19 diciembre 2013

Convivencia para la resolución pacífica de conflictos

Hoy, más que nunca, vivimos intensamente una inmensa paradoja en Colombia pero puede ser un reflejo de lo que ocurre en varios países de América Latina.

Mientras se hace un intenso esfuerzo en Colombia para lograr la paz, vemos cómo cada vez más el mundo se enfrenta al reto de cambiar una cultura de guerra en lo cotidiano. El bullying o matoneo que se vive en las instituciones académicas y hasta en el trabajo, conflictos en las relaciones contractuales de cualquier orden,  y hasta  los negocios conllevan muchas veces a millonarias demandas que han congestionado cada vez más el sistema penal con la esperanza de tener solución a los problemas.

Esto lleva a altos grados de congestión e ineficiencia en las autoridades judiciales y las impulsa a ser “selectivas”, dejando el grueso de los atropellos que sufre el ciudadano del común por fuera de sus posibilidades, por “falta de recursos” para hacerlo.

Frente a tal panorama, la actitud de los ciudadanos es presionar a las autoridades por una mayor actividad, eficiencia y esfuerzo, mientras que éstas aseguran que hacen lo que pueden, y lo que pueden, no basta.

Es necesario, por un lado, diseñar y construir cimientos sólidos para una sana convivencia y, por otro lado, impulsar cada vez más métodos alternativos de solución de conflictos, gracias a los cuales se obtienen tiempos de respuesta mucho más ágiles y amistosos frente al sistema tradicional.

En cuanto a la convivencia en primer lugar es necesario abandonar el individualismo que respira nuestra sociedad, en todos sus niveles, donde cada uno es dueño de la verdad y, a partir de allí, reclama para sí todos los derechos sin estar dispuesto a otorgar concesiones, pero tampoco a participar en las soluciones que, normalmente, son problema del gobierno de turno.

Al ser conscientes de que nos encontramos en comunidad, es preciso dar el paso siguiente: estar abiertos y respetar la diversidad, con todos los matices, problemas y riquezas que ello comporta. Respetar los deberes y derechos del otro.

Si se pretende cambiar el escenario actual, estamos en mora de planear y construir un escenario de convivencia que, desde lo colectivo y dejando de lado el recalcitrante individualismo y la indiferencia, nos permita llegar a un sólido y exitoso resultado.

En esa línea de acción, la Cámara de Comercio de Bogotá, hace más de diez años, inició su proyecto de convivencia comunitaria que, desde amplias y complejas zonas de la ciudad, trata de construir esa responsabilidad colectiva en una solución pacífica de las controversias diarias del ciudadano del común, con la co-responsabilidad y  como gestores. Este es un programa preventivo, que permite trabajar la pedagogía para la convivencia y tener una visión diferente y constructiva de las relaciones con el otro.

Dicha labor, se cumple a partir de las cuatro sedes de conciliación comunitarias, desde donde se direcciona su gestión y en donde se da espacio a los conciliadores comunitarios que, con un índice de efectividad superior al 90% logró este año cerca de 11.000 acuerdos entre vecinos y habitantes de las zonas donde se lleva a cabo el proyecto.

Para ir sentando las bases de una nueva sociedad, ha desarrollado y extendido, en la ciudad y parte de las zonas rurales del departamento de Cundinamarca, el proyecto Hermes, para la solución pacífica de conflictos en  los colegios. Basado en los mismos principios, impulsa, con la participación de estudiantes, maestros y padres de familia una respuesta clara y contundente para la construcción de la convivencia como elemento fundamental.

Los protagonistas son los jóvenes, capacitados por nuestro Centro de Arbitraje, que con entusiasmo y responsabilidad, han respondido al reto de ser actores activos de su propio futuro. Este programa, fue seleccionado en 2008 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) como una de las experiencias más importantes en innovación social de América Latina, se ha extendido a 300 Colegios de Bogotá y 60 en áreas rurales, y cuenta con una red de soporte conformada por jóvenes voluntarios que supera los 10.000 estudiantes.

Este año se realizaron 800 jornadas de conciliación en centros educativos en los que se presentaron 32.000 diferencias, cuyo porcentaje de arreglo fue del 95%, convirtiéndose en un ejemplo para nuestra sociedad.

 El arreglo directo y, a falta de este, la conciliación y la mediación, también son objeto de preocupación. En ese orden de ideas, sin exclusión, se viene trabajando en procura de una cultura que propicie en las relaciones diarias, de familia, trabajo, vecindad y en el mundo de los negocios, el pleno uso de estas alternativas a las que, con mayores grados de preparación y difusión debemos privilegiar.

El reto es inmenso,  y es claro que estos esfuerzos, que no son menores, bien podrían extenderse a partir de una mejor y mayor coordinación de esfuerzos. La unión, hace la fuerza y, en este caso, potencia el resultado.

Por eso, más que nunca es imperioso, sumar y no restar, y aportar a construir las bases sólidas que se requieren para lograr el mejoramiento en la convivencia, consolidar la solución pacífica y directa de las controversias que el diario vivir nos trae.

Este, sería un importante y concreto ejemplo, de una “alianza público-privada”. En ese sentido invitamos a los gobiernos, al sector privado y a los ciudadanos a que trabajemos de la mano para lograr transformar esa cultura arraigada del conflicto y construyamos una mejor sociedad.

 Rafael Bernal, vicepresidente de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá.

 www.forjig.org

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