02 febrero 2016

¡¡¡SOS!!! Email con polizón

Morguefile/cbcs
Morguefile/cbcs

¿Qué opina si le digo que en muchas ocasiones sus correos electrónicos son objeto de rastreo?

Existen distintas herramientas en el mercado (Streak, Bananatag, Yeswear, etc.) a través de las cuales las organizaciones comerciales, los profesionales e incluso los particulares, de una manera muy sutil, pueden llegar a saber cuándo abrimos el mensaje que nos han enviado, cuántas veces lo volvemos a abrir, desde qué dispositivo o desde qué lugar, si hacemos click en los enlaces que pudieran incluir dichos mensajes, pudiendo incluso llegar a saber si ese mensaje ha sido reenviado, y, dependiendo de la sofisticación de la herramienta, podrían ir más allá, llegando a conocer la dirección de correo electrónico del tercero.

Este tipo de softwares son utilizados por las empresas como armas imprescindibles para la relación comercial con sus clientes. Pero, ¿cuántas de ellas están vulnerando con su uso la privacidad de las personas? Muchas.

Algunos de nosotros conocemos qué emails de los que nos llegan van con polizón a bordo, ya que, al igual que existen herramientas de rastreo, existen softwares “chivatos” que nos avisan de aquellos emails que, en cuanto hagamos click, transmitirán mucha información a su remitente.

Pues bien, en la mayoría de los casos, los responsables de esas comunicaciones “fisgonas”, no nos informaron, previo a la recogida de nuestro consentimiento, del uso de las denominadas balizas web, píxeles invisibles, etiquetas de acción, etc.; la mayoría de estas empresas no nos informan ni recogen en sus políticas de privacidad el uso que de tales herramientas hacen. Sin olvidar que la utilización de determinadas balizas web o píxeles invisibles permiten identificar nuestra dirección IP, y la dirección IP es un dato de carácter personal.

Es ahora cuando alguno de nosotros entenderá que, lo que consideraba como un capricho del azar, tiene toda una explicación, en este caso, tecnológica. Es decir, me estoy refiriendo a esas situaciones en las que, revisando nuestro correo, decidimos volver a mirar un presupuesto que en su día nos pasaron, y, ¡por arte de la casualidad!, ese mismo día se ponen en contacto con nosotros desde la empresa desde la que nos fue enviado, con la intención de hacer un seguimiento del mismo. ¿Casualidad? NO, rastreo.

En el ámbito comercial, el uso de tales herramientas es un arma vital para el crecimiento y desarrollo de las empresas, y su uso les aporta determinada información relativa a la publicidad y al seguimiento de sus usuarios, información, nada despreciable.

Esta práctica está “permitida” siempre y cuando, y previa recogida de nuestro consentimiento, seamos informados de la utilización de las mismas y su finalidad, lo cual, cabe significar,  no es una cultura adoptada en la mayoría de las empresas que, a sabiendas o sin saber, envían email publicitarios de rastreo sin haber informado.

Pero, si nos centramos en la esfera más íntima y personal, la cosa cambia, y lo hace a peor pues tales usos pueden llegar a atentar contra la privacidad e intimidad de las personas.

Tales softwares están al alcance de cualquiera, y en algunos casos son los particulares los que deciden instalarse un sencillo complemento en su navegador, algo tan simple como un plug in, que les proporciona el rastreo y monitorización de los correos que mantienen en sus relaciones personales, hasta el punto de encontrarnos, en el ámbito de familia, con algunos cónyuges que se quejaban de que no entendían por qué su pareja sabía perfectamente cuándo viajaba y a qué provincia lo hacía, a pesar de estar separados de hecho. Pues bien, es tan sencillo como el envío de un email que provocase la curiosidad del destinatario, pues, al abrirlo, su remitente pasaba a ser conocedor de dónde estaba, y desde qué dispositivo lo abría, y todo ello por un módico precio.

Esto, en el ámbito de familia. Pero piense que las relaciones personales también alcanzan las relaciones que usted tiene con sus amigos y conocidos, lo que de manera analógica comporta el que determinados amigos, conocidos y no tan conocidos, por el mero hecho de contar con su dirección de correo electrónico y con una curiosidad que traspasa los límites, pueden llegar a saber de usted mucho más de lo que se imagina.

Estas reflexiones, tanto cuando provienen del ámbito comercial como del personal y familiar, nos hacen pensar, ya que, el hecho de ser conocedores de que existen tales herramientas y de lo potentes que pueden llegar a ser condicionan nuestros actos. Para muestra, haga usted mismo la prueba: instálese un software que le permita saber si su correo electrónico es rastreado (UglyEmail, PixelBlock, etc…). Una vez hecho, espere a que le llegue un email y que su nuevo software detecte y le avise que viene con polizón a bordo, y entonces, antes de abrirlo, piense que: “si lo abre, la persona que se lo envía sabrá a qué hora, desde qué lugar y desde qué dispositivo lo ha abierto…”. Si además es un email que espera su contestación, una vez abierto usted ya no podrá, por ejemplo, dar excusas a su remitente del tipo de: “…uy!, el email fue a parar a la carpeta de spam” o “¡anda! el email nunca me llegó”, por cuanto, usted será consciente de que su interlocutor sabe que miente, porque conoce de antemano que usted lo recibió y abrió tal día y a tal hora. Por ello, con total seguridad, al haber sido avisado de que se trata de un correo “fisgón”, antes de hacer o no hacer, se parará a pensar y a valorar las consecuencias que conlleva abrirlo, lo que comportará un acto suyo condicionado, no natural y no espontáneo, transgrediendo, desde mi percepción, su esfera más íntima y personal, esfera en la que descansa la toma de sus decisiones.

Eva María Calderón Palomar

Abogado. Responsable del Departamento de Derecho Digital y TIC en Epiqueya Abogados

Directora de Sicumple.com

Asociado de ENATIC

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