10 diciembre 2013

65 años de la Declaración Universal,¿jubilamos los Derechos Humanos?

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están de razón y conciencia deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada el 10 de diciembre de 1948)

La Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple hoy, 10 de diciembre de 2013, 65 años. Deberíamos estar de aniversario, pero también podemos preguntarnos si en España estamos iniciando su jubilación. Los recortes de derechos sociales en educación o sanidad, las barreras en forma de tasas judiciales para el acceso a la Justicia, los desahucios, las cuchillas en las vallas de las fronteras no son la mejor forma de celebrar este importante cumpleaños.

Seguramente todavía no somos conscientes de la trascendencia que tuvo la aprobación en 1948 de este racimo de artículos –un preámbulo y tan sólo 30 artículos- en unas circunstancias realmente difíciles –recién concluida la II Guerra Mundial- y lo importante que ha sido para el desarrollo de la humanidad su consolidación. Pero no fue una improvisación de unas cuantas cabezas pensantes sino el producto de una reflexión sobre los derechos fundamentales que debe poseer cada persona para poder sustentar su dignidad y poder así estimular una verdadera conciencia social. Una nueva mentalidad, impulsada por el humanismo y por la reforma, que predica el pluralismo, la participación y la tolerancia como herramientas imprescindibles para evitar los conflictos.

Aunque en muchos lugares del mundo se sigan pisoteando cada día estos derechos, aunque en muchos lugares del mundo se sigan defendiendo todavía con importantes carencias, la mayor parte de las Constituciones occidentales proclaman los mismos valores que exhibe la declaración. Y todos los gobernantes saben que si no los respetan, tarde o temprano acabarán siendo juzgados por ello. Y los ciudadanos de los países donde esos derechos aún no son ley, saben que, más pronto que tarde, acabarán formando parte de la estructura legal de todos los Estados.

Hemos hecho mucho, pero queda mucho por hacer, mucho por desarrollar. Tanto en los países donde la democracia tan sólo es una utopía como en los países con democracias asentadas. Es tarea de los estados, es tarea de los organismos internacionales y es tarea de los ciudadanos. De cada uno de nosotros. Eleanor Roosevelt se preguntaba dónde residen los derechos humanos. “En pequeños lugares, cercanos al hogar, tan cercanos y tan pequeños que no se les ve en mapa alguno del mundo”.

Y sin embargo, son el mundo de cada ser humano: la vecindad en la que vive; la escuela o el centro de estudio al que asiste; la fábrica, la granja o la oficina en la que trabaja. Tales son los lugares donde cada hombre, cada mujer, cada niño busca igual justicia, igual oportunidad, igual dignidad sin discriminación. Si los derechos humanos no tienen sentido en estos lugares, no lo tendrán en sitio alguno.”

El respeto por los derechos humanos necesita  la aplicación de unas leyes acordes con los instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, pero también, que los estados pongan en marcha políticas públicas adecuadas que acaben con las desigualdades que muchas veces generan los propios Gobiernos.

Estamos viviendo ahora en la Europa y en la España de la crisis económica situaciones que afectan a la esencia de esos derechos. Las políticas de reducción obsesiva del déficit dejan a muchos ciudadanos muy alejados del acceso a derechos relacionados con la protección social, la vivienda, el empleo, la justicia o incluso la alimentación. La crisis no puede ser nunca una excusa para limitarlos

Los denominados derechos fundamentales de las personas no son el producto ocasional de un tiempo determinado ni algo establecido por conveniencia para un plazo o periodo concreto. Tampoco son el producto de nuestra avanzadísima civilización, sino todo lo contrario: nuestra avanzadísima civilización es producto y consecuencia del sustancial bagaje que hoy representan los derechos fundamentales, como elemento más significativo e irrenunciable de nuestra cultura.

No hay jubilación posible para una Declaración Universal que no sólo es un texto radicalmente vigente hoy, sino el compendio de normas fundamentales sobre el que se asienta nuestra civilización y, con toda seguridad, nuestra pervivencia. ¡Feliz 65 aniversario!

 

Comparte: