25 noviembre 2013

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. ¿Qué estamos haciendo mal?

Un año más. Otro más, desde que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas a finales de 1.999 designó el día 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con el propósito de que todos sus Estados miembros organizaran actividades dirigidas a sensibilizar y recordar la necesidad de luchar todos contra la Violencia de Género.

Por y para esta causa nos reunimos cada año, condenando la violencia que se ejerce contra las mujeres. Una violencia que a pesar de los esfuerzos de muchos no cesa, y hace que nos preguntemos impotentes ¿por qué a pesar del esfuerzo de la sociedad y de poderes públicos, instituciones y asociaciones, seguimos contando muertes año tras año?, 700 mujeres muertas desde el año 2003. ¿Qué hacemos mal? ¿En qué falla nuestra lucha contra la violencia de género?

Todo señala que la clave y el objetivo en el que debemos insistir especialmente es en la prevención a través de la educación temprana, enseñando en casa y en el colegio que debemos rechazar de plano cualquier signo, por leve que parezca, de violencia machista; ello llevará a la transformación necesaria para que, en lugar de la actitud condescendiente y/o pasiva con la que buena parte de la sociedad tolera las primeras evidencias de maltrato, exista un desprecio radical y público de esas conductas, que se traduzca en un rechazo unánime de toda la sociedad.

Todos sabemos reconocer el maltrato en los golpes, palizas y muerte de mujeres a manos de sus parejas, sin embargo no ocurre lo mismo con la descalificación soterrada, hiriente y despectiva de un hombre hacia su pareja, la permanente supervisión de sus actos y decisiones, el predominio sutil y el control que infieren en sus relaciones de pareja hacia sus mujeres. Todo eso es maltrato y hasta que no produzca en la sociedad ese mismo rechazo frontal, no conseguiremos acabar con la violencia de género.

Cuando se toleran esas conductas hay maltrato y el hombre que lo hace es un maltratador. Si la mujer lo soporta y la sociedad no lo rechaza seguirá habiendo maltrato y no se podrá acabar con la violencia. Porque la violencia abarca desde la fase más terrible de la muerte de la mujer a manos de su pareja, hasta la sutil y permanente mina de su autoestima, en un sinvivir lento y agonizante de muchas mujeres.

Esto es maltrato y la sociedad debe despreciarlo de forma tajante, porque sólo así se interiorizará que es inadmisible esa conducta desde el primer estadio y así se enseñará a los menores en casa y en el colegio, como se les enseña a vestirse y a alimentarse. El respeto por uno mismo y por los demás, el respeto entre iguales que debe presidir toda relación de pareja, será entonces una realidad incontestable que evitará que tengamos que hablar de palizas y de muertes.

Cuando escucho decir “Es que hay mujeres que parece que lo van buscando” me avergüenzo de pertenecer a una sociedad en la que en lugar de comprender el horror que vive esa mujer, proporciona con esa afirmación una coartada al maltratador; me revelo y me desespero, porque evidencia que tristemente aún estamos lejos de llegar a eliminar la violencia sobre las mujeres. Sólo si aprendemos a detectar la violencia soterrada y la frustración que se oculta detrás de los primeros insultos o las descalificaciones podremos atajarla a tiempo y evitar palizas que empiezan mutilando el cuerpo y la mente de las mujeres y acaban, en muchos casos, en muertes.

No podemos olvidar nunca que la lucha contra la violencia es de hombres y mujeres porque es la lucha de toda la sociedad contra esta lacra terrible que, como un virus resistente, no conseguimos eliminar. Justo es reconocer el esfuerzo encomiable hecho por los poderes públicos, instituciones, partidos políticos, asociaciones y colectivos que hemos contribuido a visibilizar y despreciar en público lo que hace poco mas de quince años se entendía era de la esfera privada, que no se debían entrometer cuando escuchaban aterrados pero impasibles, como su vecino profería golpes e improperios a su pareja que, silente, aguantaba y lloraba esperando la próxima paliza.

Hoy la sociedad sabe, o debería saber, que cuando golpean a la mujer que vive a su lado, nos están golpeando a todos y que si no acabamos con esto, mañana la víctima podrá ser su hija o el verdugo su hijo.

Nos ponemos las manos a la cabeza cuando vemos otras sociedades en donde los asesinatos a mujeres quedan impunes ante la pasividad de sus gobernantes y no lo hacemos cuando escuchamos a una chica de diecisiete años presumir de que “su pareja la quiere con locura porque tiene que saber en todo momento con quien va, a quien ve, como viste o qué piensa”. Eso es maltrato y mañana, cuando esta chica se convierta en una mujer y quiera tomar sus propias decisiones, se encontrará con el placaje inflexible de su pareja que, acostumbrado a pensar y decidir por ella, verá peligrar su posición de predominio y entonces se evidenciará todo ese control escenificándose en malos tratos de palabra y/o de obra…

Los abogados y abogadas de las víctimas de violencia convivimos con esas tristes realidades a diario y sabemos que en la prevención para evitar esas conductas está la clave y que se consigue educando a la sociedad en la igualdad real de hombres y mujeres, rechazando todo aquello que promueva o permita la desigualdad y en la intolerancia y con rechazo absoluto a comportamientos indeseables.

El Proyecto de reforma del Código Penal trae cambios importantes (referidos al acoso y a los delitos contra la intimidad) que propician una mayor protección a la víctima y lo aplaudimos; no así la supresión de las faltas de injurias leves y vejaciones injustas. Convertirlas en delitos leves, castigados con penas de multa y perseguibles a instancia de parte, supone un craso error que aún se está a tiempo de evitar. En caso contrario será un retroceso importante en el empeño para la eliminación de todas las formas de violencia sobre la mujer. Quienes pisamos los juzgados sabemos que un insulto o una descalificación, difícilmente va a culminar en una condena por delito. Muy posiblemente en la mayoría de los casos en los que el hombre llame “inútil” o “zorra” a su mujer será absuelto y esas conductas quedaran impunes, a pesar de que está sobradamente contrastado que constituyen la puerta que abre el ciclo de violencia. Desde aquí pedimos al legislador cordura para que lo reconsidere y en consecuencia mantenga la falta de vejación injusta, sin atender a consideraciones de otra índole y a sobrecarga de trabajo de los Juzgados, cuando lo que está en juego es la erradicación de la violencia de género, los logros obtenidos con el intenso trabajo llevado a cabo en esta última década contra la violencia y la necesidad de que las mujeres víctimas de violencia no pierdan la confianza en la Administración de Justicia.

Lo lamento pero este año no consigo transmitir un mensaje optimista, solo nuestro compromiso de que seguiremos trabajando incansables por todas ellas y para ellas.

 Filomena Peláez Solís

Decana del ICABA

Pta. Subcomisión de Violencia sobre la Mujer del Consejo General de la Abogacía Española

 

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