28 agosto 2013

“Tanta sangre derramada, ¿no dará una cosecha de paz?”

Hacer mención al abogado Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948) es recordar a uno de los estadistas colombianos más carismáticos del siglo XX.  En España, su nombre pasa desapercibido pero en la historia reciente de Colombia se le recuerda, entre otros motivos, por su defensa de los derechos laborales de los trabajadores o por sus programas sociales de alfabetización  dentro de su ideario de necesaria ‘Restauración Moral de la República”.

Su día a día estuvo dedicado a sus dos grandes pasiones: la política y el derecho. A lo largo de su corta vida ostentó diversos cargos públicos y ejerció la abogacía. De hecho, poco antes de morir consiguió la absolución de su cliente, el teniente Jesús Cortés, acusado de la muerte del periodista Eudoro Galarza. Al día siguiente, tras salir de su despacho, un hombre le disparó un tiro en la nuca y dos en la espalda, causándole la muerte.

Este suceso podría parecer un fragmento de “Crónica de Una Muerte Anunciada” de su compatriota Gabriel García Márquez pero es un hecho histórico que se produjo el 9 de abril de 1948.

Sin la repercusión mediática y social que tuvo el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, sesenta años después, muchos diarios colombianos siguen abriendo sus portadas cada pocos días con el asesinato de un abogado. Las cabeceras de los periódicos colombianos como El Espectador o El Tiempo siguen denunciando, en palabras de mi amigo Miguel Ángel Aragüés, “la falta de impunidad e indiferencia social” que va aparejada a la nueva muerte de un compañero.

Los abogados colombianos se sienten desprotegidos e indefensos para ejercer su profesión de manera libre e independiente. No pueden ejercer su labor de defender los derechos de los ciudadanos siendo intimidados, amenazados y asesinados, a veces incluso por sus propios clientes. Estos atentados no pueden quedar sin respuesta. No pueden ser desoídos por los poderes públicos. Además del cercenamiento de vidas humanas, constituyen ataques frontales al Estado de Derecho y a la defensa de los derechos de la sociedad.

“Tanta sangre derramada, ¿no dará una cosecha de paz?” como expresaba el abogado colombiano Javier Tafur González, en su obra ‘Ramillete de Tonterías’, ¿no traerá un maná de nuevas intenciones por parte de quienes deben velar por la seguridad de sus conciudadanos que sólo desean ejercer su profesión?, ¿no despertará la conciencia de la sociedad colombiana a la cual defienden sus derechos? Mi mayor deseo es que estas muertes no caigan en el olvido y que se profundice en la protección institucional de la profesión y en el reconocimiento del papel de los abogados como facilitadores, a través de la ley y el derecho, de la paz social.

carloscarnicer

Por esta razón, desde la Abogacía Española, a través de nuestra Fundación estamos apoyando a nuestros compañeros colombianos en la creación de Colegios de Abogados y de la defensa de la colegiación obligatoria, no sólo por una razón de interés público, sino también para  que velen y defiendan  las garantías mínimas de un ejercicio profesional  de calidad y al servicio de los ciudadanos.

En este sentido, quiero agradecer la labor de mis compañeros Luis Delgado de Molina, Carmelo Cascón Merino, Juan Francisco Pérez Avilés y Miguel Ángel Aragüés Estragués por la encomiable labor realizada desde 2011 en apoyo de los abogados colombianos en los dos congresos nacionales que se han realizado hasta la fecha. También, al Comité Ejecutivo de la Abogacía Colombiana que desde hace tiempo lucha por los derechos de aquellos que defienden los derechos de sus conciudadanos.

Como he repetido en muchas ocasiones una  abogacía fuerte es un cimiento fundamental de un Estado Social y de Derecho. Este pilar no  puede quedar excluido ni ignorado por más tiempo porque nos encontraríamos  ante un estado fallido. El presente y el futuro de Colombia no se lo merecen, sus ciudadanos tampoco.

Carlos Carnicer,

Presidente del Consejo General de la Abogacía Española.

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