24 noviembre 2015

Esperando para ser feliz

Eugenia Navarro Por Eugenia Navarro
@eugenianavarros

Pertenezco a una generación denominada X justo después de la baby boomer. Mi generación nació para ser entregada al trabajo con la perspectiva de que al final de su trayectoria profesional encontrará la merecida recompensa. Trabajar ahora para disfrutar en el futuro. Eso implicaba que en una entrevista de trabajo jamás preguntabas por los horarios, ni por las vacaciones ni, por supuesto, por el salario. En nuestros estándares, la actividad profesional ocupaba sin lugar a dudas la primera posición. El esfuerzo nos conduciría a un futuro mejor del que disfrutaríamos después. Ni que decir que los horarios se alargan lo que fuera necesario, porque el trabajo es necesario para la construcción de un futuro feliz.

Pero las cosas han cambiado significativamente con las siguientes generaciones de jóvenes  y en especial, los denominados Millennials. Esta generación comprende los nacidos entre los 80  y 1995 y no pretende esperar para ser feliz, busca esa compensación al esfuerzo de manera mucho más inmediata. El trabajo es un elemento más de su vida que debe contribuir a su felicidad. Nuestros modelos de devoción al trabajo no les cuadran y de repente les aparecen muchos más intereses más allá de ser socio de una firma. ¿Socio para qué?, ¿para no tener vida? Y dándole vueltas al tema y reflexionando, tal vez tengan razón. El deseado premio a futuro puede ser que no llegue, o que cuando llegue nos hayamos perdido muchas cosas por el camino.

Los Millennials, también llamados generación Y, no tienen en problemas en preguntar el horario, saber si se trabaja el viernes por la tarde, cuántos días hay de vacaciones  y cuáles son los beneficios sociales, porque les interesa, de verdad, calibrar si les merece la pena trabajar o no en esa posición.  Esta generación piensa en aprovechar el presente y buscan la felicidad en lo que hacen, no en un futuro lejano o incierto. La felicidad no se ha de esperar, se ha de vivir en cada momento. Por eso nos encontramos con jóvenes que pueden cambiar 15 veces de trabajo y que no les asusta. Los Millennials quieren control sobre su trabajo y equilibrarlo con su vida personal.

Según el informe de PwC “Millennials at work” el 75% de los trabajadores de 2020 serán de esta generación y estoy segura de que eso tendrá un impacto tanto en las estructuras de los despachos como en la manera en que se prestará el servicio. Sin lugar a duda las estructuras deberán ser más flexibles, con horarios diferentes, múltiples lugares para trabajar y relaciones mucho más colaborativas con los clientes.

Las generaciones anteriores hemos preferido el “face to face”, en cambio los Millennials son digitales, la tecnología forma parte de su experiencia vital. Interconectados e interrelacionados, la vida personal y la profesional se mezclan y son capaces de trabajar desde cualquier sitio. No les asusta ni les incomodan las relaciones virtuales.

Los despachos son muy tradicionales en sus estructuras e incluso en el diseño de las carreras profesionales y no se adaptan bien a las necesidades de esta generación. Por eso las firmas afrontan la captación y retención del talento con otros estándares y requerimientos vitales diferentes a los establecidos. La recompensa a futuro no sirve, la promesa de un mejor status social tampoco. El trabajo de hoy debe ser lo suficientemente bueno para retenerlos.

Los Millennials tienden a ser inconformistas, innovadores y decididos a disfrutar de lo que hacen. La información fluye en todas sus redes y buscan ese valor añadido en las organizaciones. Las firmas se encuentran ante perfiles a los que han de ofrecer un plus, algo más que la recompensa de ser socios. El camino también importa.

En mi experiencia profesional he podido observar cómo la capacidad de retener talento está cambiando y ya no sirven los mismos modelos. La receta para retener es la formación, la proximidad y la capacidad para hacer disfrutar a los abogados jóvenes con su trabajo. Las marcas de firmas de abogados se presentan indiferenciadas y las estructuras tradicionales muy jerarquizadas. Los Millennials creen en la cultura colaborativa, no en las líneas de reporting  preestablecidas.

Otra de las características de los Millennials es que son emprendedores, y son capaces de crear su propio trabajo sin ataduras físicas a una oficina o a unos formalismos. Y es que esta generación ya no recuerda el mundo sin internet.

¿Dónde quedan las generaciones anteriores? Pues esperando el momento de la felicidad en la jubilación. Sé que exagero, pero es cierto que nuestro modelo ya no se reproduce, nuestros jóvenes son diferentes y es que han crecido en otro entorno basado en la tecnología y en la interconexión. Me gusta su filosofía de ser feliz en cada momento, supone descargarse de muchas ataduras en aras de un futuro mejor. Como dice la periodista Anushka Asthana “No viven para trabajar, trabajan para vivir”.

En definitiva, es otra manera de ver la vida y de entender la profesión. Los jóvenes no buscan un desarrollo profesional que no les deje tiempo para otra cosa, por eso las carreras deberán ajustarse y equilibrar la vida profesional y personal porque en realidad tendremos mucho menos talento que quiera llegar a ser socio tal y como está planeado en la actualidad. Tal vez sea la evolución natural hacia una sociedad más equilibrada.

Se habla mucho de la falta de compromiso de esta generación pues es difícil atarlos a un trabajo que resulte aburrido o no retador para ellos, no tienen problemas a renunciar a un trabajo si no les llena. Asumen el riesgo.

Pero en los Millennials no todo es mejor que las generaciones anteriores: son impacientes, escuchan poco y no están preparados para el fracaso. No obstante, creo que nos ha fallado a nosotros esa concepción vital de aprovechar el presente, siempre pendientes de construir un mejor futuro olvidando el presente.  Otro aspecto que es difícil encontrar en los Millennials es la famosa resiliencia, que está tan de moda y que tanto caracteriza a la generación X, que no es más que nuestra capacidad para sobreponernos al dolor emocional, llámese  fracaso.

Ya tenemos generación Z, si cabe más tecnológica y más acostumbrada al mundo virtual. La generación Y sigue muy orientada a los estudios y su formación, mientras que la Z busca nuevos caminos y nuevas profesiones. Creo que es demasiado pronto para aventurar cómo serán como profesionales.

Por Eugenia Navarro

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