19 junio 2013

Un cambio de época para la Abogacía

Vivimos una época de cambios o, como decía un buen amigo hace un tiempo, un “cambio de época”. Los motivos son diversos. Sin duda, la crisis económica es el más evidente, sólo tenemos que ver el arranque del telediario o la portada de los periódicos para ver este “monotema” desde hace varios años. Sin embargo, hay otras causas que, no por menos evidentes, influyen más en nuestra sociedad actual. Una de ellas, sin duda, es la llamada “disrupción tecnológica” que, una por una, está afectando a todas las áreas de nuestra vida y, como no, de nuestra economía (que se lo digan, si no, a la industria de contenidos y a los medios de comunicación, entre otros).

En la actualidad, casi ninguna profesión o área de actividad está libre de esta influencia arrolladora que suponen las nuevas tecnologías y, por supuesto, la abogacía no iba a ser una excepción.

Bien es cierto que nuestra profesión se ha mantenido bastante ajena e impermeable a esta influencia debido, en parte, a nuestra “alergia tecnófoba” y en parte al imperdonable retraso en la digitalización de nuestra administración de justicia.

Es por ello, que ya no se trata tanto de que nos acostumbremos a usar herramientas tecnológicas en nuestro trabajo diario sino también a trabajar y ofrecer soluciones en “plazos tecnológicos”. Si nos paramos a pensarlo, esto sí supone un antes y un después en nuestro ejercicio profesional ya que un cliente de la nueva economía no puede permitirse esperar meses (y mucho menos años) para ver su asunto resuelto.

Por ello, desgraciadamente, nuestro modelo de justicia se nos ha quedado totalmente obsoleto y, con o sin tasas, no supone, hoy por hoy, una solución aceptable para los litigios del siglo XXI.

¿Y qué debemos hacer los abogados? Pues, como todos, adaptarnos.

El modelo de negocio tradicional basado en el pleito, en mi humilde opinión, está llamado a reducirse drásticamente y ser sustituido, cada vez más, por sistemas de solución extrajudicial de conflictos y de asesoramiento preventivo.

Es aquí donde los abogados tenemos mucho que aportar en la defensa de los intereses de nuestros clientes: negociando y no demandando; previniendo y no arreglando y, ante todo, formando y asesorando de manera continua.

El “voy a hablar con mi abogado” se sustituirá por el “mi abogado me ha recomendado”; el “recibirás noticias de mi abogado” por el “que lo comenten nuestros abogados”. La colaboración frente a la competencia. La negociación frente al conflicto. El asesoramiento previo para reducir riesgos.

Éste es, sin duda, no sólo el futuro de nuestra profesión sino, creo y espero sinceramente, el de nuestra economía y sociedad en general.

Lejos de sonar utópico o poco realista, lo cierto es que este cambio ya lo estamos experimentando los compañeros que nos dedicamos desde hace años al Derecho Tecnológico. Siempre recuerdo una sabia frase que publicó Paloma Llaneza en Twitter al hilo de su experiencia: “Buscando soluciones imaginativas a problemas imposibles”. Día a día experimento lo mismo en mi ejercicio profesional. Desde hace años y aunque parezca mentira, menos de un 5% de la actividad de nuestro bufete han sido asuntos judiciales (más o menos la proporción inversa que suele ser más habitual) y nuestra experiencia no puede haber sido mejor: tanto para nuestros clientes, que nos honran con una gran fidelidad, como para nosotros, con una mayor realización profesional.

Es aquí donde me permito recuperar nuestro a veces olvidado pero siempre presente Código Deontológico, cuyo artículo 13.3 dispone:

“El Abogado tiene la obligación de poner en conocimiento del cliente, incluso por escrito, cuando éste lo solicite del mismo modo:

a) Su opinión sobre las posibilidades de sus pretensiones y resultado previsible del asunto. (…)

e) La evolución del asunto encomendado, resoluciones transcendentes, recursos contra las mismas; posibilidades de transacción, conveniencia de acuerdos extrajudiciales o soluciones alternativas al litigio.”

Es aquí donde nuestra profesión está llamada a desempeñar un papel fundamental en los albores de un nuevo modelo social y económico: viejos valores con nuevas herramientas

 Víctor Salgado, Abogado, Vicepresidente 3º de ENATIC

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