28 noviembre 2017

La cumbre de Bonn

Todos recordamos la COP21 celebrada en París en diciembre de 2015 con el acuerdo final de 195 países para frenar el cambio climático. Se produjo la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos y los peores augurios se confirmaron con el anuncio de la salida de Norteamérica de dicho acuerdo.

Hoy no creemos que los negacionistas del cambio climático puedan mantener su teoría, y buena prueba de ello es lo que está aconteciendo en España con el clima. La sequía, la contaminación, son cuestiones que nos deberían preocupar mucho más de lo que nos preocupan. Simplemente las muertes que se producen por la contaminación atmosférica en las ciudades deberían ponernos en alerta.

El Gobierno español no está demostrando mucha sensibilidad en esta materia y no se sabe cuándo va a ser una realidad la anunciada Ley de Cambio Climático .

Recientemente se ha celebrado la Cumbre de Bonn que recogía el testigo de la de París para luchar con esa cifra maléfica de mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los dos grados.

A propósito de ello hoy escribe en este blog Cristina Monge, miembro de ECODES, quien asistió a la Cumbre del Clima de Bonn y nos transmite sus impresiones.

José Manuel Marraco Espinós
Abogado

La COP23, un buen ejemplo de la complejidad y lentitud de la transición

La Cumbre del Clima número 23 ha enfriado las expectativas y entusiasmos que levantó París, pero no por ello puede decirse que haya sido un fracaso. El problema es que el cambio climático avanza más rápido de lo esperado, y no tenemos tiempo que perder.

La 23º cumbre se ha celebrado bajo presidencia de las Islas Fiji -uno de los territorios más amenazados por la subida del nivel del mar- en territorio alemán, sede de la estructura permanente de la COP. Sin embargo, a los ojos de cualquier observador, ha sido la “Cumbre de Bonn”. Un buen ejemplo de la distancia entre lo que se esperaba y lo que se ha conseguido.

Como es de sobra conocido a estas alturas, este encuentro -como pasó en Marrakech-, tenía un perfil técnico de concreción de los acuerdos de París. Pero como sabemos que el diablo está en los detalles, lo que ocurrió a orillas del Rin tendrá un importante efecto en el presente y en el futuro más inmediato.

Los principales debates han tenido que ver con los mecanismos de revisión de los compromisos de reducción de emisiones por parte de cada Estado y con las vías de financiación, dos de los asuntos de polémica habitual. En materia de rendición de cuentas de la reducción de emisiones, se ha inaugurado el “Diálogo de Talanoa”, por el que los países deberán informar en la próxima cumbre acerca de sus planes para incrementar la ambición de sus compromisos de reducción de emisiones para lograr el objetivo de mantener el aumento de temperatura del planeta por debajo de los 2 grados, y, si es posible, de 1,5. En lo referente a financiación, la desconfianza de los países en vías de desarrollo se vio incrementada por la anunciada salida de EEUU del Acuerdo de París, que comprometería la viabilidad económica de los acuerdos. Tras las negociaciones de última hora, los países en vías de desarrollo consiguieron que el Fondo de Adaptación del Protocolo de Kioto se mantuviera dentro del acuerdo, y arrancaron el compromiso de que los países desarrollados aporten información detallada de sus aportaciones económicas hasta el 2020.

Especial relevancia tiene, a mi parecer, la aprobación de un Plan de Acción de Género en el marco de la COP y la puesta en marcha de un grupo de trabajo sobre desplazamientos que comenzará en mayo de 2018. En definitiva, podríamos pensar que en Fiji – Bonn se han dado algunos avances, pero lo suficientemente tímidos como para que sigamos preocupados. Un buen resumen de las negociaciones y los acuerdos puede consultarse aquí.

Sin embargo, lo que llamó más la atención a los presentes, y lo que posiblemente tenga mayor relevancia política, no fueron tanto las negociaciones y los documentos con corchetes -que es un espectáculo habitual de todas las COP-, sino el stand, ambicioso y contundente, en el que ayuntamientos, estados, universidades, ONG y empresas de distintos estados de Estados Unidos proclamaban que ellos seguían dentro del acuerdo de París. Pese a Trump y pese a la anunciada retirada de 2020, la sociedad norteamericana no parece querer seguir camino. Y el mundo del dinero -el productivo y el financiero-, huele que los beneficios van a empezar a florecer por otras vías alejadas del petróleo y el carbón.

En definitiva: la transición política, social y económica está en marcha, sí. Pero o aceleramos, o las consecuencias serán funestas.

Cristina Monge
Directora de conversaciones de Ecodes

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