14 julio 2015

Un cordobés gana el concurso de microrrelatos sobre abogados en junio

JG10Ignacio Alcalá Rosales, funcionario de Justicia en el Juzgado de Primera Instancia de Baena, Córdoba, ha sido el ganador del mes de junio de la VII edición del Concurso de Microrrelatos de Abogados, organizado por el Consejo General de la Abogacía Española y la Mutualidad, con su relato “Recopilando”, premiado con 500 euros.

Ignacio, de 48 años, lleva participando en el concurso desde el pasado mes de septiembre y en la pasada edición fue seleccionado en una ocasión. Supo de la existencia del  concurso a través de internet, buscando algún certamen de naturaleza jurídica y confiesa que “es el único concurso en el que participo”.

El autor, que se encontraba trabajando en el momento de recibir la noticia, apuntó que “siempre me baso en situaciones personales para escribir el relato. Y por mi trabajo, en la ejecución civil, estoy presente en desahucios y otros temas hipotecarios”. Así concluyó el relato ganador, “con la misma coraza con la que tengo que hacer frente a estas lamentables situaciones en las que el primero que sufre soy yo”, confesó.

Aunque lleva poco tiempo participando, reconoce que el haberse alzado con el premio mensual le animará a seguir enviando su relato y a dar su opinión votando por su relato favorito cada mes.

“Recopilando”, elegido entre más de 500 relatos, pasa así a la final del concurso, junto con los otros 9 relatos finalistas mensuales y los dos que resulten más votados por el público, en la que el ganador obtendrá un premio adicional de 3.000 euros. En esta ocasión, el relato popular más votado ha sido “Resolución tardía”, de Ana Jorba Ricart, natural de Barcelona.

El relato premiado y otros seleccionados por el jurado de entre los recibidos en el mes de junio pueden leerse en www.abogacia.es, dentro del microsite dedicado a este concurso. En este mes de julio, las palabras obligatorias son casa, rodeo, jurista, consulta y rebanada.

GANADOR DEL MES:

Recopilando

Con permiso del tribunal, acostumbraba a quedarse en sala acabados los juicios. Entonces volvía a sentarse unos minutos, la mirada perdida, ausente, con sus dedos deformados por la artrosis tamborileando sobre los estrados. Yo esperaba en la puerta, paciente, sin importunarlo, sin acuciarlo, más por aquella atracción inexplicable que sentía hacia él que por su fama de abogado duro, radical, impenetrable. Lo imaginaba repasando su actuación, escrutando los detalles más nimios. ¿Disfrutaría de su sonoro alegato, que acababa en ocasiones con la expulsión de alguien entre el público?; ¿reconsideraría tal vez la defensa del abogado contrario, al que con frecuencia dejaba sin fundamentos para apelar? Un día le pregunté: “Recojo las esquirlas”, dijo. La perplejidad en mi rostro suplicaba una explicación: “Y con ellas, joven, a lo largo de mi carrera profesional me he ido forjando una coraza, aunque todavía hay resquicios por donde se cuela la pena”.

 

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