27 junio 2011

Nunca es tarde, ganador en mayo del Concurso de Microrrelatos

"Nunca es tarde", ganador en mayo del Concurso de Microrrelatos

27/06/2011 "Me vino a la mente la imagen de una señora arrugada por los años haciendo encaje de bolillos abandonada por su marido y elaboré la minihistoria hasta incluir términos tan dispares como cigarro y acusado en menos de 150 palabras".

Así ha conseguido Patricia España Zuil, de Aranda de Duero (Burgos) y 35 años, hacerse con los 500 euros del premio del III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados -convocado por el CGAE y la Mutualidad de la Abogacía- correspondiente al mes de mayo de 2011.

Patricia, que estudió Ingeniería Informática y en la actualidad se dedica plenamente al cuidado de sus hijos y del hogar, se confiesa "aficionada a los microrrelatos", aunque nunca había ganado ningún premio, "me gusta tocar todos los palos", confiesa emocionada.

Con tan sólo ocho líneas que conforman su texto  le ha bastado para convencer al jurado. El concurso ha atraído en el mes de mayo a autores de toda la geografía nacional y de más de una veintena de países europeos y americanos, como Colombia, México, Cuba, Perú, Estados Unidos, Francia o Italia. En el caso de España, se ha impuesto la participación de los madrileños, seguida muy de cerca por Andalucía y Barcelona. De los más de 600 relatos recibidos, el 55 % lo han escrito hombres frente al 45 % de mujeres.

En el mes de junio, las palabras obligatorias son Ansiedad, Cumpleaños, Tóxico, Instrucción, Candado. Este relato se sumará a los demás ganadores mensuales para disputarse el premio de 3.000 euros que otorga el CGAE al finalista anual.

El relato premiado y otros seleccionados por el jurado de entre los recibidos en el mes de mayo pueden leerse en http://www.abogados.es/ y http://www.mutualidadabogacia.com/, dentro del microsite dedicado a este concurso que albergan ambas páginas web.

Relato ganador:

Nunca es tarde

Su cara arrugada por los años y quemada por el sol en esas tardes de patio con las mujeres haciendo encaje de bolillos, no dejaba traslucir aquel gesto de enfado, tristeza y rabia a partes iguales. Así, de esta pose, miraba ese punto lejano en el horizonte que era el barco de su compañero de toda la vida. Un fugaz pensamiento, la primera vez que le pidió salir, le vino a la cabeza. Eran días de feria y él con acusado optimismo, cigarro en mano a lo Bogart, se le acercó y le invitó a pasar la tarde. Una tarde que se convirtió en noche y después en amanecer. Cuarenta y cinco años habían pasado desde entonces y ahora, sin querer dar la cara, cobarde canalla, le mandaba a aquel abogaducho para darle los papeles del divorcio.

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