29 abril 2013

Héctor Durán gana con ‘El testigo’ el premio del concurso de microrrelatos del mes de marzo

‘El Testigo’, un microrrelato de suspense con notas de género negro, ha sido el ganador del mes de marzo en el concurso de microrrelatos sobre abogados convocado por el Consejo General de la Abogacía y la Mutualidad de la Abogacía.

Su autor es Héctor Durán Vicente, un joven de 28 años que desde septiembre ejerce como letrado de la Comunidad de Madrid. Nacido en Zaragoza, pero criado en Pamplona, en cuya Universidad estudió Derecho, Héctor Durán ha concursado por primera vez en marzo en el certamen de microrrelatos.

“Hace tiempo que vi el concurso buscando por internet, pero entendí que solo podían participar abogados ejercientes. Luego volví a leer bien las bases y ya vi que podía participar cualquiera y me animé”, dice.

Es evidente su gusto por la literatura, sobre todo de autores “independientes”, como Ray Loriga o Sam Shepard, aunque, como buen opositor, durante cinco años sus únicas lecturas han sido el Código Civil, el Código de Comercio o textos de derecho hipotecario.

Antes de ese lustro de encierro voluntario alejado de la “buena literatura”, participó en algún taller literario en la Universidad de Navarra – en el que por cierto, los visitó Reyes Calderón, ganadora del IV premio Abogados de Novela- y en algunos concursos de ámbito juvenil. Ha sido ganador del premio internacional de narrativa Miguel Hernández, en su modalidad de relato corto, convocado por el IES Miguel Fernández, de Melilla, y del convocado por el Colegio Larraona, de Pamplona.

Aún sin saber que había sido el favorito del jurado en el concurso de microrrelatos de la Abogacía, ya había decidido seguir participando, aunque en abril no ha podido hacerlo “por la gran carga de trabajo, pero seguro que participo en mayo”, asegura.

Héctor es un joven feliz. Trabaja en lo que le gusta, tiene un trabajo estable y está encantado de vivir en Madrid, una ciudad “con muchísimas posibilidades culturales, que no tienen Zaragoza o Pamplona, las otras ciudades en las que he vivido”.

“La verdad es que no tengo nada de lo que quejarme”, concluye.

 

Microrrelato ganador del mes de mazo

El testigo

Fuera, en la calle, todavía seguía lloviendo. El único testigo que había encontrado se movía nervioso por la habitación del hotel. Le pregunté si estaría dispuesto a declarar a favor de mi cliente, si podría dar, en la comparecencia ante el juez, algún dato sobre la identidad y el paradero del verdadero asesino que evitara la cárcel a un hombre inocente. Una reacción de pánico se reflejó en el rostro del testigo. “Él … ése … puede estar en cualquier parte”, balbuceó con esfuerzo, como si la coerción de sus recuerdos, como si la argolla de la memoria perturbara sus pensamientos. El cristal de la ventana admitió que la luz de un rayo iluminara, por un instante, la habitación. De repente, oímos crujir la madera del suelo del pasillo. Un tenue chasquido. Cada vez más fuerte. Alguien se acercaba. Fuera, en la calle, todavía seguía lloviendo.

 

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