27 noviembre 2015

Entre la injusticia y el desorden (‘Sicario’)

“Es que es mi manera de ser, prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden”. La cita está en uno de los Diarios de Goethe y era objeto de apasionado debate por el añorado D. Joaquín Ruiz-Giménez en sus clases de Derecho Natural a fines de los 60’, un debate que no era precisamente de gabinete cuando sus alumnos echábamos una mirada a lo que ocurría a nuestro alrededor. Goethe pronunció esas palabras en 1793 en Maguncia, tras el asedio de la ciudad para desalojar a los revolucionarios franceses, al impedir el linchamiento de un saqueador de la Catedral, un hecho que él encontraba justificado pero que no podía hacerse ante el palacio del Duque de Weimar, un lugar que debía estar presidido por el respeto y el decoro.

SicarioViene a cuento la cita a consecuencia del estreno de Sicario, una película dirigida por Denis Villeneuve, un muy interesante cineasta canadiense, que ya en otra película precedente, Prisioneros, planteaba un tema parecido. En esta última película un padre angustiado por el secuestro de su hija y convencido de la culpabilidad de una persona a la que la policía no puede inculpar, decide secuestrarla y someterla a tortura para que confiese el paradero de su hija. El paradigma de la ruptura de reglas básicas del contrato social que supone la transmisión de nuestros derechos, entre ellos el uso de la venganza, el de la fuerza y el de la ley del talión, en beneficio de un conjunto ordenado y consensuado de normas que fijen derechos, deberes y responsabilidades y un sistema independiente para la resolución de los conflictos que se susciten, se lleva en Prisioneros al terreno de la total reversión en beneficio de la salvación de vidas puestas en jaque.

Sicario va más allá. Su argumento nos muestra un cuadro criminológico no menos desolador, la actividad del narcotráfico en la frontera EEUU-Méjico. La primera secuencia evidencia la crueldad de sus protagonistas: la policía entra y registra un chalet en el que descubre a gente asesinada y cuando quieren acceder a otro posible refugio una bomba trampa explota causando bajas policiales. Al otro lado de la frontera, en Ciudad Juárez, el miedo, la ruptura de ese pacto social se deja ver en medio de un caos urbano, pobreza, corrupción policial, personas ejecutadas y colgando de viaductos, mujeres desaparecidas para siempre… Una oficial de policía (Emily Blunt) es seleccionada por sus superiores para que se empotre en un comando organizado por la CIA para traer de Méjico al pariente de un importante capo mafioso e iniciar así un complejo plan que suponga la detención y desarticulación del más importante cártel de droga que trabaja exitosamente a un lado y otro de la frontera.

Sicario propone, pues, el debate entre la seguridad y la libertad, entre el imperio de la ley y la necesidad política o social o si un fin exigente social o políticamente justifica adelgazar los caminos de la legalidad. En los westerns clásicos se examinaba, desde la perspectiva de una sociedad en marcha que encaraba su transformación de la ley de Oeste –el más rápido con el colt-, a la instauración de la Ley y el Orden y las instituciones democráticas como John Ford reflexionó en El Hombre que mató a Liberty Valance. En las sociedades democráticas establecidas el debate se torna más acuciante, porque lo que nos jugamos es la calidad de nuestra convivencia e instituciones. En Sicario la compleja estrategia de la lucha antidroga, que posee el rostro de la máxima crueldad y devastación, que puede implicar varias cabezas de Gorgona o una sola, pasa por justificar una formal legalidad como pasaporte para un fin poco legal. El personaje de Blunt se tortura ante la posible dimisión de ideas, principios y valores por los que día a día trabaja y cree firmemente en ellos. Por eso resulta estremecedora la secuencia final en la que se cruzan las miradas, y algo más, posiblemente el alma de Blunt y del personaje de Benicio del Toro, alguien al que la vida ha sumergido en un infierno en el que los valores y principios se tornan primitivos. O como le dice a Blunt, “estás en tierra de lobos”. Con atajos y justificaciones difícilmente se conserva la libertad, porque como enseñaba Lord Acton “la libertad democrática no es divisible”.

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