29 agosto 2011

Birrete de cartulina gana el premio de Microrrelatos sobre abogados de Julio

29/08/2011 "Birrete de cartulina", el microrrelato de Pilar Gil Guijarro ha resultado el texto ganador correspondiente al mes de julio dentro del III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados -convocado por el CGAE y la Mutualidad de la Abogacía.

La autora, que se encontraba disfrutando de unas vacaciones en  la playa en el momento de conocer que con este premio se hacía con los 500 euros que el concurso entrega mensualmente al ganador, ha expresado su alegría y ha confesado que esto "me anima a seguir presentándome cada mes".

La letrada colegiada en Madrid y ejerciente en el ámbito Penal y Civil en un despacho en el corazón de la ciudad, ha tomado como inspiración la Guerra Civil Española y su vocación cumplida de abogada.  "Una primera imagen mental sobre las niñas de la guerra que soñaban con su boda y la idea de una niña con grandes ideales que soñaba con ser abogado me han hecho desarrollar este relato" ha comentado Pilar muy orgullosa.

Con este relato la letrada madrileña se disputará junto a los demás ganadores mensuales el premio de 3.000 euros que otorga el CGAE al finalista anual.

En el mes de julio, las palabras obligatorias para la confección de los relatos han sido boda, palabrota, detención, birrete y orgullo.

El relato premiado y otros seleccionados por el jurado de entre los recibidos en el mes de junio pueden leerse en http://www.abogados.es/ y http://www.mutualidadabogacia.com/, dentro del microsite dedicado a este concurso que albergan ambas páginas web.

Relato ganador

Birrete de cartulina

Me hice un birrete con cartulina negra y cola blanca para la fiesta de disfraces, mientras mis compañeras cosían con dedal y aguja, parloteaban de vestidos de novia y soñaban con una boda preciosa. Quería ser abogada, no casada ni soltera. Apenas abría la boca en el aula, me sentaba sola en los bancos corridos del comedor y me arrinconaba en la última cama de la sala de dormir. Peroraba para mis adentros alegatos de defensa y atesoraba un código viejo de 1870, hurtado de un estante olvidado de la biblioteca. Bizqueaba y soltaba palabrotas cuando nos mostraban a alguna pareja en busca de huérfanas para adoptar. Menudo orgullo tiene la flaca, para ser hija de presidiario. Sin embargo, yo no recordaba el día de su violenta detención en mi presencia de cinco años, sólo el día del juicio, cuando el abogado defensor se miraba los cordones de sus zapatos.

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