27 junio 2017

Más vale negociar que litigar

José Ramón Chaves  Por José Ramón Chaves
TWITTER @kontencioso

Hasta tiempos recientes, el abogado clásico se preparaba para la contienda jurídica como experimentado mercenario dispuesto a medirse en fuerzas y ardides en el campo de batalla judicial, que solo contemplaba el previo intento de negociación como trámite formal, frío y sin esperanza. Las partes conocían las armas, las reglas del torneo procesal y el premio de la sentencia para el vencedor con su adorno de poder y reputación.

Pero los tiempos han cambiado y la incertidumbre es la seña de identidad de la abogacía que obliga a replantear el negocio. El propio cliente es fuente de dudas, a veces sobre su lealtad y muchas sobre la finalidad que persigue con el litigio. También reina la incertidumbre para identificar la norma aplicable, la interpretación correcta, e incluso sobre el valor de las pruebas disponibles o sobre la estrategia del contrario.

Por si fuera poco, hasta el Supremo parece menos supremo por aquello de la interferencia del Tribunal Constitucional, del Tribunal de Justicia de la Unión Europea o del Tribunal de Derechos Humanos.

En las armas disponibles pesan enormemente las tecnologías de la información, donde saber buscar jurisprudencia de forma rápida y exacta rinde más éxitos judiciales que saber reflexionar sobre la cabal interpretación de la norma o sobre la habilidad para tejer hechos con las pruebas disponibles.

En esas condiciones, el litigio se presenta como una tormenta perfecta, donde acechan borrascas y ciclones, donde las derrotas desencantan y las victorias se muestran frecuentemente pírricas o agridulces.

De ahí que el eje de la labor actual del abogado se desplaza hacia la negociación, la mediación o la transacción. No es extraño que la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles esté dando excelentes frutos para satisfacción de los litigantes y economía en términos de tiempo y trámites. Como tampoco deben extrañarnos los avances de la mediación intraprocesal en lo contencioso-administrativo, tradicionalmente vista como un tabú prohibido y vinculada a la protección del sagrado interés público que pugna con negociaciones, pero que se está abriendo paso de forma acelerada y con naturalidad, tras la iniciativa pionera de los Juzgados contencioso-administrativos de Canarias y el emblemático Protocolo de Mediación contencioso-administrativa adoptado por la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Murcia el 20 de enero de 2016 para la derivación de asuntos a la Unidad de Mediación Intrajudicial de Murcia (UMIM). Una iniciativa única que está llamada a actuar de rompehielos de la mediación en España en el mundo administrativo. Más allá de esta tendencia a la solución de controversias una vez abierto el melón del proceso, se encarece la mediación, negociación, arbitraje o sencilla negociación por los letrados para propiciar acuerdos ventajosos para ambos.

Ese es el reto. No hay mayor victoria del abogado que la que consigue sin entrar en campo de batalla, gracias a su diplomacia, persuasión y capacidad para ofrecer a su propio cliente y al contrario los flancos de la lucha, para persuadirles del gran negocio que es un pacto extraprocesal.

Es cierto que hay clientes que solo valoran el trabajo que va con sellos y solemnidades de sentencias, como también hay abogados que solo se sienten cómodos en el foro, alegando y batiéndose como gladiadores ante el juez.

A fines del siglo XIX se estilaban en España los duelos de honor entre caballeros, pero curiosamente la inmensa mayoría de ellos se suspendían y frustraban en la misma sede de cita por la intermediación de padrinos, testigos y actitud de los propios duelistas.

De igual modo, el mejor duelo judicial en tiempos de incertidumbre y en que la tecnología de la información ha democratizado las armas jurídicas disponibles, es el que se salda sin sangre, sin sentencia condenatoria por haber mediado esos padrinos del derecho que son los abogados, quienes desde la empatía y la negociación saben que la mejor victoria es un buen acuerdo.

José Ramón Chaves 
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