22 mayo 2018

¿Qué debo hacer para hablar y escribir bien?

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

Me gusta asistir, cuando hay ocasión, a las sesiones de los nuevos maestros de oratoria, y me encanta escuchar a los “youtubers” que predican sobre retórica: cómo utilizar un micrófono y hablar correctamente, cómo hablar en público sin ponerte nervioso, cómo elaborar un discurso, etc. Los hay magníficos.  ¡Qué bien lo hacen! En internet pueden encontrarse verdaderos tratados de retórica dispensados en píldoras con excipientes de lo más apetitosos. De los que enseñan a escribir, he encontrado menos. Pero seguro que los hay también muy buenos.

¿Para qué –me he preguntado antes de aceptar colaborar en este blog– voy a escribir sobre comunicación verbal, sobre retórica, si está todo dicho? Quizá lo más honrado por mi parte sería, en cada entrada, buscar en internet el vídeo o los vídeos oportunos y facilitar los enlaces correspondientes.

Pero he pensado que tal vez resulte interesante asomarse a puntos de vista diferentes; quizás añadir algunas veladuras,  algún “sfumato” a los muchos tópicos retóricos que se transmiten, reflexionados, creo, lo justo. Por ejemplo, uno de los buenos consejos que se nos ofrece a los abogados es ese de construir nuestros escritos e informes forenses con corrección (lingüística), claridad y brevedad. Es el mismo que los rétores daban a los aprendices de oradores ya en la Roma clásica, y que se ha repetido como lugar común a lo largo de los siglos.

Los consejeros parecen suponer que los aconsejados sabemos escribir correcto, claro y conciso, y que no lo hacemos por algún motivo perfectamente controlable.  Pero me temo que eso no es así. No es cierto que sepamos escribir tan bien como se supone. Juntamos palabras, y no siempre con la pericia y la elegancia que corresponden.

Nadie –bueno, casi nadie– nos enseña a poner en práctica las reglas que nos recomiendan. Nos dicen que debemos escribir claro. ¿Y eso cómo se hace? Que hablemos con concisión. ¿Y cuándo nuestro discurso deja de ser conciso y se convierte en prolijo? Que redactemos con corrección lingüística. ¿Y cómo sé que escribo y hablo correcta o incorrectamente?

Son muchos los modernos rétores que gustan de la mística de la oratoria, que se remontan a las esferas siderales de los grandes principios. Pero apenas se oye hablar de la ascética de la retórica, del penoso camino de perfección que es necesario seguir hasta alcanzar el éxtasis de la elocuencia. No he encontrado vídeos en “Youtube” –los habrá, seguro, y no he sabido buscarlos– que enseñen a detectar los errores de un discurso o de un escrito y que propongan la forma concreta de remediarlos.

Alguien debe decirnos a los abogados que, si queremos incorporar a nuestras habilidades la de hablar con convicción, escribir con elegancia, debemos inevitablemente emplear mucho tiempo y mucho esfuerzo.

Para escribir y hablar bien no basta con interiorizar acertadas recomendaciones teóricas. A aceptables escritor y orador se llega leyendo y escuchando modelos, muchos y bien escogidos, fatigando el teclado durante horas, releyendo una y otra vez los escritos, y ensayando los discursos, incluso a voces como hacía Demóstenes en las cavernas y los acantilados. Y todo eso, a ser posible, asistidos de una o varias personas capacitadas que tutoricen nuestro aprendizaje y generosamente vayan dándonos su sincera –por eso lo de generosamente− opinión.

Toda buena recomendación sobre retórica debería ir acompañada de un método detallado para ponerlo en práctica y de un test de control de acierto. En mi próxima entrada intentaré ejemplificar esta sugerencia.

Rafael Guerra
retorabogado@gmail.com

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