe cuando descubre mi foto en los periódicos, pero ya no sabe leer los titulares :"Condenado por cohecho y malversación”, “Unánime repulsa desde todo el espectro político”. Tampoco reconoce ya la carcel.

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  • Incompetencia

    Edgard Cristian Pallauta Quinzacara · Copiapó (Chile) 

    Intranquilo, al punto de enloquecer, y augurando su fatal destino, escuchó la sentencia. Y aun cuando su defensor le adelantaba, a lo más, una multa por sus torpezas tributarias, él sabía que tamaña malversación no quedaría sin castigo… La caída de un hombre intachable y el insoportable tormento de los días posteriores fueron demasiado, por lo que poner fin a su vida pareció la mejor y la peor solución. Esa misma noche, el juez despertó sobresaltado. A los pies su cama, el espectro del eterno condenado se presentaba, extendiéndole su mano ensangrentada. Y aquél, venciendo el espanto y el insano morbo que lo tentaba a acudir a su llamado, se cubrió la mitad de la cara con la sábana y sólo atinó a responder: “Lo siento, eso va más allá de mi jurisdicción.”

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  • Sospecha

    Elena Bretos Palomera · Huesca 

    Su señoría debería declinar la jurisdicción. Sé que me va a imponer una multa cuando menos, ya que mi cliente no va a comparecer hoy y va a tener que suspender la vista de nuevo. Sé que el caso de malversación está en toda la prensa y que esto va a ser un escándalo, pero… Ayer por la tarde, la mujer de mi cliente me pidió que acudiera a un hospital que me indicó. Ella me estaba esperando en la cafetería, con un sugerente vestido rojo y una copa en la mano. El morbo estaba asegurado. Ante mi alarma, sonrió mínimamente y se contoneó delante de mí hasta una habitación del décimo piso. Me mostró a su marido en coma con el espectro electromagnético plano, mientras sonreía ya sin disimulo. Señoría, no sé qué pensar. Ella no está imputada y sé que este juicio contra su marido nunca se celebrará.

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  • ¡Demándales papá!

    Pedro Fernández Puig · Getxo (Vizcaya) 

    El desayuno familiar se interrumpió. Del pan de molde a medio untar sobresalían dos alas chamuscadas. Una mosca se había integrado en la miga durante la fabricación. -¡Demándales! -gritó mi hijo pequeño de ocho años-. -¡Que asco! -exclamó la mediana-. -¡Cómetelo! -dijo el mayor-. Mi mujer reía, divertida. -¡Demándales! -repitió el pequeño-. -¡Eso! -remachó el mayor- ¡daños morales! Estaba perplejo. Mis batallitas de abogado calaban más profundamente de lo que pensaba. Sólo mi hijita parecía mantener la cordura. -¡Chúpales la sangre!, dijo por fin mi tierna descendiente. Hablé con atención al consumidor. Un comercial vendría. Traería un lote de productos, como compensación. Días de espera y fantaseo. El hombre llegó. Sin testigos, intercambié pan y mosca por una pequeña caja. Demasiado pequeña…, pero transaccioné. Miraba la caja…, mis clientes volverian enseguida del cole…. Mi vergüenza profesional me llevó al supermercado. Volvieron. Miraron las cajas. -¡Nuestro padre, el mejor abogado! –exclamaron-.

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  • Caso trasparente

    Dori Siverio Fumero · Vilaflor (Tenerife) 

    Después del espanto, la controversia y hasta el morbo, accedí defender a mi cliente, porque aquella noche zanjé que, como abogada que soy, lo defendería, aunque no era de mi jurisdicción. Pero es que aquel cliente era tozudo hasta lo indecible y yo ya no aguantaba su constante presencia. Lo representé; me costó tiempo, pesquisas, dinero y hasta una multa por mal estacionamiento mientras indagaba su caso, pero al final, ganamos el juicio. Probé que mi interesado no había cometido malversación, sino que había sido otra persona, que ya está entre rejas. Al fin descansé de este caso que me agobió durante dos años y mi cliente también. Me dio las gracias anoche, sonrió y se esfumó ante mis narices. No me inmuté, claro, después de haber visto a aquel espectro continuamente durante más de dos años pidiéndome justicia por algo que no había hecho cuando vivía… Descanse en paz.

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  • Como siempre

    Jordi Teva Mont · Sabadell (Barcelona) 

    Había mucho tumulto en la sala. El Fiscal y el Abogado se situaban en sus lugares del estrado, esperando la entrada del imputado con mucho morbo. El Abogado vestía una maravillosa toga de color negro, como es tradicional. Una voz tosca y aterciopelada anunció la entrada en la Sala del Tribunal competente en esta jurisdicción. La muchedumbre se puso en pie y a continuación entraron los Magistrados como si de un espectro se tratara. El Presidente pronunció aquellas palabras que dan comienzo a la vista oral del proceso: “se abre la sesión”, y prosiguió diciendo: continúa la causa contra el imputado, presunto autor de un delito de malversación de fondos públicos. El micrófono del Tribunal estaba abierto, cuando uno de los Magistrados, intentando hablar con su compañero y sin conocer que el micrófono estaba abierto, le dice: Esto acabará con una multa, como siempre.

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  • Madurez temprana

    Asuncion Puente Lazcano · Piélagos (Cantabria) 

    Pues claro que se lo que es malversación, le dijo el hijo a mi vecina. No creo que sepas lo que significa la profesión de tu padre, contestó ella en un tono agrio. El espectro de la tristeza cubrió al niño. No tenía más de seis años y le daba un morbo especial escupir en el suelo,cada vez que lo hacía pagaba una multa, no poder comprar nada en el kiosko,pero le gustaba enfadar a su madre y así hacerle pasar un mal rato, tanto como el que ella le daba cuando hablaba de su padre.Nada estaba en su jurisdicción siempre estaba en la de ella, su vida partida desde que abandonó a su padre y le obligaba a escuchar el odio eterno.

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  • De madrugada

    Nuria Gómez Lacruz · Madrid 

    Marta volvió a despertarme de madrugada para un asunto urgente. Abrí la puerta en pijama y se abalanzó sobre mí: “Abogado, sálvame”. Mientras me desnudaba comenzó a contarme el lío en que estaba metida. Con sus labios, sus dedos y sus nalgas iba provocando en mi cuerpo todo un espectro de hormigueos y agitaciones, mientras continuaba su relato entre jadeos. Solía decir que si me planteaba así sus asuntos legales no era por morbo, sino para desatar mi inspiración y ayudarme a elegir la mejor línea de defensa. Esta vez no era una multa de tráfico, era malversación de fondos. “Tendrá que ocuparse Jacinto, es un tema de su jurisdicción”, dije. “¿Ese chico tan cachas del despacho, al que alquilaste el apartamento de Lagasca?”, preguntó. Nada más decirle que sí Marta recogió su ropa y salió corriendo sin despedirse, medio desnuda, mientras pedía un taxi por teléfono

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  • Ante todo, un gran abogado

    Alazne Fernández Saez · Bermeo (Vizcaya) 

    Mary prendió un cigarrillo mientras el agente revisaba su documentación. La melena pelirroja cubría uno de sus verdes ojos. Habría podido despertar el morbo del más frío de los mortales, pero ese agente era duro de pelar. No sería fácil eludir la multa, Mary tendría que emplearse a fondo. De pronto, como una exhalación, el espectro de su marido pasó ante sus ojos. Él había sido el más afamado abogado de la ciudad hasta morir mientras trabajaba en un oscuro caso de malversación de fondos. Él le hablo: “Dile que estás fuera de su jurisdicción”. Mary sonrió. “Me temo que estoy fuera de su jurisdicción”, y con un gesto subió su falda hasta dejar el negro liguero al descubierto. El agente dejó caer las gafas oscuras hasta la punta de su nariz. Ya no hubo más que hablar. “Gracias Amor, te debo una” susurró Mary mientras, sugerente, apagaba su cigarrillo.

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  • Vida eterna

    Felisa Moreno Ortega · Alcaudete (Jaén) 

    Antes de convertirme en un espectro, fui abogado. Mi especialidad, salvar a indeseables acusados de delitos de malversación fondos. Políticos corruptos, funcionarios sin escrúpulos, dirigentes de ONGs que olvidaron su honrosa misión… En la jurisdicción en la que trabajaba, los fiscales me temían como a un sarpullido en las ingles, preferían pagar una multa por aparcar en zona azul, esas que nadie abona, antes que enfrentarse a mí y a mis métodos, no siempre legales. El morbo del éxito me había cegado, los elogios de mis clientes, las cenas de agradecimiento, las fiestas privadas, los regalos caros... Entonces no imaginaba que tendría que compartir con mis defendidos la vida eterna. Son fieras hambrientas, aprovechan cualquier oportunidad para despojarme de mis escasos bienes. Lo último fue arrebatarme la toga, ahora vago desnudo por los pasillos de los juzgados, entre las risas de los fantasmas de abogados honrados.

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  • Debilidad

    Irene Conejero Fernández · Las Palmas de Gran Canaria 

    No era lo que exactamente buscaba. Aún así, me gustó como me miraba, su aparente ingenuidad, y, sin duda, su minifalda roja. No tenía demasiado currículum, pero me decidí cuando la vi, desde la ventana del despacho, al salir de la entrevista, como reaccionaba ante la multa que le habían puesto: “Cruel espectro” gritó al agente. Mujer con carácter, pensé. La contraté. Me daba muchísimo morbo verla entrar con mi café y que se interesase por mis casos y clientes. Quería saber todo acerca de mi metodología de trabajo, y a mí me encantaba alardear de todas mis victorias y estrategias. Un día entró en mi despacho, sin avisar, y anunció: “Está dentro de mi jurisdicción. Quedas detenido por un delito de malversación”. ¡Cómo me engañó! La que pensé era mi aprendiz secretaria resultó ser una infiltrada de la policía judicial investigando sobre mis temas corruptos. Maldita minifalda.

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  • Una nueva vida

    Rafael García Martín · Algorta (Vizcaya) 

    Hace unos meses defendí a un cliente acusado de malversación de fondos alegando erróneamente que el caso excedía la jurisdicción del tribunal. El acusado terminó en la cárcel y yo, siempre impertinente, fui condenada por desacato. No pudiendo pagar una multa exagerada, permanecí en el calabozo del juzgado hasta que, por la mañana, un funcionario abrió la puerta diciendo: “tu marido ha pagado la fianza”. Yo sabía que no estaba casada, pero no dije nada y salí. Un hombre apuesto me besó en la mejilla y susurró con cariño: “vamos”. Le seguí con una mezcla de curiosidad y aprensión, temiendo que se tratara de un espectro, pero poco a poco fui venciendo mis recelos y he terminado por acostumbrarme a una vida feliz que yo sé que no es la mía. Debería hablar con él, aclararle que no soy su mujer, pero me da tanto morbo acostarme con un desconocido...

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  • Sin entidad

    Eduardo Pablo Chirico · Buenos Aires (Argentina) 

    No se trata de establecer una jurisdicción a la que puedan someterme. Yo estoy aquí y allá esquivando las multas, a salvo de la malversación de identidades, a total resguardo de los embates de abogados y magistrados. Lejos de los encargos a los asesinos y de los caprichos de algunas mujeres mezquinas. Escondido a la luz del día, justo en el centro de todas las ciudades que alguna vez amé. Como siempre quise, estoy viviendo varias vidas a la vez; poeta, músico, ladrón, jurado, pordiosero, presidente, galán, estafador… Puedo hacer cualquier cosa que mi propio morbo me dicte, sucumbiendo a sus encantos sin pudor alguno. Y ahí voy, con todo el poder que me confiere esta carencia de entidad. Desde aquella inmerecida puñalada a traición me transformé en un espectro… pero no me acostumbro todavía a no estar vivo.

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  • El crucigrama

    Gonzalo Cerrillo · Madrid 

    Hoy he ido a pagar la última multa que me han puesto por aparcar en la zona verde. He cogido el metro y en el trayecto me he entretenido leyendo el periódico gratuito que alguien dejó sobre la papelera. El crucigrama estaba a medio hacer y además mal cumplimentado. No era sorbo, sino morbo, la quinta columna. Aunque cuadraba, era como una malversación etimológica. ¿A quien se le habría ocurrido confundir ambas palabras? Un ruido me ha distraído. A una joven estudiante se la ha caído al suelo un libro sobre la jurisdicción contencioso-administrativa que llevaba dentro de una carpeta decorada con un variado espectro de colores. Finalmente he llegado a mi estación. Cuando llegue a casa acabaré el crucigrama.

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  • La defensa

    José Francisco Lorente Cuartero · Alcobendas (Madrid) 

    Tenía que preparar muy bien su defensa, y tenía que hacerlo rápido. Su futuro dependía de ello. Tras casi veinte años ejerciendo, se había especializado en la jurisdicción penal, defendiendo de acusaciones de malversación y cohecho a algunos de los individuos más despreciables de la sociedad. No se sentía especialmente orgulloso por ello, pero le pagaban bien y le producía morbo saber que sus clientes siempre eran culpables y que, a pesar de ello, las pocas veces que eran declarados culpables, apenas les condenaban a una simple multa. Pero en esta ocasión era diferente. La situación le había cogido de improviso. Estaba nervioso y no las tenía todas consigo. Se miró en el espejo. Parecía un espectro, pálido y con las ojeras muy marcadas. Escuchó ruido detrás de la puerta, había llegado el momento. La abrió y comenzó: “Cariño, lo siento …”

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  • Premonición

    Juan Casas Ávila · Hidalgo (México) 

    Mi abuelo era abogado y murió lejos de su jurisdicción a los 37, a manos de una mujer, con la que se había casado, según él, para alejarla del morbo de la plebe. Mi padre fue un penalista que falleció a los 38. Lo mató también una mujer, en cuyos ojos creyó atisbar el infinito. Escribió una carta exculpatoria; sin embargo, di mis primeros pasos en prisión, pues un juez rencoroso armó a mi madre un expediente apócrifo sobre malversación. Alguien vaticinó que el espectro de la tragedia reaparecería y que una beldad me mataría a los 39. ¿Debo pagar una multa milenaria que pesa sobre mi linaje? Me hice actor para demostrar que no creo en premoniciones y ahora voy camino al hospital. No debí aceptar el papel de abogado en esa película de mafiosos. ¿Quién iba a imaginar que alguien cambiaría el arma falsa por una verdadera?

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  • Ironía añeja

    Lourdes Miguel Sáez · Ávila 

    Aquél miércoles dejé la toga en el despacho y visité al abuelo. A pesar de su edad avanzada, su rostro rejuvenecía cuando me veía llegar. Ese día sus primeras palabras fueron: “¿Sobre qué peleaste hoy, hijo?” Me hizo gracia su expresión y le respondí: “Sobre mal…, ¡déjalo abuelo, un tema complicado que no vas a entender!”. Yo era un joven recién licenciado, que de la mano de mi mentor, parecía comerme el mundo. Dudaba que mi abuelo supiera qué era la malversación de fondos y no quería dejarlo en evidencia. Pero entendía la curiosidad y el morbo que despertaba una profesión como la mía. Con su habitual sonrisa tierna y picarona, hizo ademán de cambiar de tema y preguntó: “¿Consideras proporcionada la multa impuesta a los del Caso Malaya?” Aunque la respuesta entraba dentro de mi jurisdicción, las conclusiones de mi abuelo disiparon el espectro de mi aparente pericia.

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  • La testigo irreal

    María José Romero Bañolas · Las Palmas de Gran Canaria 

    '-¿Pero Vd. sabe lo que me está pidiendo? El Juez Santos miraba incrédulo a la desolada madre de la víctima. -¿Cómo voy a llamar a testificar al espectro de su hija fallecida? ¡No tengo jurisdicción en el más allá! El mortal atropello de la víct

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  • Mi primer cliente

    Roberto José Álvarez Carrero · Las Palmas de Gran Canaria 

    Circulaba con mi vehículo por una transitadísima carretera que, pese a su lamentable estado, merced a la notoria malversación de fondos públicos que había sentado en el banquillo de la jurisdicción penal a varios aforados, me conducía por primera vez a mi flamante despacho. De repente, un inquietante personaje, con movimientos pendulares, hacía indicaciones para que redujera la velocidad y me aproximara al arcén. Siguiendo las instrucciones de aquel impertérrito espectro, así lo hice. Abrí la ventanilla con inocencia pueril y permanecí inmóvil. Percibí que se aproximaba por su respiración. Contemplé su rostro y me turbé: semblante aterrador; con morbo en la mirada. Declamaba leyes velozmente y me requería permiso de conducción. Yo sentía verdadero pavor. Al parar de hablar; me facilito un escrito: DIRECCIÓN GENERAL DE TRÁFICO… ¡Horror! Multa. Correspondí entregándole una de mis tarjetas: ROBERTO…. Abogado… ¿Quién sabe?; ¿habría hecho mi primer cliente? Cualquier momento es bueno…

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  • Consecuencias

    Lola Sánchez Lázaro- Carrasco · Pozuelo de Alarcón (Madrid) 

    El espejo le devolvió la imagen de un espectro. La noche pasaba factura...; aunque mereció la pena. Nunca ninguna mujer le propuso la última copa en el cementerio. Tuvo su morbo saltar la tapia, retozar entre lápidas, esquivar al guarda y la multa consiguiente. Inmerso en su papel de juez, repasaba mentalmente el caso de malversación de fondos. ¡Y qué fondos! Importantes personajes en una trama cuyos tentáculos rozaban la cúspide del poder. Una voz familiar le sacó de su ensimismamiento. Atónito, se preguntó que haría ella allí. -Hola, querido. ¡¨Os conocéis, no¡€™Es mi hermano. -Pero si está imputado...-acertó a balbucear. -Lo sé, lo sé. Y además es un brillante fotógrafo. Mira lo que consiguió anoche. ¡Y en un cementerio! En fin, no sé si en estas circunstancias tendrás jurisdicción. O quizás sí...

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  • Doble vida

    Salvador Salcedo Benavente · Valencia 

    Estoy abrumado por la imputación: malversación, prevaricación y cohecho. Morbo es lo único que despierta mi espectro descompuesto. Es una pena. Me siento abatido, fuera de jurisdicción. Soy inocente. Ayer, hasta altas horas estuve aquí visitando a mi cliente. Ese es mi último recuerdo. Agotado por culpa de la apnea que padezco, hoy me he despertado en este mismo lugar solo. No lo entiendo. Esta mañana al verlo entrar enfundado en mi toga no podía creerlo. Con tal de no levantar sospecha poco le ha importado asumir mi defensa al improvisado leguleyo. Tanto daba una pena de multa o de prisión. Seré yo el reo que cumpla su condena. Nadie me echa en falta tras dos noches de encierro. Ni mi mujer siquiera, con la que anda metido en casa todo este tiempo. No podré perdonarle. Lo volvería hacer de nuevo. Conozco bien a ese canalla. Es mi hermano gemelo.

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  • La cita

    Miriam Márquez Arias · Getafe (Madrid) 

    Cada viernes, me pinto los labios de fucsia y me marcho a ver a Pablo. Ex compañero de bufete, suele estar ansioso por conocer los chismes de la jurisdicción. Yo me arremango la falda discretamente antes de satisfacer su morbo contándole que a ¡µlvaro le han puesto una multa millonaria por apoderarse de minutas. Disimuladamente, dejo caer las fronteras de mi escote antes de confesarle que Alicia ha heredado ese caso de malversación que él dejó inacabado. Sé lo mucho que le dolió abandonarlo tan bruscamente, así que le consuelo durante horas con mi voz más acogedora. Sólo al final repara en mí. Y sus manos que no son suyas me palpan. Y sus labios que no son suyos me arrancan el carmín. En un rato despertaré enroscada en los brazos de una pitonisa. Los mismos que empiezo a odiar en cuanto se evapora su espectro.

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  • El crucigrama

    Marta Franco Alejos · Villamiel de Toledo (Toledo) 

    El juez Olmedo, corrió hacia su coche. Llegaba tarde. Al abrir la puerta se quedó de piedra. En el asiento delantero, había una hermosa mujer, vestida de negro y con unos enormes ojos de color rojo. " Soy La Muerte" , dijo de repente. " Vengo a proponerte un juego, si resuelves este crucigrama tendrás una larga vida, de lo contrario volveré pronto ". Aterrado, el juez intentó durante días resolver el crucigrama. Jurisdicción, multa, morbo, malversación, espectro, delito .Las primeras palabras eran sencillas. Pero transcurría el tiempo y no lograba completarlo. Aquella noche, decidió acostarse temprano. Su mente le había jugado una mala pasada, volvería al trabajo y se olvidaría de esta locura. Pero al entrar en su habitación , apareció la hermosa mujer. "Dame tu mano, no temas, no sentirás dolor ". Y el juez no sintió ni miedo , ni dolor, sólo paz.

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  • Inocencia

    María García-Rivera de la Plaza · Madrid 

    Lo cuento tal cuál sucedió.Dejando aparte el más mínimo morbo que la historia en si pudiera tener. Entró en mi despacho sin llamar.Eran las seis de la tarde de un viernes y estaba a punto de marcharme; ya estaba cansado de revisar el maldito expediente en el que el Sr.Aguayo, presidente de una gran compañía había desviado dos millones de euros procedentes del capital social para su uso particular.Otra malversación de fondos que no tenía nada de especial,con una multa suculenta quedaría resuelto. Pero el caso, además de ser de mi jurisdicción, me daría fama, el tal Aguayo es un tipo poderoso.Se abrió la puerta; su pelo estaba alborotado,su maquillaje corrido y su rostro empalidecido reflejaba el miedo de quien ha visto un espectro.Me tiene que ayudar; yo no lo hice: soy inocente,soy la Sra. Aguayo.Necesito contarle lo que ha pasado.

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  • El nuevo

    Luis Miguel Helguera San José · Valladolid 

    Lleva poco en este barrio. La llegada aquí de alguien nuevo produce siempre cierto morbo: qué será, a qué se dedicará, qué le habrá pasado al pobre. Ayer, pululando entre los cipreses con unos tatarabuelos míos, lo encontramos repasando unos libros sobre Jurisdicción y Competencia. Le dimos la bienvenida y presentamos formalmente nuestras almas. Nos contó que había trabajado toda su vida en la Audiencia Provincial, hasta que le implicaron en un turbio asunto de malversación y cohecho, donde procesaron a magistrados, políticos y empresarios. Para él no hubo multa ni fianza. ¡¡¡Prisión incondicional!!! ¡Qué bochorno, con lo que he sido!, nos confesaba apesadumbrado. Después, reconoció abiertamente que se colgó en la intimidad de su celda, abrumado por el peso de la conciencia... Le tengo cariño a este espectro. Por lo que me dice mi médium, fue el que le arregló los papeles a mi mujer cuando se quedó viuda.

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  • Clases de criminología

    Juan Manuel Batuecas Florindo · Madrid 

    Recuerdo fascinado, en la Facultad, las clases de Criminología. El médico italiano César Lombroso sostenía que el delincuente es un enfermo. Su naturaleza le predispone al crimen. Teoría desechada por absurda. Nunca estuve de acuerdo. Desde el principio me dediqué al ejercicio de la abogacía en relación con la parte amable del Derecho. O la parte tranquila. Sin sobresaltos. Primero una multa de tráfico, luego divorcios, separaciones, impuestos. La jurisdicción penal me atraía, lo confieso, y me asustaba. La tentación me acabó venciendo y, casi sin darme cuenta, acabé teniendo un cliente acusado de malversación, otro de estafa, otro de prevaricación. Finalmente, asesinatos, homicidios. Verdaderos criminales. Que morbo, dios mío. Ahí perdí el control. No supe distanciarme. Ahora deambulo como un espectro por mi celda mientras leo a Lombroso. Que razón tenía.

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  • La noche precedente

    José David Moral Huertas · Córdoba 

    La noche precedente al primer Juicio, una presunta malversación, una vez ya dado el último repaso, la atmósfera de la habitación rebosa de pensamientos y sensaciones contradictorias. Es una rara mezcla de nerviosismo y preocupación, de excitación y morbo a la vez. Un abogado, da sus primeros pasos en este mundo hermético y elitista atendiendo a cuestiones procesales como jurisdicción y competencia, pero no puede evitar albergar interiormente un profundo deseo de hacer Justicia e ir con la verdad por delante, porque indudablemente debes creer que la causa es justa y lo que dices cierto, y digo creer, porque la verdad absoluta es como un espectro, que se manifiesta la noche precedente al primer Juicio, y no deja ver su rostro, sólo puedes intuir que está ahí, que existe, que es real, pero desaparece, se difumina rápidamente y nadie puede retenerla exclusivamente suya como si fuese una multa.

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  • Mi viejo amigo

    Jose Carlos Rodríguez Doce · Manzanares el Real (Madrid) 

    Se comenta que en todo tribunal, cuando un culpable de asesinato es declarado inocente, el fantasma del asesinado permanece en la sala mientras el asesino vive. Según el registro, en mi jurisdicción solo se contempla un caso de asesinato en el que, efectivamente, el asesino fue declarado inocente. Fue hace noventa años, y aunque el asesino murió hace quince el espectro aún sigue ahí. Somos buenos amigos. Le encanta el morbo, escucha atentamente, analiza cada caso. Lo siento sentarse en la repisa de la ventana y moverse airadamente si el imputado es declarado culpable. Le gustan los culpables, las multas, las penas de cárcel. No le importa si alguien es procesado por homicidio, malversación, estafa, robo o cualquier otro delito siendo inocente. No le importa en absoluto. Quiere ver culpables. Reconozco que si pasan muchos días sin condenados le echo de menos, me entran tentaciones y me doy miedo.

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  • Doble juego

    Javier Acín Biota · Barcelona 

    Debo admitir que el ejercicio del cuarto poder, en su modalidad de periodismo de investigación siempre me proporcionó mucho morbo. Sin embargo, aquella vez fue especial¡€™no me tocaría seguir las juergas nocturnas de los directivos de un club de fútbol, ni tendría que destapar las multas de tráfico condonadas al concejal de un ayuntamiento. Se trataba de reunir las irrefutables pruebas que conducirían a una sofisticada red de delincuentes ante la jurisdicción penal; en definitiva, debería emplearme a fondo para poner luz y taquígrafos a la malversación de fondos públicos más importante del momento. Y aunque era, con diferencia, el caso más atractivo que me habían ofrecido hasta la fecha, rechacé la propuesta. En la redacción, como es lógico, nadie entendió mi decisión. Pero por nada del mundo iba a descubrir que la cabeza pensante de aquella trama era mi espectro.

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  • Tortilla volteada

    Francisco Javier Romero Valentín · Pinto (Madrid) 

    Cuando llegó a mi despacho parecía un espectro, un auténtico muerto viviente que no tuviera fuerza ni para respirar. Avejentado, deprimido y humillado por recurrir a mí, contó su historia con un hilo de voz, resignado a que le prestara mi ayuda. Yo le rechacé con la excusa de que su caso no entraba en mi jurisdicción. Fue una burla entre nosotros, una forma de demostrarle mi desprecio usando sus propias palabras. Sin embargo, cuando se levantaba para marcharse, cambié de opinión. El morbo de representar al juez que me había avergonzado con una severa multa por desacato cuando reaccioné airadamente ante aquella misma excusa doblegó mi voluntad. Demostrar que no había cometido malversación era otro asunto, complicado pero claramente menor. Sentirme por encima de mi padre, de aquel hombre que siempre me había sermoneado con su estricta moralidad, no tenía precio.

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  • Brindis de muerte

    Francisco Doria Palomino · Lima (Perú) 

    El magistrado experimentaba el morbo más encendido cuando la rubia abogada comparecía ante su jurisdicción. Y esta vez, concurría como acusada. Denunciada por conducir ebria y oponerse al arresto, le correspondían una multa y la pena privativa de libertad, pero estaba en manos del juez suspender la última parte de la sentencia, como había hecho con la guapa y desesperada gerente denunciada por malversación. El espectro de la culpa sucumbía ante el deseo. Someter a atractivas mujeres como estas a sus caprichos sexuales era lo único que le producía una erección. Dos noches después, mientras brindaba con el vino servido por la mujer, admiró su desnudez. Fue lo último que hizo antes de caer fulminado por el paro cardiaco que le provocó la sobredosis del viagra disuelto en la copa.

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  • Cuestión de principios

    Anna Turró Casanovas · Pineda de Mar 

    Dicen que el poder da morbo, que el dinero es el mejor afrodisíaco que existe, y que el mundo es de la gente que tiene agallas. O eso es lo que me repito a mí mismo cada vez que me miro al espejo y veo sólo un espectro. Una sombra del joven abogado que fui quince años atrás. Antes de que aprendiera que la malversación de fondos era el modo más eficaz de hacerme rico. Recuerdo la primera vez que lo hice; el sudor frío, el miedo a que me pillaran. Esa noche me paró un policía, durante un segundo creí que me habían descubierto, pero no, sólo me puso una multa por exceso de velocidad. Y dicen que la justicia existe. Al día siguiente recibí el dinero, y los principios que hubiera podido tener salieron para siempre de mi jurisdicción. Y me dio igual.

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  • Edipo

    Miguel Paz Cabanas 

    Lo vi años después de aquel puñetazo en la escalera de los juzgados. Fue él quien me identificó y me requirió lanzando gritos. Estaba irreconocible, parecía un espectro medroso, había perdido toda su grandeza. Me saludó con nostalgia y evoqué su imagen de policía duro, su pelo ensortijado, las multas que endosaba a los pardillos que aparcaban en su jurisdicción. ¡Cuánto tiempo!, exclamó como si hubiésemos combatido en Verdún. Lo miré largo rato, sabía lo de su expulsión del cuerpo por malversación de fondos y otros chanchullos infames. Le dediqué una sonrisa despectiva y me fui calle abajo, con algo parecido a una sensación triunfal. ¡l era un fracasado y yo un abogado de éxito. Pero horas más tarde, recordando la vieja humillación, pensé dolorosamente que era aquel día, a pesar de la derrota y el morbo de la sangre, cuando tenía que haberme enfrentado a mi padre.

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  • Mea culpa

    Teresa Lagranja Vallés · Castellón de la Plana 

    Desde que se enteró del suicidio de aquel hombre no conseguía conciliar el sueño. Se pasaba las noches reviviendo los detalles del juicio por malversación en el que consiguió una condena ejemplar y el pago de una multa millonaria. El acusado no dejó de pregonar su inocencia y él le creyó. Pero como buen fiscal siguió rebatiendo los argumentos de la defensa, paladeando el morbo de la victoria. Después los éxitos se sucedieron y su jurisdicción se amplió junto con la importancia de su cargo. Ahora el peso de la culpa le atormentaba con el desasosiego de una terrible premonición. Por eso no se sorprendió al descubrir al espectro del condenado en su dormitorio, ni se resistió cuando le tendió su mano helada guiándole hacia la ventana abierta de par en par, para lavar su culpa en el abrazo efímero del vacío.

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  • Ectoplasma de cargo

    Pedro Alonso Basurto Castro · Madrid 

    El caso había desatado una gran expectación. El morbo provocado por el testigo del abogado defensor abarrotó la sala. -La defensa llama a Julián Torres- dijo el secretario disimulando una sonrisa. Hacía un mes que Julián había fallecido en accidente de tráfico, justo cuando se dirigía a declarar por un caso de malversación. El juicio se había retrasado a petición del letrado, arriesgándose, a que esta citación le costara una multa. Un escalofrío invadió a los presentes cuando, súbitamente, la sala entró en penumbra. Una débil y difusa masa vaporosa comenzó a esbozar sobre el estrado la figura de lo que parecía un hombre bien vestido. Buenos días- dijo el espectro dirigiendo sus vacías cuencas hacia el juez- Bajo esta apariencia Señoría, debo recordarle que estoy fuera de su jurisdicción, pero aún así he accedido a declarar a petición del que fue mi abogado en mi otra vida.

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  • Autoridad eterna

    Maribel Romero Soler · Elche (Alicante) 

    Tengo un muerto en casa. Se trata del espectro de un juez, pero no me da miedo, al contrario, me produce cierto morbo verlo reflejado en el espejo de mi cuarto, que encienda y apague la luz de mi lamparilla de noche o que trate de tocarme con sus dedos fríos la parte baja de mi espalda. Cómo es de juguetón. Intenté averiguar algo sobre su vida y descubrí que había pertenecido a la jurisdicción penal, y que en los años noventa, un conocido caso de malversación de fondos lo llevó a la fama. Todo un héroe mediático que, ni muerto, olvida su papel de representante de la justicia. Ayer me puso una multa por bajar tarde la basura y hoy piensa hacer lo propio con un vecino por roncar. Y es que algunos se creen con autoridad eterna. ¡¨Alguien sabe cómo disciplinar a un juez fantasma?

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  • Cena. No desayuno

    Juan Pedro Cardeillac Gulla · Montevideo (Uruguay) 

    Tomaron champán mientras digerían qué comer. Sonrisas, miradas, charla de manual, pasta para el caballero y pescado para la señorita. ¡l sentía que ella era la persona que había estado buscando por largo tiempo. Ella sabía que era así. Abogado y asesina. ¡l sentía orgullo al ver lo que había alcanzado en su meteórica carrera. Ella, morbo al ver a sus víctimas retorcerse de dolor. Malversación, chantaje, jurisdicción y sentencia eran parte del vocabulario diario de uno de ellos. Miedo, súplica, sangre y muerte, llenaban el pensamiento de quien tenía enfrente. Pero no existe medicamento de amplio espectro que cure el enamoramiento, ni multa por no contar todo en la primera cita.

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  • El pasante

    Eva María Cardona Guasch · Ibiza 

    Yo era un pasante callado. Los socios del despacho me tenían por apocado y pusilánime. Me usaban mayormente de chofer. Así evitaban buscar aparcamiento cuando acudían a sus reuniones. En verano mantenía el aire acondicionado a temperatura justa cuando les recogía. Un día me obligaron a parar en zona prohibida mientras esperaba: tuve que pagar la multa de mi bolsillo. Me menospreciaban. Cuando les esposaron entendí que no es morbo lo que provoca ver a exitosos políticos, empresarios o abogados someterse a la jurisdicción de los Tribunales, acusados de malversación, fraude, cohecho... Es mezquina satisfacción lo que sienten sus conciudadanos. Mientras unos se enriquecen conspirando y robando, otros no podemos escabullirnos del pago de una exigua multa de tráfico. Tiempo atrás, andando sigilosamente, como un espectro, por los pasillos del bufete los escuché hablar sin tapujos con el concejal sobre sus planes corruptos. Les delaté. No fue venganza.

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  • Hastío profesional

    Enrique Díaz Pascual · Barcelona 

    Ser abogado en la jurisdicción del inframundo es bastante monótono. No hay cárcel (bastante tienen los espectros con vagar sin rumbo), ni pena de muerte (sin comentarios). Los conflictos acostumbran a resolverse con un acuerdo entre las partes (aunque no estén completas: ver precedentes sobre jinetes sin cabeza) o, si hay juicio, en una multa consistente en una terapia de ética del más allá impartida por la Parca (tiene su morbo, pero es mortalmente aburrido). Sólo en casos de malversación de almas o de muertos vivientes sin permiso de residencia, hay sentencias condenatorias al limbo (para los primeros), y repatriación (para los segundos). Vamos, que para un abogado inquieto, sentirse realizado profesionalmente, resulta difícil. Por ello, y aún a riesgo de acabar quemado, he decidido preparar oposiciones para abogado del Diablo.

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  • Un día cualquiera

    Jose Merchán Boto · Badajoz 

    Caminaba en ese amanecer aún recién anochecido de invierno bajo la luz de farolas mortecinas que le daba a uno ese aspecto de espectro, de fantasma con sombra. Malversación, malversación, malversación, esa palabra le martilleaba la cabeza una y otra vez. No negaba que le daba cierto morbo enfrentarse con su antiguo jefe, pero era su primer asunto grande desde que abrió el despacho y le daba cierto vértigo. Repasaba mentalmente todo lo que le había enseñado, además de contar los hechos de forma ordenada, había que tener en cuenta jurisdicción, competencia, legitimación. Jurisdicción, competencia,?PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII PIII, ¡guau! Ese coche sí que había pasado cerca. Aquel incidente le sacó de su ensimismamiento y lo devolvió al mundo real. Lo cotidiano, eso también daba vértigo. Trote suave, tic-tac, un día cualquiera?Se acordó que tenía que comprar pan, pagar la multa de aparcamiento, llamar al cura. Comprar, pagar, llamar, comprar, pagar, llamar?

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  • Mario y María

    Isidro Catela Marcos · Madrid 

    Mario la conoció en el parking de la Facultad de Derecho. Ella llevaba una multa en el parabrisas y él se ofreció para recurrirla. María no aceptaba fácilmente injerencias en su jurisdicción y, sin embargo, enseguida le dijo que sí. Ella quería ser juez y él no sabía lo que quería, así que se casaron, tuvieron dos hijos, un perro y un bono para pasar los domingos en un centro comercial. De lunes a sábado, sostenían un modesto bufete compartido, en una habitación del hogar. Mientras Mario defendía a un cliente condenado por malversación de fondos, María cambiaba pañales. Y viceversa. Al final del día, callaban. A veces, entregados a un irrelevante magacín de morbo rosa, y a veces frente a sus respectivos ordenadores, como dos espectros que, entre atenuantes y eximentes, añoraban aquellas noches en las que gracias a la televisión se quedaban dormidos en la misma habitación.

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  • Un político cualquiera

    Francisco Manuel Reyes Lora · Mairena de Aljarafe (Sevilla) 

    De todo el amplio espectro de delitos que, con el tiempo había cometido, sin duda alguna la malversación era mi favorito. Lo paradójico era que cuando empecé en la política yo era un ciudadano totalmente honrado, me horrorizaba que me pusieran una multa de aparcamiento, reciclaba los residuos. Sin embargo, el fango de la política local te acaba salpicando, una vez que miras para otro lado, que coges el maletín por debajo del mantel ya no hay marcha atrás. Pero todo eso era calderilla, sólo cuando llegué a la política nacional experimenté el morbo que da emplear grandes capitales de dinero del contribuyente a mi antojo, y que, además te paguen por ello un generoso sueldo. Fue una pena que aquel maldito juez se fijara en mi caso, sin embargo, llegó demasiado tarde, mi barco pronto alcanzaría aguas internacionales y quedaría fuera de su jurisdicción, el Caribe me esperaba?

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  • Presunción de inocencia

    Concepción Fernández Pérez · Cádiz 

    Sólo le comenté algunas verdades de lo que me ocurría y la cara de mi abogado era la de un espectro del más allá. Yo no entendía de malversación ni de nada, le dije, y me habían colocado una multa que no pagaría ni en una vida entera en el ayuntamiento. Le expliqué, como mejor pude, que yo no era de esos que van gastando los fondos públicos, ni colocando a sus amigos en puestos oficiales. Le dije que el morbo estaba servido si salía a relucir la incoación del caso y que era su jurisdicción salvarme de aquel atropello. Le comenté, que si salía impune, su mujer y su hermano trabajarían para mi ayuntamiento

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  • Justa venganza

    Antonio Rodriguez Zarallo · El Puerto de Santa María (Cádiz) 

    El pelotazo les había salido mal, saliendo con detalles en los medios de comunicación. El alcalde y el concejal de urbanismo eran acusados de malversación de fondos públicos y cohecho. Sus abogados trataron de evitar la jurisdicción del juzgado que le correspondía por su rigidez pero por realizarse sin fundamento les impusieron una multa. Mi venganza había sido justa, pensaba, mientras leía las noticias al lado del mar. Me daba morbo además imaginarme las consecuencias de mi denuncia cuando acabasen entre rejas. Fué crucial tener a un cuñado abogado, recto y batallador. El espectro de mi mujer parecía acompañarme sonriendo mientras le recordaba que prometí no olvidar su muerte debido al disgusto en esa expropiación forzosa fraudulenta de nuestra casa del alma.

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  • Reciclaje interior

    Miguel ¡µngel Gayo Sánchez · Sevilla 

    Maestro en la jurisdicción del engaño, abogado defensor en los casos más notorios de corrupción y malversación de caudales públicos, también él se reciclaba cada noche al llegar a casa. Lo hacía a su manera. En el cubo verde, las promesas vacuas a los clientes, las falsas expectativas, los halagos fáciles, envases con los que cubría sus verdaderas intenciones. En el amarillo, el espectro de alegatos espurios y argumentos torticeros, envoltorios inconsistentes como el papel que adornaban su lengua viperina. En el cubo de los residuos orgánicos expulsaba la bilis, los sudores agrios de los sobornos, el semen retenido por el morbo de sus compañeras de estrado. Sólo así, tras el reciclaje interior, se sentía digno de besar a los niños. Luego se adormilaba junto a su mujer con la conciencia tranquila. De alguna manera sentía saldada su multa con los nobles ideales que le llevaron a estudiar la profesión

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  • Poltergeist

    María Luisa Ventura Sánchez 

    Mi nombre es Jeckyll, soy abogado. Tuve un socio, Hyde, y un bufete abierto en la mejor calle de Londres. Los apellidos más ilustres de la Ciudad transitaban por allí, tanto para solventar una multa de aparcamiento como para resolver un caso de malversación de fondos. Nuestra amplia jurisdicción alcanzaba todos los rincones y nos precedía nuestro renombre. Un día apareció por allí Lady Bárbara Otis. Su rostro, agraciado estaba sabiamente maquillado, cual delicada porcelana, su falda, abierta en un lateral, mostraba un muslo esbelto y firme, y por el amplio escote, entre sus pechos erguidos y tentadores, asomaba tatuada, la cabeza de una serpiente. Se me disparó el morbo hasta el límite. Los asuntos de divorcio los llevaba Hyde, mi socio, pero de ese quise ocuparme personalmente. Hoy, es mi esposa y sonríe con malicia cuando me pregunta si el espectro de Hyde ha vuelto a molestarme.

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  • Memoria prodigiosa

    Esteban Torres Sagra · ébeda (Jaén) 

    El espectro de don Leandro nunca desapareció del todo. Nadie establece jurisdicción a un espíritu, pero intuyo que le da morbo apuntarme detalles procesales, volcando en mí las escasas cualidades retentivas de las que adoleció. Se trae mis apuntes y me lee en mitad del juicio lo que le pido, telepáticamente o no sé cómo. Alguna vez me ha caído una multa por excederme, cuando se le vuela un folio y sus achaques le impiden la celeridad necesaria. Tengo al Jurado en el bolsillo con mi profusión de datos en este caso de malversación...pero, sólo faltan tres minutos para mi alegato final y no veo a don Leandro por ninguna parte... ¡No puede ser! ¡Se está despidiendo de mí desde la claraboya cenital de la mano del fantasma de doña Aurorita, la juez que falleció durante una vista el mes pasado al descubrir el secretillo de mi memoria prodigiosa!

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