29 enero 2014

Una solución urgente para los intérpretes afganos que apoyaron al Ejército español

En la misión que las tropas españolas han llevado a cabo en Afganistán, han tenido un papel extraordinario varias decenas de jóvenes afganos que han trabajado varios años como intérpretes de los soldados españoles. Ellos han sido sus oídos sobre el terreno, han acompañado a las tropas en todo momento e incluso han vestido el uniforme español, como un soldado más. Todo esto, a los ojos de sus compatriotas.

Ahora que las tropas españolas han concluido su misión, estos jóvenes se han quedado sin trabajo y, lo que es aún más dramático, señalados por los talibán como colaboradores de los “infieles”, con el riesgo para sus vidas y para la de sus familias que ese estigma supone.

El Gobierno español no puede abandonar a estos jóvenes que tanto han hecho por nuestro país. Ni a ellos ni a sus familias. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, aseguró hace más de un mes ante la Comisión de Defensa del Congreso que el Gobierno estaba buscando soluciones para ellos y, al parecer, el Ministerio de Exteriores está tramitando los visados, que, en algunos casos, se pidieron hace más de cuatro meses. Pero nos llegan noticias muy preocupantes desde Afganistán de la situación en la que se encuentran.

Como presidente de la Abogacía Española, solicité el 17 de diciembre al Gobierno que resolviera la situación de los intérpretes, como ya han hecho otros países con sus traductores. Me consta que varios Ministerios están haciendo gestiones y sabemos que es un asunto complejo que requiere una solución que se adecue a la situación de cada uno de ellos, pero cuando hay vidas humanas en peligro, es necesario adoptar medidas urgentes y mostrar una voluntad decidida.

Cuarenta días después de las promesas del ministro de Defensa, nos llegan noticias de que a uno de los intérpretes, los talibán le han quemado su casa por negarse a pagar los 20.000 dólares que le habían exigido previamente. Vive – si es que esto se puede llamar vida- pensando que lo matarán cualquier día. Otro ha tenido que huir a Turquía para evitar que asesinaran a su familia, después de esperar durante tres meses una respuesta de la Embajada de España en Kabul. Su visado turco caduca dentro de unos días y tendrá que salir también de ese país. Está atrapado en un laberinto del que solo España puede sacarlo.

Hay antecedentes que deberían hacernos pensar. El Tribunal Supremo holandés ya condenó a su Estado por la desatención a nacionales yugoslavos que habían trabajado para las tropas holandesas durante la guerra de Yugoslavia. Pero no debe ser este precedente jurídico el que debe impeler al Gobierno a asumir su responsabilidad con los traductores afganos. El respeto a la vida y a los Derechos Humanos debe guiar la actuación del Gobierno para encontrar una solución digna a los gravísimos problemas que les ha generado a estas personas el hecho de trabajar bajo la bandera de España.

Reaccionemos con rapidez, humanidad e inteligencia, antes de que sea demasiado tarde.

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