30 julio 2014

Llegó el momento de Miquel Godoy en el concurso de microrrelatos

Por fin le hizo caso a su amigo abogado y, a la primera, ha ganado el concurso de microrrelatos. Se trata de Miquel Godoy Verdaguer, un joven informático de 24 años residente en Barcelona cuyo relato ha resultado ganador del mes de junio. Aficionado a la escritura- escribe poesía, relato corto e incluso novela- nunca hasta ahora se había decidido a participar en ningún concurso, tampoco en el de la Abogacía, a pesar de que un amigo abogado y su cuñado sí lo habían hecho.

Ha sido la insistencia de su amigo letrado, que alguna vez ha sido finalista, quien lo decidió por fin a participar, aunque ahora tendrá que pagarle unas cervezas. “Siempre nos estaba pinchando para que participásemos en el concurso. Cuando le enseñé el relato que había enviado me dijo que si ganaba, lo tendría que invitar a una cerveza, porque le vio posibilidades, yo no lo veía tan claro, pero a él le gustó”, explica el ganador.

A la espera de incorporarse a un puesto de trabajo para hacer una suplencia este verano, dedica su tiempo a escribir aún más y, quién sabe, quizá hasta se atreva con una obra para presentar al premio Abogados de Novela que anualmente convoca el Consejo General de la Abogacía, la Mutualidad de la Abogacía y MR Ediciones, del Grupo Planeta.

Amante del cine, Miquel Godoy ha visto muchas películas de género sobre abogados, aunque por el momento no ha necesitado de los servicios de ninguno de carne y toga. El protagonista de su historia tiene algo de cinematográfico y, de hecho, lo ha convertido en protagonista de una miniserie de relatos en los que el personaje se va a ir desarrollando. La próxima entrega, en el concurso del mes de julio.

Este es el microrrelato ganador:

MI MOMENTO

Siempre me ha gustado el silencio que se extiende en la sala cuando echo por tierra la línea argumental del fiscal. El momento de pausa, cuando la victoria te susurra al oído el giro, el golpe, la ironía que le reservaba al acusador. El momento en que la cuerda de la guitarra, tras horas de tensión, se libera flagelando la mano del que la rasgaba. El momento en que, después de haber soportado meses de angustiosa sequía, la primera lluvia primaveral hace estallar con esplendor la flor del cactus en el desierto. Justo entonces, las miradas de todos se detienen en mí. Como si entre esas cuatro paredes se acabara de promulgar una ley. Como si de un rey se tratara, sin tolerar rivalidad. Como si un dios en el cuerpo de un hombre hubiese convertido todo su poder en una ira pragmática, haciéndola caer inexorable sobre sus adversarios.

 

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