09 septiembre 2016

Gestiona tu estrés: gestiona tu bienestar (I)

María Antonia Carmona Por María Antonia Carmona
sigueme-abogaciaes

La abogacía es una profesión con un alto contenido de estrés debido a varios factores: estar todo el día escuchando problemas de clientes denunciando la injustica sobre su persona y demandado justicia para ellos y todo ello con mayor/menor carga emocional, comunicarles resoluciones no favorables y gestionar sus reacciones, conseguir la resolución de su caso con la mayor rapidez y el menor coste, trabajar bajo presión (plazos), trabajar un gran número de horas con largas jornadas de trabajo (que dificultan el equilibrio entre la vida personal y laboral), necesidad de ganar los casos para tener una buena reputación profesional que permitirá tener más clientes o llevará a perderlos en el caso contrario, sufrir el impacto de  las decisiones judiciales que en ocasiones les perjudican, sufrir la lentitud de la justicia, necesidad de estar constantemente actualizados en legislación y en su profesión, etc.

EstrésEl Diario Expansión en el año 2014 recogía una encuesta realizada en EEUU, que aportaba los siguientes datos: el 52% de los profesionales en ejercicio muestran un alto nivel de insatisfacción y tienen mayor riesgo que otras profesiones para padecer depresión. Este dato es corroborado por la Universidad John Hopkins que, tras  analizar 104 profesiones, constató que los abogados/as sufrían depresión  a una velocidad 3,6 veces superior a otros profesionales. La International Bar Association (IBA) señala un alto consumo de alcohol en el 70% del colectivo y un 26% de consumo de cocaína.

Aunque estos datos se refieren a EEUU, sí que nos pueden servir como referencia para valorar el alto impacto del estrés en la profesión y tomar conciencia de la necesidad de conocer y aplicar técnicas de gestión de estrés.

En principio, el estrés es una “reacción de nuestro organismo ante cualquier exigencia a la que se enfrenta, sea esta agradable o no” (H.Seyle).  Puede ser:

  1. Positivo: que nos permite dar la respuesta adecuada (respuesta adaptativa) a la exigencia del entorno. Es un estrés, que nos estimula, nos alerta, nos prepara para dar la repuesta adecuada.
  2. Negativo: las exigencias externas superan nuestra capacidad de reacción. Sentimos que no tenemos control sobre lo que nos pasa.

Lo malo es que el estrés negativo tiene múltiples y variadas manifestaciones.

  • Físicas: aumento tensión muscular, dolor de espalda, alteración de la respiración, taquicardia,  hipertensión arterial, infartos, angina de pecho, dolor de cabeza, dolor de estómago, colon irritable, alteraciones cutáneas, visión borrosa, disfunciones en sistema inmunológico, disminución del deseo sexual, etc.
  • Mentales: preocupación constante, dificultad para tomar decisiones, para concentrarse, para resolver problemas, falta de memoria, disminución del rendimiento, menor pensamiento racional, tendencia a cometer más errores, etc.
  • Emocionales: depresión, irritabilidad, nerviosismo, ansiedad inespecífica, aparición de miedos, estallidos emocionales, depresión, retraimiento emocional, hipersensibilidad, conductas hostiles, agresivas, etc.
  • Conductuales: cambios en hábitos de trabajo, insomnio, cambios en hábitos personales (comida, limpieza), apatía, absentismo, evitación de obligaciones, desorden, desorganización, etc.

Para gestionar nuestro estrés y evitar que se produzcan las manifestaciones descritas, te proponemos varias claves:

  1. Autoanálisis personal
  2. Gestionar nuestros pensamientos
  3. Relajar cuerpo y mente
  4. Cambiar nuestros hábitos

CLAVES PARA SUPERAR NUESTRO ESTRÉS: EL AUTOANÁLISIS PERSONAL

El primer paso para gestionar nuestro estrés es hacer una autoanálisis de cómo vives el día a día en relación al estrés. Para ello puedes utilizar las siguientes estrategias:

  1. Haz un autoanálisis de tus fuentes de estrés

Observa y analiza: ¿cómo interpreto las situaciones?, ¿cómo gestiono las emociones?, ¿cómo me enfrento a las tareas? (límites, organización, exigencias, etc.), ¿cuál es mi dialogo interno? ¿potenciador “venga que puedo”, “enseguida viene el fin de semana y descansaré”- o limitante -“todo me pasa a mí”, “vaya cliente que me ha tocado”, “otro día en el despacho hasta las 22:00”-? etc.

  1. Toma conciencia de cuál es tu respuesta habitual, tu patrón de conducta frente al estrés

El estrés se produce por uno o varios de estos tres factores:

  1. a) situaciones externas
  2. b) personalidad: Tipo A (personas muy competitivas, con alto sentido de perfección, multitasking, necesitan días de más de 24 horas…). Tipo B (personas relajadas, tranquilas, equilibradas, con capacidad de autocontrol…)
  3. c) actitud: qué piensas frente a lo que te ocurre. Por ejemplo, ante un atasco la personalidad tipo A pensará: “vaya desastre, voy a llegar tarde, todo me pasa a mí, la gente podía dejar el coche en casa,”. Mientras que la personalidad B pensara: “por mucho que me preocupe el tráfico no va a ir más deprisa, mejor me relajo y escucho música”.

Es muy importante que tomes conciencia de tu tipo de personalidad: tipo A (creas tu propio estrés, ya que se concibe la vida como una batalla que hay que ganar), o  tipo B (estas más interesados en vivir que en competir); y de tu actitud: qué y cómo piensas. “Somos los que pensamos”.

  1. Describe tu estrés

Anota: qué hecho concreto te ha causado estrés (por ejemplo, llamar a un cliente conflictivo para comunicarle una resolución), qué malestar has sentido del 1 al 10 y defínelo (¿cuál de las manifestaciones físicas, emocionales, mentales o conductuales tienes?), que respuesta has dado (“retrasar la llamada varios días”), qué estrategias has usado para gestionar la situación (“decir: el retrasar la llamada no va a cambiar la resolución, mejor cerrar este tema cuanto antes”).

En el siguiente artículo, continuaremos exponiendo distintas claves que te ayudaran a gestionar tu estrés y gestionar tu bienestar.

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